De bombas víricas a no transmisores. «Reconozcamos nuestros conocimientos limitados», decía a Newtral.es la doctora y experta en bioética Concha Bonet, en relación al papel de la infancia en la pandemia de coronavirus. Esta experta de la Asociación Española de Pediatría de Atención Primaria (AEPAP) ha sido siempre cauta a la hora de sentenciar lo que parece que la evidencia va confirmando: los niños más pequeños contagian peor el SARS-CoV-2.
¿Justifica eso que estas Navidades no se contabilicen entre el número de personas que se junten en una casa? Ese es el planteamiento inicial de Cataluña y Galicia. El presidente de la última de estas autonomías, Alberto Núñez Feijóo, aseguró que «los niños de menos de 10 años son, probablemente, personas que tienen un riesgo de infección mínimo. Por tanto, un niño no puede ser considerado como un adulto«.
En Alemania, los lander han acordado que los menores de 14 años quedan excluidos del conteo de personas que como máximo se pueden reunir.

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Colegios y vacaciones:
Gripes, catarros y covid, de las aulas a casa, ¿o al revés?
Consultada por Newtral.es, la Asociación Española de Pediatría (AEP) es clara: «La evidencia respecto a la capacidad de infectarse de los niños por SARS-CoV-2 es cada vez más sólida. Sabemos que los niños pueden infectarse por este virus, pero la mayoría de las infecciones en la edad pediátrica suelen ser leves o asintomáticas».
¿Pueden contagiar? En conversación telefónica con el epidemiólogo y médico de la AEP Quique Bassat, la respuesta es que «pueden, pero parece que de manera menos eficaz». Bassat, al frente del proyecto ‘Kids Corona’ (Hospital Sant Joan de Déu de Barcelona) señala que la vuelta al cole de septiembre ha demostrado, tres meses después, que las medidas implementadas han hecho de las escuelas un lugar seguro, como vieron en campamentos de verano en Cataluña.
Y una prueba de que se respetan las medidas en la infancia es el limitado número de otros virus respiratorios que llegan a los hospitales este año. Especialmente, el virus sincital. La mascarilla –entre otras cosas– parece que funciona.
?? Estamos viendo muchísimos menos casos de bronquiolitis aguda.
— Alberto García-Salido (@Nopanaden) December 2, 2020
?? Es la causa más frecuente de ingreso hospitalario en menores de 2 años.
?? Los más graves los menores de 3 meses.
?? Todos los años se saturaban las unidades de intensivos pediátricos.
?? LO ESTÁIS HACIENDO GUAY. https://t.co/c9r99YQBIF
El riesgo de las vacaciones, la burbuja se rompe
«Más allá de que los niños transmitan peor el virus, las estrategias bien seguidas parecen cortar en seco cualquier foco –matiza el investigador– . Se detectan casos, pero tienen origen en las casas y no dan lugar a muchos secundarios en escuela. Tanto porque no llega al aula (el alumno se queda en casa) como porque es neutralizada inmediatamente».
Justo por esa razón opina que no es razonable dejar de contar a niños mayores de dos años por considerarlos no transmisores. «Ahora, con las vacaciones, se rompe la rutina y la burbuja», momento de más riesgo. Algo que comparten desde la AEP.
«Sí que ha quedado claro que los niños pueden infectar a otros niños o
adultos, sobre todo en situaciones donde no se respetan las medidas básicas de prevención (uso de mascarillas, ventilación adecuada, higiene frecuente, distancia física)», precisan desde la Asociación.
Las Navidades implicarán perder tres semanas del marco protector, regulado y facilitado por la rutina de las actividades escolares.
La capacidad de transmisión iría en aumento con la edad de los niños hasta los adolescentes. Algo que está demostrando el equipo de Bassat con un seguimiento a 235 chavales de las categorías de entre 12 y 21 años del Barça. «Si lo desagregas por edades, el grupo que más contagios registra es el de 20 a 29 años», precisa el pediatra.
Desde la AEP advierten: «Las fiestas navideñas implicarán una pérdida de alrededor de tres semanas del marco protector, regulado y facilitado por la rutina de las actividades escolares». Así que, como ocurrió en verano,
«esto puede asociarse a un aumento de la proporción del total de infectados».
Apenas se ha descrito un 1% de brotes asociados propiamente al entorno escolar en España. «Donde había transmisión comunitaria alta, abriendo escuelas, con miles de niños reagrupados, no ha habido un cataclismo que amplificase la transmisión –recuerda Bassat–. Si en un barrio sube la incidencia, abrir o cerrar escuelas no hace subir más rápidamente o bajar la incidencia en esa zona».
