De incendios ‘inextinguibles’, a lluvias e inundaciones inusuales. Esto ya no va (sólo) de un asustado oso polar sobre un iceberg. Se ve “en tiempo real”, según el último informe de base científica del Panel Intergubernamental del Cambio Climático (IPCC) de la ONU, la gran revisión de toda la evidencia publicada sobre la emergencia del clima hasta que se realiza cada cinco o siete años.
“La vida en la Tierra puede recuperarse de un cambio climático importante con nuevas especies y creando nuevos ecosistemas. La humanidad no”. Esta frase está extraída de la segunda parte del informe, aún no publicado oficialmente. Filtrado a través de AFP en junio, a su elocuencia se le ponen hoy cifras con una revisión de datos sin precedentes de las últimas décadas.
El grupo de Avance Científico del IPCC ha presentado la primera parte de ese dosier, basado en la revisión de unos 14.000 artículos científicos. En él confirman que buena parte de las olas de calor, episodios de frío e inundaciones extremas, tormentas tropicales y subida del nivel del mar no se pueden explicar sin la acción humana y la emergencia climática asociada. Lo que antes ocurría cada siglo, ahora pasa cada década o cinco años. En concreto, el panel no tiene dudas sobre el incremento de las olas de calor, lluvias torrenciales (no necesariamente inundaciones), grandes incendios y sequías.
También ve plausible, aunque con menos evidencia o muy poca por el momento de que ya estén ocurriendo con más frecuencia de manera generalizada: fuertes vientos, tormentas e inundaciones. Normalmente lleva décadas recopilar datos que prueben la relación de unos eventos con la emergencia climática. Tampoco está claro cómo o si está afectando el derretimiento ártico al aire de las latitudes medias.

El informe proyecta que en las próximas décadas los cambios climáticos aumentarán en todas las regiones. Para +1,5°C de calentamiento global (objetivo del Acuerdo de París), habrá crecientes olas de calor, temporadas cálidas más largas y temporadas frías más cortas. A +2°C de calentamiento global, los extremos de calor alcanzarían con mayor frecuencia umbrales de tolerancia críticos para la agricultura y la salud, muestra el informe.
Lo peor: Para mediados de siglo, el umbral de +1,5 ºC habrá quedado superado en todos los escenarios. Pero podría haber sido peor. Desde los años sesenta, los océanos y bosques han absorbido el 56% de todo el CO2 que la humanidad ha emitid, pese a que esas emisiones hayan aumentado un 50%. Sin la ayuda de la naturaleza, la Tierra sería un lugar mucho más caliente.
También hay algunos puntos de no retorno rebasados. Parte de los daños o inercias son irreversibles, especialmente los centrados en nivel de los océanos y derretimiento glaciar. Sin embargo “la buena noticia es que la mayoría pueden revertirse o evitarse” con “recortes decididos” en las emisiones de CO2 y metano, gases de efecto invernadero controlables por los humanos. De hecho, el peor de los escenarios climáticos (de emisiones, realmente) se considera «poco probable», pero depende de alcanzar «el cero neto en emisiones”, ha explicado la Copresidenta del Grupo de Trabajo I del IPCC, Valérie Masson-Delmotte.
“Este informe es una verificación de la realidad. Ahora tenemos una imagen mucho más clara del clima pasado, presente y futuro, que es esencial para comprender hacia dónde nos dirigimos, qué se puede hacer y cómo podemos prepararnos”.

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Calentamiento global
Del código de barras al ‘afrancesamiento’ del verano. Los gráficos definitivos de la emergencia climática
El informe IPCC apunta a las cero emisiones de CO2 antes de 2050
La comunidad científica está de acuerdo en que con cero emisiones se acabará logrando detener el aumento de la temperatura. Sin embargo, como explicaba a Newtral.es el físico José Luis García desde Greenpeace, frenar el calentamiento global es como parar un camión sin frenos. Aunque en motor se pare, seguirá avanzando un tiempo por inercia. “Por eso hay que recortar emisiones cuanto antes. No podemos relajarnos cuando decimos que hay que reducir a la mitad la emisión de CO2 para 2030”. Las ‘cero emisiones’ netas implican, como mínimo, que todo gas de efecto invernadero que emita la actividad humana sea capturado (por tecnologías de absorción o por árboles y océanos).
Por eso, otros científicos más pesimistas, creen que hay algunos puntos de no retorno ya superados. En este sentido, Phillip Williamson, profesor honorario de la Universidad de West Anglia (Reino Unido) cree que hay evidencia “de lo que no queremos escuchar: que el calentamiento global puede haberse visto ya autorreforzado y que, por lo tanto, hemos pasado el punto de no retorno para detener el cambio climático a largo plazo”.

