Miden una prometedora respuesta inmune en la candidata a vacuna de Oxford

Ensayos clínicos de vacuna COVID-19 en Sudáfrica | Epa/Efe
Ensayos clínicos de vacuna COVID-19 | Epa/Efe
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Distintos laboratorios han empezado a publicar en revistas científicas los resultados de sus primeros ensayos en fase 1-2. Todo marcha sobre ruedas por el momento y así se preveía. Se han hecho ensayos en grupos pequeños de personas voluntarias y se ha probado la generación de anticuerpos sin apenas reacciones adversas.

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Pero la vacuna de la Universidad de Oxford (con el nombre ChAdOx1 y en alianza con AstraZeneca), inyectada en 543 individuos (de una muestra superior a 1.000), nos aporta alguna novedad respecto a sus homólogas en China o Estados Unidos.

El equipo investigador ha medido no sólo la respuesta natural del organismo en forma de anticuerpos, como reacción a un trozo de virus troyano inyectado. Ha medido también la respuesta de otro tipo de defensas: las células T.

«Los resultados preliminares del un ensayo de fases 1-2 mostraron que la vacuna indujo fuertes respuestas inmunitarias de anticuerpos y células T hasta el día 56 del ensayo en curso», explican los autores en su artículo revisado y publicado en The Lancet. Eso sí, el grupo en que se ha medido es pequeño aún.

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En cuanto a su efecto, no sólo es que salte la primera línea de alerta y defensa, los anticuerpos. Se ha probado con claridad, por primera vez, una respuesta general de las fuerzas especiales que son las células T citotóxicas. Su papel es parecido al de los GEO, en la metáfora de seguridad y defensa. Liquidan células infectadas con ataques contundentes y específicos, después de que les den la alerta.

Lo interesante de las células T es que guardan memoria. Incluso aunque los anticuerpos hayan desaparecido de la sangre, para recordar cuáles son los pátogenos más buscados, las T (patrulleras y atacantes) aún pueden acordarse y actual en cuanto el virus vuelva a entrar en el organismo, impidiendo su replicación generalizada dentro de las células.

Como explicaba a Newtral.es el investigador del Institut de Recerca de Sida de Barcelona Irsicaixa Jorge Carrillo, «este es un punto importante». De la misma manera que no tenemos claro el grado de protección que tenemos tras pasar la COVID-19, teniendo o no ya anticuerpos en sangre, «para el desarrollo de vacunas sí es relevante medir el número o título de estos que generamos y su persistencia», señala.

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Aún no se ha determinado la correlación inmune para la protección contra el SARS-CoV-2. La inmunización con esta vacuna da como resultado una «inducción rápida de respuestas inmunes tanto humorales (antocuerpos) como celulares (linfocitos T de las defensas)».

«Se deben realizar más estudios clínicos, incluidos en adultos mayores, con esta vacuna», dicen los autores. En el ensayo de Oxford, los participantes (91% blancos) tenían entre 18 y 55 años.

Sólo dolor de cabeza, por ahora

Las respuestas de las células T dirigidas a las punta de los ‘pinchos’ o mazas del SARS-CoV-2 aumentaron en los 43 participantes estudiados. El pico se alcanzó después de 14 días. La respuesta de las células T no aumentó con una segunda dosis de la vacuna, lo que es coherente con otras vacunas de este tipo.

En comparación con el grupo de control (que recibió una vacuna contra la meningitis), «la vacuna contra el SARS-CoV-2 causó efectos secundarios menores con mayor frecuencia, pero algunos de estos podrían reducirse tomando paracetamol», dicen los autores. Es decir, a la mayoría de voluntarios les terminó doliendo la cabeza.

No hubo eventos adversos graves de la vacuna, más allá de fatiga o ese dolor de cabeza. Que no se muestren otros efectos adversos en grandes grupos de población, como personas mayores, es el objetivo de la próxima fase a la que se enfrenta la vacuna de Oxford.

