En las redes sociales y en sitios de promoción del dióxido de cloro circula desde hace semanas una carta del Dr. Luis Prieto Valiente, médico colegiado y catedrático de Bioestadística Médica en la Universidad Católica de Murcia. Además, trabajó en el pasado en la Universidad Complutense de Madrid y se formó en la Universidad de Oxford. Te explicamos qué es el dióxido de cloro y el clorito de sodio.
En su carta dirigida a «los colegas de la medicina más ortodoxa», el doctor pide probar el dioxido de cloro (CDS) como tratamiento contra el nuevo coronavirus y alienta su uso experimental «en pacientes con pronóstico incierto o malo» pese a no estar autorizado como medicamento y reconocer que no hay evidencia científica sobre su utilidad.
Prieto Valiente anima a los médicos a «permitir el uso de CDS como Intervención No Comprobada (INC) en profilaxis y tratamiento del COVID-19, siempre que el paciente bien informado lo solicite». Entre sus argumentos, compara lo que sucede con el dióxido de cloro con el origen de la penicilina.
Mientras se efectúan estas intervenciones experimentales, Prieto Valiente sugiere «realizar estudios pilotos rápidos (…) con el fin de comprobar si el CDS es eficaz y seguro». Estos estudios «serían seguidos por estudios más amplios si arrojaran resultados alentadores».
Según la carta, sobre la que nos habéis realizado varias consultas a través de nuestro servicio de verificación por Whatsapp (+34 627 28 08 15), existen testimonios de médicos y pacientes que constituyen un «indicio razonable y relevante de la posible eficacia y seguridad del CDS». También señala que «no parece haber efectos secundarios constatados».
En otro tramo de su carta, que tiene 25 puntos, Prieto Valiente cuestiona a las organizaciones que alertan sobre los riesgos para la salud del dióxido de cloro y plantea que «ninguno de estos comunicados justifica sus afirmaciones de condena del CDS con estudios propios o referencias».
Qué es el dióxido de cloro y qué es el clorito de sodio
Como ya indicamos en diferentes verificaciones, ni las soluciones de dióxido de cloro (CDS) ni las de clorito de sodio (conocidas como Solución Mineral Milagrosa, MMS) son medicamentos. No solo no sirven como cura contra el coronavirus u otras enfermedades, sino que pueden ser peligrosas para la salud.
[El dióxido de cloro no cura el coronavirus; al contrario, es peligroso para la salud]
Tampoco es verdad que no existan estudios que hayan desestimado la utilidad de estas soluciones, como se afirma en la carta. Y su uso como Intervención No Comprobada (INC) no puede ser llevado a cabo sin la autorización de las autoridades correspondientes establecidas por ley.
A continuación, verificamos algunas de las afirmaciones de la carta y analizamos el contexto en el que se publica:
La revista de Aravaca llena de noticias sobre el dióxido de cloro
La carta de Prieto Valiente fue publicada el 11 de septiembre en Madrid Market, que se presenta como «la revista por y para los vecinos del barrio de Aravaca, Madrid». En una visita al sitio web de la revista se pueden observar algunos artículos sobre el barrio madrileño, pero también una gran cantidad de textos de defensa del dióxido de cloro. Desde entrevistas con presuntos médicos y gurús hasta la difusión de las actividades de organizaciones promotoras de esta sustancia.
Junto a la carta, Prieto Valiente brindó una entrevista de vídeo a este mismo medio titulada: «Queridos colegas médicos, el dióxido de cloro no es tóxico y no tiene efectos secundarios en las dosis farmacológicas generalmente usadas«. Esta entrevista también ha sido difundida en las redes por los promotores del CDS.
El uso del dióxido de cloro como Intervención No Comprobada
La carta de Prieto Valiente comienza citando la Declaración de Helsinki de la Asociación Médica Mundial y, en particular, su artículo 37 sobre Intervenciones no Probadas en la Práctica Clínica, en el que se señala lo siguiente:
«Cuando en la atención de un paciente las intervenciones probadas no existen u otras intervenciones conocidas han resultado ineficaces, el médico, después de pedir consejo de experto, con el consentimiento informado del paciente o de un representante legal autorizado, puede permitirse usar intervenciones no comprobadas, si, a su juicio, ello da alguna esperanza de salvar la vida, restituir la salud o aliviar el sufrimiento. Tales intervenciones deben ser investigadas posteriormente a fin de evaluar su seguridad y eficacia. En todos los casos, esa información nueva debe ser registrada y, cuando sea oportuno, puesta a disposición del público«.
