La ruptura del relato visual del procés, ¿dónde se sentará el PSC en el Parlament?

Pleno del Parlament de Catalunya
Tiempo de lectura: 7 min

El Parlament de Cataluña es el único hemiciclo autonómico en España en el que la distribución de escaños no sigue una lógica de izquierda-derecha. Los diputados catalanes ocupan el espacio de la Cámara regional no en función de si pertenecen a una corriente progresista o conservadora, sino de su adhesión o aversión a la idea de una Cataluña independiente.

Publicidad

Fue en 2015 cuando esta organización se impuso a la división tradicional de los escaños en función de la familia política. No obstante, el cambio empezó a gestarse en 2012, cuando Artur Mas convocó elecciones anticipadas con el objetivo de reforzar su figura de cara a establecer la “hoja de ruta” soberanista.

Origen en la Revolución Francesa

El origen de la tradición que define y diferencia la izquierda de la derecha se encuentra en el inicio del parlamentarismo europeo, es decir, en la Revolución Francesa.

El 11 de septiembre de 1789, la Asamblea Constituyente se reunió para deliberar sobre el derecho de veto del todavía rey Luis XVI y los diputados se dividieron a ambos lados del presidente en función de sus opiniones. A la derecha se instalaron los monárquicos, a favor de un veto absoluto que permitiera al monarca rechazar cualquier ley. Por el contrario, a la izquierda se apostaron los que creían que es mejor un veto suspensivo, que paralizara las leyes sólo por un tiempo.

Este reparto espacial se arraigó durante las deliberaciones sobre la Constitución llevadas a cabo en la sala de la Manège del Palacio de la Tullerías. Los diputados monárquicos y los hostiles a la Revolución cogieron la costumbre de sentarse a la derecha de la sala, mientras que los principales instigadores se ubicaron a la izquierda. De esta distribución bebe la división espacial e ideológica entre izquierda y derecha, así como su fama de una actitud progresista-rupturista y conservadora, respectivamente.

Publicidad

La llegada del bipartidismo

El bipartidismo consolidado en la democracia facilitó la continuidad de dicha aritmética. En las elecciones generales de 1977, las primeras tras la dictadura de Francisco Franco, este sistema de reparto de escaños se mantuvo. El PSOE de Felipe González se sentó a la izquierda, guardando el extremo al Partido Comunista. A su vez, la UCD de Adolfo Suárez ocupó el centro derecha, cediendo el extremo a la Alianza Popular del exministro franquista Manuel Fraga. 

Algo similar pasó en Cataluña. En la legislatura posterior a sus primeras elecciones autonómicas de la democracia, celebradas el 20 de marzo de 1980, el PSC ocupó los sillones del centro izquierda. En el extremo se ubicaron los comunistas del PSUC, mientras que Convergència i Unió (CiU) y los Centristes de Catalunya (UCD) ocuparon la parte derecha.

[Los resultados históricos de las elecciones catalanas, de 1980 a 2017]

Con la progresiva aparición de nuevos partidos la tendencia se mantuvo. Cuando el PP entra en el Parlament en 1992 se sienta a la derecha de CiU, y cuando Ciudadanos lo hace en 2006 se queda con los escaños del centro, a la derecha del PSC. 

Publicidad

La implosión del sistema de partidos

En palabras de Gabriel Colomé, profesor titular de Ciencia Política en la UAB y director del máster en Márketing Político de dicho centro, este resultado electoral parte de un efecto “no previsto” de los comicios de 2012: la “implosión del sistema de partidos”.

A medida que el discurso soberanista coge fuerza, los socialistas se embarcan en una crisis identitaria. El primer cisma llega con la propuesta impulsada por CiU y Esquerra en septiembre de 2012, que plantean la adopción de un compromiso para «consultar» al pueblo catalán la posibilidad de que Cataluña se constituya como Estado propio durante la legislatura siguiente.

Finalmente, el PSC estableció la disciplina de voto en la abstención. Esta decisión provocó la fuga de figuras como la de Ernest Maragall, diputado y hermano del expresidente socialista de la Generalitat Pasqual Maragall. También la renuncia de varios miembros de la Ejecutiva regional del PSC en Girona, que secundaban la propuesta del Govern.

Publicidad

Las elecciones de 2015

ERC y Convergència se presentaron unidas a las autonómicas de 2015 bajo la coalición Junts pel Sí, que planteó los comicios como un plebiscito. Consiguieron 62 escaños, una mayoría con la que pudieron imponerse en el reparto de asientos que acuerda la mesa de partidos al inicio de cada legislatura.

El experto en comunicación política estratégica de la BSM Pau Canaleta señala que, posiblemente, la decisión de Junts pel Sí de sentarse en la parte izquierda del hemiciclo fuera una imposición de ERC a Convergència. No obstante, el mantenimiento de esta tendencia en 2017 podría responder a dos variables, en su opinión. Por un lado, que Ciudadanos exigiera sentarse en el centro-derecha tras convertirse en el partido más votado. Por el otro, que JxCat quisiera consolidar su viraje hacia un perfil más progresista. Esta tendencia se confirma no solo por su ubicación en el Parlament, si no por la incorporación de caras asociadas a la izquierda, como la de Jordi Sánchez. 

Colomé argumenta que esta división del Parlament materializa que los dos ejes históricos de competencia que habían funcionado en Cataluña hasta 2012, el identitario y el ideológico, se fusionan en uno solo. “Se crea un eje único, que obliga a situarse a favor o en contra de la independencia, blanco o negro, sin permitir el matiz”, señala. 

El solapamiento a la izquierda

Con este movimiento, Junts se reubica de manera autónoma dentro del tablero de juego político. Pasa a mostrarse como una formación progresista, pese a ser consecuencia de Convergència, partido tradicionalmente ubicado en el espectro de centro derecha.

Canaleta destaca que esta redefinición de las formaciones independentistas como movimiento intrínsecamente progresista no surge únicamente desde dentro del Parlament. Se respira, a su vez, de lo que se vive en la calle. “El votante independentista se autoubica a la izquierda, mientras que asocia al votante constitucionalista al espectro más conservador”, apunta el experto.

“Junts descubre que su espacio de crecimiento no puede ser sobre la derecha”, puntualiza Colomé, quien también ve en el movimiento la intención de solaparse sobre el electorado de ERC, impidiendo así que los republicanos ganen unas elecciones con sobrada mayoría. 

Un nuevo escenario en el horizonte

El barómetro de opinión política del Centro de Estudios de Opinión (CEO) de la Generalitat evidencia que las preocupaciones en Cataluña han cambiado. La encuesta del tercer trimestre de 2017 arrojaba que la mayor preocupación para el 48,9% de los catalanes encuestados era las relaciones entre Cataluña y España. Por el contrario, la del tercer trimestre de 2020 muestra que lo que más preocupa es la sanidad, con el 55,8% de las respuestas.

Esto puede suponer que, cinco años después, las elecciones del 14 de febrero abran un nuevo escenario. “La independencia ya no es el tema candente”, sostiene Colomé, para quien el argumento que movilizará a los votantes ahora serán los “temas sociales”. 

Lo que parece asegurado es que Esquerra tendrá la llave que abra todas las puertas. Tras la votación deberán elegir, con su política de pactos, entre mantener la división identitaria dentro del Parlament o recuperar el eje ideológico que se perdió con el ‘procés’.

2 Comentarios

Ya no se pueden publicar comentarios en este artículo.