Los 5+2 errores por los que se coló el coronavirus

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Hace un año, estábamos equivocados. Wuhán parecía lejos. Y un 3 % de letalidad, poco. Convivimos con otras infecciones que matan lo mismo o más. Pero no llegamos a echar unas cuentas que empezaron a enmarañarse cuando llegó la palabra pandemia. Vimos la covid, pero cometimos errores.

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Y empezamos a contar errores. O más bien, brechas por las que se coló el virus (antes de) aquel marzo de 2020. Otros vendían después, pero relacionados con el control de la pandemia en cada país, cuando ya sabíamos que nos habíamos equivocado retratando al virus bajo estos erróneos supuestos:

Compararlo con otros (corona)virus

¿Y si ese virus de la China oriental se extendise a todo el mundo? El primer error fue quizás ponerle un nombre igual a de su hermano genético. El SARS. Como con las guerras mundiales o las del Golfo, ahora aquel es el primer SARS.

El Gran SARS de 2002. Porque fue mortífero en Asia. Y este nuevo SARS tenía menos letalidad. Y aquel básicamente se quedó en otro continente. Aquí llegarían uno o dos casos, que es lo que pasó hace casi dos décadas.

Pero no. Porque este virus nuevo ha confirmado ser mayoritariamente leve. Eso tiene dos lecturas. La buena es obvia: un 1 % de letalidad, como regla general, 3 % en las cifras que reportaba China al principio. Y la mala es que podía ir saltando de persona en persona silenciosamente.

Este coronavirus comparte un 80 % de los genes del SARS. Pero el diablo de los errores está en los detalles. Un ligero cambio en sus instrucciones genéticas de ARN pueden marcar una gran diferencia en contagiosidad o virulencia. En este caso, lo primero pesó más que lo segundo. Pero para mal.

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Los contagios asintomátios, otro de los errores contra la covid

Eso nos lleva al segundo y gran error: los asintomáticos. Ahora sabemos que hasta un 24% de la transmisión se produce por personas que nunca desarrollaron síntomas. Entonces, la OMS, como muchas otras personas expertas, restaron relevancia en la epidemia al papel de los asintomáticos, conforme a la experiencia previa de otras enfermedades infecciosas.

Y, a diferencia de la gripe, que también mata mucho a nivel global, el SARS-CoV-2 puede ser contagioso días antes de mostrarse síntoma alguno. En concreto, el pico de contagiosidad se da entre 48 horas antes de los primeros síntomas y dos días después de aparecer. Aunque hay gente que ha contagiado en un periodo mayor.

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Entre los errores, el sesgo del pasado. Una enorme resistencia a reconocer el contagio asintomático porque hemos olvidado las enfermedades que se propagaban de forma parecida, como tuberculosis. Quizás porque las conseguimos curar, tenemos vacunas o… están muy lejos.

Más contagios por aire que por superficies: mascarillas necesarias

Algunas de esas viejas y presentes enfermedades se transmiten por el aire. Mucho más, cuando estamos en presencia y cerca de otra persona. Pero entonces, como ahora, pocos creían que podía ocurrir incluso gran distancia. El tercer error fue obsesionarnos con desinfectar superficies cuando la cercanía entre personas y compartir el aire estanco se ha demostrado la vía más típica y efectiva para el contagio.

De la obsesiva limpieza de manos a la propaganda pandémica enfundada en EPI de fumigación. Si con la gripe o virus digestivos, las manos y superficies limpias marcan la diferencia, con el coronavirus los gobiernos se han volcado en medidas performativas, de más impacto visual que epidemiológico.

De la misma manera que esa higiene parece haber contribuido a llevar a mínimos los contagios por otros patógenos, para el SARS-CoV-2 el aire ha terminado siendo más importante que las superficies.

El famoso debate de los aerosoles. Al principio se pensó que eso sólo pasaba al manejar pacientes. Pero hemos documentado contagios entre personas que no estaban cerca, pero sí en sitios cerrados mal ventilados. Otra cosa es si es la vía principal de contagio o no. Claramente, los fómites –tocar superficies y llevar las manos a boca, nariz u ojos–, no.

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Desde restaurantes a vehículos, pasando por salas de reuniones o casos más extremos y raros como ascensores o baños con respiraderos interconectados.

Y estos dos últimos errores nos llevan a un cuarto: pensar que las mascarillas no eran necesarias para gente sana. Ahora sabemos que tan importante es proteger al resto como protegernos del resto. Sobre todo en interiores, donde el tipo de mascarilla y su ajuste es relevante.

Un virus que muta poco… pero lo sufuciente

También pensamos entonces que, como buen coronavirus, mutaría poco en comparación con otros, como el de la gripe. Y eso ha sido cierto, pero con los contagios disparados en casi todo el mundo, se le ha dado la oportunidad de adaptarse.

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Ya hay una mutación que ha conseguido escaparse parcialmente de los anticuerpos de parte de quien ha pasado la enfermedad o se ha vacunado.

Las actuales vacunas parecen seguir evitando los casos graves con variantes con la mutación E484K. Pero son menos eficaces a la hora de reducir el total de infecciones. En concreto, ha recortado el éxito de la vacuna de Janssen, que se ha probado en Sudáfrica, hasta dejar su eficacia en los ensayos realizados allí en el 57%.

Buenas noticias entre los errores covid: no todo eran los anticuerpos

Pero esto nos lleva a un sexto error, positivo, en este caso. Teníamos bastantes dudas sobre si la inmunidad sería duradera y eficaz con las vacunas. Y al final hemos visto que no todo son los anticuerpos, que nos hemos vuelto locos midiendo, con test de dudosa eficacia, en los primeros meses de pandemia.

Las defensas del organismo son muy completas en personas sanas y han demostrado entrenarse muy bien con ‘poca cosa’. Hay escasas reinfecciones documentadas en general, aunque las segundas pueden ser graves también.

Y las variantes no están inutilizando por completo todas las vacunas.

Vacunas muy eficaces antes de lo previsto

De hecho, el pasado marzo también creímos muy difícil tener una vacuna efectiva antes de 18 meses. Y, 12 meses después, tenemos al menos ocho. No sólo eso. Los laboratorios y agencias regulatorias contaban hacia el verano con poder tener unas primeras vacunas en diciembre o enero con eficacias de alrededor del 60%.

Prácticamente todas superan el 80% en los ensayos y en la realidad pandémica, para prevenir la covid sintomática. Y están recortando la mortalidad por coronavirus prácticamente al 100%.

Aún más: no tenemos seguridad de que estas primeras sean capaces de cortar la transmisión. Contamos con que hay población que se contagiará asintomáticamente, aun estando vacunada. Y quizás sigan contagiando, aunque levemente.

Pero los datos preliminares de ensayos con algunas vacunas en asintomáticos y la realidad epidemiológica de lugares como Israel o Escocia, donde se ha vacunado mucho, rápido y con seguimiento científico, apuntan a que las vacunas usadas sirven para controlar la transmisión más de lo pensado.

Ojalá más errores así en 2021.

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