Al respecto, Prieto Valiente plantea que «si un paciente con pronóstico incierto o malo quiere probar una opción terapéutica de la cual hay indicios de utilidad, aunque aún no haya evidencia científica, el médico no debe negarle esa posibilidad alegando que no está plenamente demostrada su eficacia».
Además, señala que «no se puede exigir la realización previa de un Ensayo Clínico Controlado, Aleatorizado y doble Ciego, ECC, que tardará meses en realizarse», ya que «la lógica más elemental y la ética más básica plasmada en el citado artículo 37 de los Acuerdos de Helsinki nos dicen que debemos recabar urgentemente información sobre este recurso y usarlo con prudencia en concepto de INC».
Hemos consultado sobre la Declaración de Helsinki y la interpretación realizada por Prieto Valiente al Dr. Otmar Kloiber, secretario general de la Asociación Médica Mundial, la organización que ha elaborado la Declaración de Helsinki.
“Claramente el artículo 37 no es un argumento para utilizar el dióxido de cloro. Hay muchas sustancias tóxicas que son desinfectantes pero nunca recomendaría a nadie que ingiera estas sustancias con fines de tratamiento médico”, explica Kloiber en diálogo telefónico con Newtral.es.
“El dióxido de cloro es una sustancia muy agresiva que reacciona más o menos con todo. Es fuertemente desinfectante y cuando entra en contacto con estructuras orgánicas comienza a destruirlas. Entonces, cuando lo ingieres, destruye indiscriminadamente. Lo que necesitas con un antivirus es algo muy específico que no destruya tus células, sino al virus”, añade.
[No, no hay evidencias de que estas tarjetas de dióxido de cloro limpien el ambiente de coronavirus]
Según explica Kloiber, el artículo 37 de la Declaración de Helsinki no es una vía libre para probar cualquier sustancia. “No puedes decir: ‘Tengo una bonita sustancia, vamos a probarla’», aclara. El secretario general de la Asociación Médica Mundial señala que las Intervenciones no Probadas deben ser usadas en forma restrictiva y bajo normas muy precisas. En el artículo 37 se exige el consentimiento del paciente pero también habla del «consejo de experto».
Kloiber sugiere que en estos casos se consulte a un comité ético y aclara que las Intervenciones no Probadas requieren de protocolos científicos y estudios previos −con cultivos celulares, animales y teorizaciones sobre los efectos en humanos− que avalen la experimentación clínica.
«Todo eso lleva un tiempo por muy buenas razones: para proteger a la gente. En el caso del dióxido de cloro esto no superaría el primer paso», asegura.
El origen de la Declaración de Helsinki y el uso compasivo de medicamentos en España
La Asociación Médica Mundial, aclara Kloiber, fue fundada tras la Segunda Guerra Mundial con el fin de crear una guía de ética médica a nivel internacional. En ese contexto, la Asociación aprobó en 1964 la Declaración de Helsinki, que luego tuvo sucesivas actualizaciones.
Según el secretario general de la organización, el concepto más importante que introdujo la declaración es la necesidad del consentimiento del paciente en cualquier investigación médica, así como la creación de comités éticos.
En cualquier caso, no se trata de una declaración vinculante y los usos compasivos de los medicamentos deben seguir las leyes nacionales correspondientes. En España, encontramos el Decreto Legislativo 1/2015, de 24 de julio, por el que se aprueba el texto refundido de la Ley de garantías y uso racional de los medicamentos y productos sanitarios.
En el artículo 24, sobre Garantías de disponibilidad de medicamentos en situaciones específicas y autorizaciones especiales, se reconoce la autoridad en el tema a la Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios (AEMPS), que ya se ha manifestado en forma contundente contra el dióxido de cloro aquí.
