Interiores con ambiente seco favorecen la propagación del coronavirus

Calefacción doméstica | Shutterstock
Calefacción doméstica | Shutterstock
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Existían sospechas de que los ambientes cálidos y húmedos le ponían más difícil al coronavirus su persistencia en superficies o incluso en el aire. Algunos trabajos preliminares asociaban climas con estas carácterísticas a una menor propagación o incidencia de la COVID-19, como el que hizo la pasada primavera la AEMET y el ISCIII.

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Pero estas correlaciones genéricas estaban más vinculadas a lo geográfico que a lo doméstico o laboral. Llegó junio y se dispararon los contagios en mataderos y plantas de tratamiento de carnes. ¿Ambientes de trabajo fríos y secos con proximidad entre empleados?

Parecía un factor más, aunque también se vio que las condiciones en que vivían esos trabajadores eran, en ocasiones, más determinantes que su entorno de trabajo en sí.

Ahora, un equipo de Alemania e India ha recopilado y analizado evidencias de que la transmisión aérea del coronavirus SARS-CoV-2 a través de partículas de aerosol (gotitas menores a 5 micras) en interiores parece estar fuertemente relacionada con la humedad relativa del aire.

Un equipo del Instituto Leibniz de Investigación Troposférica (TROPOS) en Leipzig (Alemania) y del Laboratorio Nacional de Física CSIR en Nueva Delhi (La India) ha analizado y cruzado una decena de estudios internacionales sobre el tema.

Su principal conclusión es que una humedad relativa del 40% al 60% podría reducir la propagación de los virus y su absorción a través de la membrana mucosa nasal. Por lo tanto, para contener la pandemia de COVID-19, es extremadamente importante «implementar estándares para la humedad del aire interior en habitaciones con muchas personas, como hospitales».

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Aerosoles, coronavirus por el aire más seco

Durante mucho tiempo, se consideró que la principal vía de transmisión de las gotitas con virus era el contacto directo de persona a persona, debido a que las infectadas estornudaban, tosían y secretaban el virus. al hablar. Debido a que estas gotas son relativamente grandes y pesadas, caen muy rápidamente al suelo y solo pueden cubrir distancias muy cortas en el aire.

La recomendación de mantener una distancia mínima de 1,5 m a 2 m (distanciamiento dísico) se basa en este supuesto. Sin embargo, también se han registrado brotes de COVID-19, que parecen deberse a la presencia simultánea de muchas personas en una sala (ensayos de coro, un restaurante, mataderos, etc.).

Una distancia de seguridad de 1,5 m aparentemente no es suficiente cuando hay personas infectadas y sanas juntas en una habitación durante mucho tiempo. Investigadores holandeses han podido demostrar que pequeñas gotas de 5 micras de diámetro, como las que se producen al hablar, pueden flotar en el aire hasta 9 minutos.

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Algo que, para la investigadora del SCHE-IETCC-CSIC Teresa Cuerdo, experta en sistemas de ventilación y responsable del estudio sobre vivienda y coronavirus, tiene todo el sentido. Una mayor humedad relativa del aire implica que hay más agua en forma de vapor o microgotas en un ambiente. Estas tienen capacidad para agruparse, pesar más y ‘caer’ uniéndose y arrastrando posibles virus suspendidos, como una lluvia invisible.

El equipo de investigación indo-alemán ahora está señalando otro aspecto que ha recibido poca atención y podría volverse particularmente importante en la próxima temporada de gripe: la humedad interior en relación a lo que se suspende en el aire y la capacidad de nuestra nariz para retenerlo en cada respiración.

Los físicos de Alemania e India han estado estudiando las propiedades de las partículas de aerosol durante años para estimar mejor sus efectos sobre la calidad del aire o la formación de nubes. «En la investigación de aerosoles, se sabe que cuanto más húmedo es el aire, más agua se adhiere a las partículas y pueden crecer y ‘caer’ más rápido», explica desde Leipzig el doctor Ajit Ahlawat (TROPOS).

Revisando la literatura científica, encontraron trabajos que se remotaban a 2007 centrados en otros coronavirus como el SARS-CoV-1 y el MERS, así como el de la gripe (influenza). Todos llegan a una conclusión parecida: la humedad del aire influye en la propagación de los virus.

En concreto, lo hace de tres maneras: A menos humedad, las glotas que flotan vuelan más y más lejos. Aunque, también es verdad, si se ‘seca’ toda el agua, pueden tener menos oportunidad de ser peligrosas ya depositadas en superficies, sobre todo.

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No todo virus flotante es activo. Pero destacan que la sequedad no es ahí una garantía. Siguen manteniendo en cierta proporción su capacidad infectiva, aunque eso es verdaderamente difícil de medir.

Y, en tercer lugar: los ambientes secos, consecuentemente, resecan nuestras mucosas. Pierden efectividad a la hora de retener patógenos que entran por la nariz «y se hace más permeable al virus», en palabras del doctor Ahlawat.

Ojo a las calefacciones

Los nuevos hallazgos son particularmente importantes para la próxima temporada de invierno en el hemisferio norte, cuando millones de personas se alojarán en habitaciones con calefacción, especialmente la que no implica la inyección de aire.

«Calentar el aire fresco también asegura que se seque. En zonas de clima frío y templado, por lo tanto, el clima interior suele ser muy seco durante la temporada de calefacción. Esto podría favorecer la propagación de virus», advierte el profesor Alfred Wiedensohler, también de TROPOS.

Las calefacciones clásicas por radiadores de agua caliente son el típico ejemplo. Por el contrario, la tecnología de los aparatos de aire, que funcionan a la inversa que un aire acondicionado, suelen expulsar aire cálido y húmedo.

El contenido de agua líquida de los aerosoles juega un papel importante en muchos procesos en la atmósfera, aunque solamos fijarnos más en las propiedades ópticas, como por ejemplo la neblina.

A mayor humedad, las gotitas crecen más rápido, caen antes al suelo y las personas sanas pueden inhalar menos. «Un nivel de humedad de al menos el 40% en los edificios públicos y el transporte local, por lo tanto, no solo reduciría los efectos del COVID-19, sino también de otras enfermedades virales como la gripe estacional.

Desde el punto de vista de los investigadores, el aire del exterior también puede reducir el riesgo de transmisión. En este sentido, Teresa Cuerdo, no involucrada en este estudio, recuerda que «hemos perdido la cultura de la ventilación en el hogar. En las oficinas es quizás más difícil, pero es preciso contar con ventilación mecánica que evite el retorno de aire sucio».

Cuerdo también destaca que hay viviendas donde la humedad no es una elección. Como pone de manifiesto su estudio sobre el hogar durante el confinamiento, los condionantes sociales han hecho del hogar un sitio inseguro para la salud, en algunos casos.

La OMS ya recomienda mantener las estancias con una humedad relativa de entre el 40% y el 60%

De manera genereal, la Organización Mundial de la Salud (OMS) ya recomienda mantener los interiores en una humedad relativa del aire de entre el 40% y el 60%.

Anteriormente a la crisis del SARS-CoV-2, «sabemos que hay casas con humedades permantes, por encima del 70%, que también son un riesgo «de otras patologías, por ejemplo, por proliferación de esporas de hongos».

En general, más allá de la humedad, los investigadores de este último análisis piden seguir las medidas ya conocidas: Mantener el distanciamiento físico, tener el menor volumen posible de personas por habitación y llevar mascarilla. Esta última medida es la más efectiva para que no haya apenas virus flotando en el ambiente, con o sin humedad.