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Ahí deberán probar también su eficacia generalizada en el mundo real. Es decir, exponiéndose al virus en la calle. Según los autores, «estas respuestas [inmunes] pueden ser aún mayores después de una segunda dosis, según un estudio de subgrupo de 10 participantes».

Más de 10.000 personas participarán en la próxima etapa de los ensayos en el Reino Unido. También habrá una gran prueba en la que participarán 30.000 personas en EE.UU., 2.000 en Sudáfrica y 5.000 en Brasil.

A por la producción antes de otoño

Con ya 140 proyectos, la carrera de las vacunas, iniciada realmente en abril, puso a Reino Unido a la cabeza cuando anunció que produciría viales de su candidata de Oxford antes de probar sus eficacia y seguridad. Una apuesta arriesgada en la que AstraZeneca cuenta con aliados en países como India, con megafactorías.

La tecnología o plataforma de la vacuna inglesa es la de vector viral. Implica que se inyecta, en realidad, un virus desactivado que nada tiene que ver con el SARS-CoV-2. Es una especie de troyano. En su interior hay genes que sí son como un libro de instrucciones para fabricar trocitos inocuos del SARS-CoV-2 dentro del organismo.

La vacuna china de CanSino también ha mostrado respuestas de las células T en una muestra menor.

La vacuna de CanSino, que se prueba ahora entre personas del Ejército de China, también ha demostrado eficacia y seguridad en grupos reducidos de voluntarios, en total 329 personas. En los resultados, también publicados en The Lancet, también se señalan respuestas específicas de las células T a los 28 días de la inyección-

Esta vía es algo más rápida (igual que la vacuna genética de Moderna) que el método tradicional, que consiste en inocular virus desactivados. Es lo que sí está haciendo tres de los laboratorios chinos (Sinovac, IMB y Sinopharm), por ejemplo, y que también han demostrado algunos resultados prometedores en sus primeras fases.

Las dosis del laboratorio chino Sinovac llegaron este lunes a la ciudad brasileña de Sao Paulo, donde está previsto que a partir de hoy comiencen a ser aplicadas a 9.000 voluntarios, todos ellos trabajadores de la área de la salud, informa Efe.

La contrarreloj de las vacunas

La futura vacuna contra la COVID-19 se ha convertido no sólo en el espejismo de vuelta a la vieja normalidad. Puede ser la bomba atómica del siglo XXI. Su papel para agitar el tablero geopolítico de intereses cruzados ha desatado una carrera cuyo impacto, por el momento, es más comercial que científico.

«Los plazos para desarrollar una vacuna normal son de entre 12 o 15 años», explicaba a Newtral.es alguien que conoce bien llevar décadas trabajando en la de la tuberculosis en España: Carlos Martín Montañés, investigador jefe del Grupo de Genética de Micobacterias en la Universidad de Zaragoza, encargado del desarrollo de una nueva profilaxis contra aquella enfermedad respiratoria, aún con brotes en algunos países.

«En nuestra vacuna llevamos 20 años –precisa Martín Montañés–. Vimos acortar plazos en la de ébola. Y se tuvo prácticamente en 18 meses. Nada comparable a lo que estamos viendo ahora para COVID-19″. Como recordaba aquí, «la primera vacuna que tengamos seguramente no sea la mejor». Pero supondrá un alivio.

https://vimeo.com/419330231
Así arrancó la carrera de las vacunas en fase clínica en mayo

En España, el Laboratorio de Coronavirus del CNB apuesta por construir un virus atenuado a partir de su código genético, fuera del cuerpo, y criarlo en ‘microgranjas’ de plásmidos (genes que ‘flotan’ en las células). También se trabaja en la tecnología de vector con virus de viruela. En mayo empezaron los ensayos en animales.

El experto en Salud Píublica del Centro de Preparación para Epidemias de Oslo (CEPI) Tung Thanh Le cree que «es concebible que algunas plataformas de vacunas se adapten mejor a subtipos de población específicos (como ancianos, niños, mujeres embarazadas o pacientes inmunocomprometidos)».

Además: todo sobre el coronavirus, en 10 vídeos: La Covidpedia