La comparación engañosa del dióxido de cloro con la penicilina
A continuación, en los puntos 3 y 4 de su carta, Prieto Valiente alude a los orígenes de la penicilina como argumento para defender la necesidad de experimentar con el dióxido de cloro.
El autor de la carta dice que «muchos tratamientos nuevos entraron en la medicina como INC, obligados por la impotencia y la urgencia ante pacientes abocados a la muerte, no tras meticulosos estudios previos». Y añade: «Ejemplo paradigmático es la penicilina. Fleming vio su efecto bactericida en 1928 pero ante la dificultad para cultivar el penicillium abandonó esa línea de investigación. Su utilidad en humanos se constató con Anne S. Miller en 1942, en Estados Unidos».
Hemos consultado sobre el asunto a dos especialistas en historia de la ciencia, quienes se muestran en desacuerdo con el intento de comparar la penicilina con el dióxido de cloro.
«Decir que la penicilina no se usó tras sistemáticos estudios previos, sino por la necesidad de salvar una vida, me parece del todo incorrecto», señala a Newtral.es Javier Yanes, doctorado en Inmunología y Biología Molecular.
«Es cierto que Fleming nunca aisló la penicilina, esto lo hicieron después Florey, Chain y sus colaboradores en Oxford. Pero la utilidad de la penicilina en humanos ya se había constatado antes de lo de Anne Miller en 1942 que dice esa carta. Este fue el primer caso en Estados Unidos, pero en Inglaterra Florey, Chain y Cols habían probado ya la penicilina, primero en ratones y luego en varios casos en humanos que describieron en The Lancet«, explica Yanes, quien también trabaja como periodista científico y escribió diversos artículos sobre los comienzos de la penicilina.
«Florey y Chain emprendieron estudios meticulosos según la metodología que era corriente en la época, como detalla el estudio de The Lancet. Ignoro si el médico que trató a Miller en Estados Unidos había leído el estudio de los ingleses, pero desde luego es una versión deformada de la realidad decir que antes de aquel caso no se habían emprendido estudios meticulosos», agrega Yanes. «Y por otra parte, tratar de aplicar a la realidad actual la metodología que se empleaba hace 80 años es ignorar 80 años de ciencia«.
Antonio González Bueno, catedrático de Historia de la Farmacia en la Universidad Complutense de Madrid y director del Museo de la Farmacia Hispana, considera que la comparación realizada por Prieto Valiente está descontextualizada.
«Está totalmente descontextualizado. No se le puede pedir a la penicilina que pasara por esas etapas porque no había agencias reguladoras. Ahora estas agencias existen para evitar que se pongan en el mercado productos contrarios a la salud pública», señala a Newtral.es. «Ahora ninguna agencia va a autorizar ningún tipo de medicamento en esas condiciones. Omite años de experiencia sobre los medicamentos».
Es falso que no haya estudios sobre los efectos negativos del CDS
En el punto 5 de su carta, Prieto Valiente cuestiona la falta de «estudios propios o referencias» en los comunicados de la Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios (AEMPS) y diferentes organizaciones en los que se alerta sobre los efectos negativos del dióxido de cloro.
Recordemos que la AEMPS emitió en 2010 una alerta sobre la comercialización del MMS como medicamento ilegal. Además, la agencia publicó este año un nuevo comunicado advirtiendo sobre «los riesgos graves para la salud del consumo de dióxido de cloro o MMS».
En el mismo comunicado, la AEMPS cita las advertencias de la Administración de Alimentos y Medicamentos de los Estados Unidos, que señala que quienes están consumiendo MMS «están bebiendo lejía». También de la Organización Panamericana de la Salud, la BFarm alemana o las autoridades sanitarias de Australia, entre múltiples gobiernos y especialistas a nivel internacional.
En España, también el Instituto Nacional de Toxicología alertó en septiembre de que la «Solución Mineral Milagrosa» es un compuesto tóxico nocivo para la salud.
A estos comunicados se unen otros de la Organización Médica Colegial (OMC) de España, que publicó un informe de 16 páginas titulado Valoración del dióxido de cloro como tratamiento frente al coronavirus (SARS-CoV2) con varias referencias bibliográficas.
En el informe, la OMC explica que los estudios sobre el dióxido de cloro no suelen llegar ni siquiera a las pruebas clínicas o preclínicas con animales de laboratorio porque no superan las primeras pruebas en células.