Aquí es donde entrarían en juego tecnologías para la retirada o absorción de CO2 de la atmósfera. De eso tratará la tercera parte del informe del IPCC, que se presentará formalmente en 2022. Sin embargo, también se ha filtrado a través de Ctxt, y el panel de expertos considera que esas tecnologías aún no están suficientemente desarrolladas.
Por otro lado, “el cambio tecnológico implementado hasta ahora no es suficiente para alcanzar los objetivos climáticos ni de desarrollo. Desde 2010 el coste de las tecnologías renovables ha disminuido por encima de las expectativas (especialmente la solar -87%, y las baterías -85%), pero en total, solar y eólica representan el 7% del suministro eléctrico”. El borrador de ese documento plantea que la curva de emisiones de CO2 se doblegue en 2025 y el informe de este lunes recalca que sí estamos a tiempo si los recortes se producen desde ya. Es decir, apunta directamente al modelo productivo y de consumo.

El informe del IPCC ve un planeta ‘en fiebre’
El informe muestra que las emisiones de gases de efecto invernadero de las actividades humanas son responsables de aproximadamente 1,1°C de calentamiento desde 1850-1900, y que en promedio durante los próximos 20 años se espera que la temperatura global alcance o supere esos 1,5°C de calentamiento extra desde la Revolución Industrial. Puede parecer poco, pero hace un tiempo la NASA hizo un paralelismo con la fiebre humana.
Un grado y medio de temperatura más en el planeta equivaldría a unos 5ºC de más en el cuerpo humano, es decir, pasar de nuestros habituales 36,5ºC a más de 41ºC, lo que se acerca a una temperatura potencialmente mortal.
1,5ºC pueden parecer pocos, pero el impacto a nivel local es muy diferente. La región mediterránea, de las peor paradas.
Por otro lado, esos 1,5ºC son un promedio. Hay lugares que se calientan más y otros menos. Lo que experimentan las personas a menudo es muy diferente al promedio global. Por ejemplo, es más del doble en el Ártico. “El cambio climático ya está afectando a todas las regiones de la Tierra, de múltiples formas. Los cambios que experimentamos aumentarán con un calentamiento adicional ”, ha señalado el copresidente del Grupo de Trabajo I del IPCC, Panmao Zhai.
En la región mediterránea “es claro que hay una influencia humana y del cambio climático en eventos extremos” como olas de calor recurrente y lluvias torrenciales, ha dicho Zhai. “Pero no podemos atribuirlo o medirlo de manera individual”. Algunos episodios tórridos sí que serían inexplicables, creen, sin que la emergencia climática entre en juego.
António Guterres, secretario general de la ONU, ha advertido que estamos ante “un código rojo para la humanidad. Las campanas de alarma son ensordecedoras y la evidencia es irrefutable: las emisiones de gases de efecto invernadero por la quema de combustibles fósiles y la deforestación están asfixiando nuestro planeta y poniendo a miles de millones de personas en riesgo inmediato”.
La mayoría de efectos devastadores de la emergencia climática se plantean para el escenario más pesimista, lo que se denomina técnicamente ‘RCP8.5’. Ese escenario se suele asimilar al término business as usual, que implica no cambiar nada en las tendencias y habituales niveles de quema de combustibles fósiles y destrucción de ecosistemas.
Las campanas de alarma son ensordecedoras y la evidencia es irrefutable. Las emisiones están asfixiando nuestro planeta y poniendo a miles de millones de personas en riesgo inmediato.
António Guterres, secretario general de la ONU
Por fortuna, existen ya políticas orientadas a cambiar eso, pero como se evidenció en la Cumbre del Clima de 2019, el problema es la ambición política para realizar cambios profundos que impliquen recortes en el CO2 y el metano a nivel global. Es decir, es posible que ‘RCP8.5’ no sea el escenario más probable, pero tampoco es realista el escenario de emisiones más optimista.
Los líderes mundiales ha señalado que los hallazgos deben forzar nuevas medidas de política como una cuestión de urgencia, también oara cambiar la economía global hacia una base baja en carbono. Los gobiernos de 197 países se reunirán este noviembre en Glasgow para tratar de llegar a un acuerdo sobre el clima en el contexto de la Cumbre del Clima COP-25, tras el pinchazo de la COP-25 celebrada en 2019 en Madrid.
El Mediterráneo ya ha superado los +1,5ºC
“El Mediterráneo es una zona particularmente sensible donde se aprecia con mayor rapidez el impacto del calentamiento global”, asegura el director del departamento de Ciencias de la Tierra del Centro de Supercomputación de Barcelona-CNS, Francisco Javier Doblas-Reyes. Esta es una de las conclusiones más evidentes del informe científico del IPCC. Para Doblas, uno de los redactores del documento, “la cuenca Mediterránea es donde se observa un mayor calentamiento y más rápido del continente europeo y del norte de África. Es una de las zonas calientes del calentamiento global junto a zonas del Ártico y otras en los Trópicos“.
El sureste peninsular ya tiene un paisaje propio de su clima semiárido. Y, a finales de siglo, la masa vegetal puede cambiar notablemente si no se actúa contra el incremento global de las temperaturas por encima de 1,5 grados respecto a la era preindustrial. El Mediterráneo ya ha superado esa barrera.
Esta máquina del tiempo de ‘El Objetivo’ nos lleva a 2090. Pero, es más bien una máquina del clima. Porque funciona con carbono. Cuanto más le ponemos, más lejos nos lleva en las proyecciones climáticas que advierten de futuros bosques convertidos en estepa, inundaciones en la costa, salinización de acuíferos y radicales cambios en la economía agraria.