Pocas reinfecciones e inmunidad entrenada: esperanzas para que las vacunas funcionen ‘a la primera’

inmunidad anticuerpos covid
Así actúan los anticuerpos ante un virus | M.V:
Tiempo de lectura: 7 min

1. Anticuerpos más allá de 7 meses en la mayoría de recuperados

Si tienes dudas sobre si te has puesto o no una vacuna o si has pasado una enfermedad infecciosa, puedes hacerte una serología de inmunidad. En ese análisis de sangre se verá si hay anticuerpos o no, generados por el organismo al haber entrado en contacto con un virus.

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Lo normal es que estés protegido, justamente gracias a ellos, pues su función es la de intentar bloquear el acceso de los patógenos a las células (anticuerpos neutralizantes) y dar la voz de alarma para que se active el ejército celular de nuestras defensas.

La mayoría de estudios hasta la fecha llegan a dos conclusiones. Los anticuerpos tras pasar la covid son duraderos. ¿Cuánto? Mínimo, lo que llevamos de pandemia. Dos recientes muestreos llegan a la conclusión preliminar de que al menos entre siete (6.000 personas estudiadas en la Universidad de Arizona) y ocho meses (185 convalecientes, en California) Y han podido medir que el ritmo de caída a lo largo del tiempo de los títulos de anticuerpos es lento.

Es posible que quien ha tenido coronavirus SARS-CoV-2 leve o asintomático vea cómo muchos de sus anticuerpos «duraderos» (IgG) van desapareciendo a partir del segundo o tercer mes. Se cree que tiene que ver con la carga viral que soportó ese organismo. Si fue poca, con suerte, apenas tuvo síntomas, pero la duración de los anticuerpos tampoco parece larga en algunas personas de este grupo.

Y ojo, no todos los anticuerpos son iguales. Puede que decaigan algunos, pero los verdaderamente importantes parecen ser los neutralizantes que van a por la proteína S del virus. Es decir, las puntas o llaves con las que se abre paso en las cerraduras de las células. Esa es justo la diana de las principales candidatas a vacunas.

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2. T,  B, NK. No todo son los anticuerpos en la sopa de letras inmunitaria

Incluso sin anticuerpos, el organismo sigue defendiéndose. Un sistema inmunitario sano y bien entrenado cuenta con células con memoria. Cuando vuelve el virus (o ha visto partes de él en forma de vacuna), tira rápidemente de la lista de los más buscados patógenos. Y va a por él. Ahí entran en juego las células (o lifocitos) T y B.

«Hay datos sólidos que sugieren que la respuesta de las células T también es importante para la protección e inmunidad frente al SARS-CoV-2 y posiblemente sea independiente de la respuesta de los anticuerpos», explica a Newtral.es desde el Instituto La Jolla de California Sydney Ramirez. En julio copublicó un estudio en Cell que ahora se complementa con este trabajo preliminar sobre anticuerpos, y con otro de un equipo de Wuhán (China).

Allí vieron que una treintena de pacientes conservan a día de hoy inmunidad gracias a sus células T, que vistas al microscopio, se lanzaban a atacar al SARS-CoV-2 cuando se las exponía en una placa de laboratorio, lo que hace pensar que ocurrirá lo mismo en su organismo, si el virus vuelve. Es cierto que Wuhán, precisamente, está libre de coronavirus, así que comprobar esto, por ahora (y por fortuna) es difícil.

Los principales ensayos de candidatas a vacunas más avanzadas han medido la respuesta de las células T. Y parece que todo funciona según se esperaría. Tras recibir la(s) dosis vacunales, parecen quedar entrenadas.

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También han observado en La Jolla que hay otras células que conservan memoria tras pasar la infección y, seguramente, tras vacunarse. Los linfocitos NK (Natural Killer) son verdaderos destructores, artillería pesada de las defensas que también se acuerdan de los malos. Y junto a esta línea bruta, los linfocitos B. Esto es muy importante, porque son responsables de fabricar anticuerpos.

3. Los anticuerpos desaparecidos pueden volver

El equipo del Instituto La Jolla ha observado que el número de células B de los convalecientes sigue creciendo con el tiempo. Eso quizás explique por qué en algunas personas los índices de anticuerpos, en distintos análisis a lo largo del tiempo, sean tan distintos. Primero bajos, luego se disparan, luego decaen y vuelven a subir.

El estudio es interesante porque se centró en pacientes de covid leve. Y es el primero en observar la respuesta inmune a un virus con tanto detalle.

4. Anticuerpos derivados de otras enfermedades o vacunas pueden ayudar

El tema de la llamada inmunidad cruzada sigue siendo tan interesante como controvertido. No es fácil medir hasta qué punto haber pasado otras enfermedades infecciosas ayuda a las defensas a combartir el SARS-CoV-2. Como hemos explicado aquí, en general, todo ayuda. Pero un catarro pasado no garantiza la protección frente a la covid.

Es posible que haberse expuesto a otros coronavirus de resfriado deje en alerta a nuestras defensas. Y en caso de contraer el SARS-CoV-2, todo quede en una covid leve o asintomática. Como si de una vacuna moderadamente efectiva se tratase. ¿Explicaría eso la levedad de la covid en población infantil?

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La Miseria, de Cristóbal Rojas
La Miseria, de Cristóbal Rojas. Una estampa de la tuberculosis, cuya inmunidad resulta ahora importante.

Para eso debe darse una condición: que las defensas naturales estén a punto. Y como explicaba aquí la inmunóloga Margarita del Val (CBMSO-CSIC), cuanto más mayores nos hacemos, peor tienden a organizarse nuestras defensas.

En la misma línea, otras vacunas pueden servir de ayuda a la hora de que el cuerpo combata al SARS-CoV-2. Por ejemplo, una línea de investigación sostiene que profilaxis como la de la tuberculosis contribuye a contener la infección (no evitarla). De igual manera que la vacuna de la gripe o la triple vírica, que pueden ayudar a algunas personas a combatir los efectos más graves de la covid, como la inflamación descontrolada.

Eso sí, no podemos confiarnos

Como en casi todo lo relacionado con este nuevo coronavirus, aún quedan incógnitas por resolver. Y la inmunidad es un rompecabezas complejo. Empezando porque la respuesta de cada persona puede ser muy distinta. Esto puede explicar los pocos, pero nada desdeñables casos de reinfecciones demostradas.

En inmunidad, cada persona puede ser muy distinta y responder de diferente forma, sobre todo cuando es mayor.

Siguiendo por que la covid más grave es una enfermedad, las más de las veces, derivada de una desajustada respuesta de ese sistema inmunitario.

Una prueba de ello es que si el punto 4 aplicase al 100% de la población, la pasada primavera de 2020 no hubiera supuesto un drama sin precedentes en la historia reciente de la humanidad. Es evidente que hay un grupo de población (sobre todo, mayores y con patologías previas) que no estaba en absoluto protegido de la covid grave, por muchos catarros pasados o vacunas que tuviera puestas.

¿Se explica la alta proporción de asintomáticos o leves por esa inmunidad más o menos entrenada de otros coronavirus o patógenos? Puede ser. Pero no es suficiente. De ahí la necesidad de vacunas efectivas en todos los grupos de población. Sumando todas las piezas del puzle inmunitario, parece que, como mínimo, las primeras candidatas nos darán una protección duradera frente a las covid más graves.

Está por ver que eviten que el virus se reproduzca lo suficiente en nuestras células como para que podamos contagiar. Y así parar las cadenas de transmisión visibles o invisibles.

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