«Nos encontraremos en un círculo vicioso porque antes de las pruebas clínicas e incluso de las preclínicas con animales de laboratorio, es obligado hacer las primeras pruebas sobre líneas celulares. Y (…) su mero mecanismo de acción redox va a impedir la superación de esta fase, por cuando la oxidación in vitro de las proteínas celulares dará cuenta de que intoxican inespecíficamente células microbianas y humanas, razón por la cual un desinfectante de ambientes y superficies no es apto como medicamento«, señala el informe de Pedro Hidalgo Fernández, Coordinador del Observatorio de la Prescripción de la OMC.
El informe de la Organización Médica Colegial cita este estudio sobre la oxidación in vitro de las proteínas celulares producidas por la lejía, además de otras investigaciones que se pueden consultar en las referencias del documento.
También hemos consultado sobre el dióxido de cloro a la Sociedad Española de Bioquímica y Biología Molecular (SEBBM), que nos ha remitido para explicar sobre sus efectos a un artículo escrito por José Ramón Alonso, neurobiólogo y catedrático de la la Universidad de Salamanca.
En dicho artículo se citan más de diez estudios científicos sobre la toxicidad del dióxido de cloro y el clorito de sodio. Aquí, aquí, aquí, aquí, aquí, aquí y aquí se pueden consultar algunos de ellos.
Es falso que el dióxido de cloro no tenga «efectos secundarios constatados«
En el punto 6 de su carta, Prieto Valiente señala que «no parece haber efectos secundarios constatados» sobre el consumo del dióxido de cloro o el clorito de sodio.
Sin embargo, según el informe de la Organización Médica Colegial que hemos citado, la «Administración de Alimentos y Medicamentos de Estados Unidos ha recibido notificaciones de personas que han sufrido efectos adversos tras ingerir dióxido de cloro, incluyendo entre ellos»:
• Insuficiencia respiratoria causada por una situación grave en la que la cantidad de oxígeno transportado por la sangre se reduce considerablemente (metahemoglobinemia).
• Cambios en la actividad eléctrica cardiaca (prolongación del intervalo QT), que puede llevar a arritmias potencialmente mortales
• Hipotensión grave potencialmente mortal causada por deshidratación.
• Insuficiencia hepática grave.
• Disminución de las células sanguíneas, debido a la destrucción de glóbulos rojos con mayor rapidez de lo que el organismo es capaz de producir (anemia hemolítica), que necesitó transfusión sanguínea.
• Vómitos y diarrea graves.
A su vez, la AEMPS menciona los siguientes posibles efectos del consumo del dióxido de cloro:
- Su consumo directo puede producir dolor abdominal, náuseas, vómitos, diarrea, que pueden llevar a deshidratación, fallo renal, anuria, anemia hemolítica y metahemoglobinemia.
- Sus vapores pueden causar irritación ocular o respiratoria, broncoespasmo o incluso edema pulmonar.
El Servicio de Información Toxicológica, a su vez, informó que «ha atendido de abril a julio un total de 26 consultas telefónicas relacionadas con intoxicaciones por consumo de esta sustancia».
Sin pruebas científicas sobre los efectos positivos reportados por presuntos médicos
A lo largo de su carta (puntos 11 a 17), Prieto Valiente cita los testimonios de presuntos médicos en España y Latinoamérica que destacan los supuestos efectos positivos del dióxido de cloro «en miles de pacientes». También resalta las palabras de un grupo de 11 obispos en Ecuador.
No tenemos pruebas de que esto sea así, aunque es posible que haya pseudomédicos o médicos individuales que apoyen el CDS teniendo en cuenta que su uso está muy extendido en algunos países. En cualquier caso, esto no constituye ninguna evidencia científica de que sirva como cura contra el coronavirus, como reconoce el autor de la carta.
La postura de la Facultad de Medicina de la Universidad Complutense
En algunos mensajes virales se cita al autor de la carta como «un profesor médico de la Universidad Complutense de Madrid». Sin embargo, el decano de la Facultad de Medicina de la Universidad Complutense, Javier Arias, señala a Newtral.es que Prieto Valiente no trabaja en la actualidad en dicha institución.