Menores en Navidades: las líneas rojas en casa
Para la AEP, estas evidencias no son excusa para relajarse. «Los niños mayores de 2 años de edad deben de contar en el cómputo de personas aceptadas a compartir mesa en las celebraciones festivas». Pero, además, «es recomendable reducir el número total de personas, independientemente de su edad, en entornos cerrados y mal ventilados».
A partir de ahí, trazan una matriz de escenarios de mayor y menor riesgo, a la hora de juntarnos para hacer actividades en grupo un numero importante de personas, por ejemplo, las 10 que establece como máximo Sanidad:
Como se ve en la tabla, llevar o no mascarilla y pasar más o menos tiempo en un determinado espacio son determinantes. Sobre todo porque desconocemos el grado de contagiosidad de cada persona, en caso de ser asintómatica y portadora del SARS-CoV-2.
En este sentido, incluso con todo, los más pequeños podrían ser peores transmisores por cosas tan peregrinas «como su estatura, que no está al alcance todo el rato de las vías respiratorias de adultos», dice Bassat, o que se contagian menos al tener un menor número de receptores (ACE2) para que el virus entre en sus células, respecto a los adultos. Pero el epidemiólogo recuerda que «son teorías o indicios». Casi nada de se ha podido probar científicamente.
«La infectividad está determinada por muchos factores, como la fuerza y la frecuencia con que se tose, la proximidad de los contactos, la ventilación del entorno, etc.», añade la pediatra Begoña Santiago, del Hospital Gregorio Marañón de Madrid. En una entrevista con Mónica G. Salomone en Sinc destaca cómo la consulta de pediatría se ha convertido en un termómetro de la pobreza.
Para Santiago, «si una persona tose con más fuerza proyecta las partículas virales a más distancia. Ese es un factor muy importante». Al pasar la enfermedad con síntomas más leves, los niños tosen seguramente con menor intensidad. Una vez más, un factor, pero no el único.
De los tests familiares y abrazos enmascarados a las comidas por videollamada
Sabiendo esto podríamos plantear el uso de pruebas antes de cada evento familiar, en busca de asintomáticos. Pero Bassat es cauto: «No estamos habituados a los tests (rápidos) para este propósito y es arriesgado. Si tuviera acceso, y sabiendo yo cómo funcionan (e interpretarlos), se lo haría a toda mi familia, pero me preocupa el poco hábito y el que confiemos ciegamente en los negativos».
En todo caso, y ante el debate sobre si las farmacias deberían poder hacer tests de antígeno rápidos antes de los reencuentros familiares, la inmunóloga y epidemióloga Margarita del Val (CBMSO-CSIC) explicaba en La Sexta el 22 de noviembre que «un negativo hoy puede ser un positivo mañana».
O sea, sólo daría pistas sobre el riesgo de contagio si se hace escasas horas antes del encuentro entre personas, ya que la evolución del virus en una persona «puede ser muy rápida». Un negativo no permitiría confiarse del todo.
Por otro lado, en los encuentros con pequeños está la posibilidad de mostrar afecto con gestos que rompan la distancia física, pero con reglas muy estrictas. El pasado verano, una ilustradora plasmó algunos de estos «abrazos seguros» en el New York Times, a partir de recomendaciones recogidas por los Centros de Control de Enfermedades (CDC).

Abrazos al nivel de la cintura, con las caras no enfrentadas o por la espalda. Todos ellos, efímeros y siempre con una buena mascarilla bien puesta. Tanto más segura será una FFP2 que filtra las gotitas que exhalamos como las que emiten los demás.
El resto del rato, distancia, máscara y ventilación, mientras dure la visita de los no convivientes. Y, para Bassat, una línea roja siempre debería ser la de mantener la distancia física con las personas de riesgo.
Otras ideas para los encuentros en familia (no conviviente) es que los niños tengan bien claro lo que pasa y su responsabilidad para que no ocurra nada malo. A estas alturas conocen perfectamente en virus, aunque sólo sea por lo raro que se ha vuelto el cole. Convertir la distancia física en un juego o reto y no reñir o amenazar todo el rato ante los incumplimientos, son algunas de las recomendaciones.
Evidentemente, se podría pensar que las hasta 10 personas que se junten son pseudoconvivientes si pasan hasta diez días de cuarentena previa al encuentro. «Eso sería seguro si nadie sale de casa y no interacciona con nadie más o con muchísimo cuidado –dice Bassat–, sin embargo es poco realista que así ocurra».
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