«El Dr. Prieto Valiente no es profesor de la Universidad Complutense en la actualidad. No sé si ha llegado a ser Catedrático en la Facultad de Medicina en algún momento. Si ha sido así, debió haber sucedido hace muchos años», aclara Arias en un correo electrónico.
«La Facultad de Medicina de la Universidad Complutense no avala en absoluto las afirmaciones de este señor. De hecho, intentamos inculcar a nuestros estudiantes competencias suficientes para que puedan distinguir las terapias probadas, con base científica, de todas aquellas pseudoterapias, preconizadas por charlatanes, movidos generalmente por intereses económicos o mero afán de notoriedad, que suelen además intentar apoyar sus argumentos en postulados empíricos o directamente pseudocientíficos, o incluso asociando su nombre con el de alguna institución de prestigio», agrega.
Según se puede observar en esta página de la UCM, Prieto Valiente ha sido profesor de Bioestadística Médica de la universidad en el pasado, aunque en los registros actuales ya no figura como docente. En cualquier caso, su opinión sobre el dióxido de cloro no refleja la postura de la institución.
El Colegio de Médicos de Murcia marca distancia
El Colegio de Médicos de Murcia, del que Prieto Valiente es colegiado y donde ha impartido en junio un curso sobre Bioestadística Médica, también se ha distanciado de los comentarios acerca del dióxido de cloro.
«El Dr. Luis Ignacio Prieto Valiente es médico colegiado en el Colegio de Médicos de la Región de Murcia y ha impartido el curso ‘Conceptos básicos de análisis estadístico para médicos’ (materia ajena a las pseudociencias, las cuales no tienen cabida en nuestra organización) dentro del programa de Formación del Colegio de Médicos», señaló la organización médica ante la consulta de Newtral.es.
Además, la entidad indicó que «se adhiere al posicionamiento de la Organización Médica Colegial sobre las pseudociencias, que es el siguiente: ‘No forman parte del acto médico aquellas acciones u omisiones que, al margen del ejercicio de la Medicina, un ciudadano con la condición de licenciado o especialista pueda realizar en relación a sus convicciones, creencias, tendencias, ideología o cualquier otra circunstancia’”.
Resumen
Resumiendo lo expuesto, ni el dióxido de cloro (CDS) ni las soluciones de clorito de sodio conocidas como Solución Mineral Milagrosa (MMS) son medicamentos ni sirven para curar el coronavirus u otras enfermedades. Por el contrario, su uso puede ser peligroso para la salud. Así lo advierten la Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios, el Instituto Nacional de Toxicología, la Organización Médica Colegial, la Sociedad Española de Bioquímica y Biología Molecular y numerosas organizaciones a nivel mundial.
No es verdad, como afirma la carta, que no existan investigaciones científicas que hayan descartado la utilidad de estos productos. Tampoco es cierto que no haya efectos secundarios constatados. La Organización Médica Colegial recopila casos de insuficiencia respiratoria, cambios en la actividad cardíaca, hipotensión grave, insuficiencia hepática, anemia hemolítica, vómitos y diarreas graves.
Por otro lado, el uso del dióxido de cloro como Intervención No Comprobada (INC) en casos graves de coronavirus no puede ser llevado a cabo sin la autorización de las autoridades correspondientes establecidas por ley. El artículo 37 de la Declaración de Helsinki que se cita en la carta no es un argumento válido para probar cualquier sustancia, aclaran en la Asociación Médica Mundial, autora de esta declaración. Las INC requieren de protocolos científicos y estudios previos que avalen la experimentación clínica, además de la autorización del paciente.
Los especialistas en historia de la farmacia que hemos consultado, en tanto, señalan que la comparación con el origen de la penicilina es engañosa y que «es incorrecto decir que la penicilina no se usó tras sistemáticos estudios previos».
Por último, no son correctos los mensajes virales que citan al Dr. Prieto Valiente como profesor actual de la Universidad Complutense de Madrid. El decano de la Facultad de Medicina, Javier Arias, señala que el médico no trabaja en la actualidad en dicha institución y que la UCM no avala «en absoluto» sus afirmaciones sobre el dióxido de cloro.
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