En defensa de las bibliotecas: “Se prestan libros pero también se ayuda a tramitar el Ingreso Mínimo Vital o a hacer un currículum”

Día del Libro bibliotecas
Imagen: Stokkete | Shutterstock
Tiempo de lectura: 11 min

María Teresa descubrió la saga literaria de Harry Potter gracias al conductor del bibliobús al que acudía cuando era pequeña, que pasaba por su ciudad, Elche (Alicante), los jueves cada dos semanas: “Le dijo a mi madre que era un libro que todos los niños querían, que estaba triunfando. Luego, cada vez que salía uno nuevo, yo le pedía al del bibliobús que me avisase en cuanto llegara. Me llamaba por teléfono para decírmelo y yo lo reservaba. Lo hacía con Harry Potter pero también con todos los de Pesadillas de R. L. Stine”. 

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Apenas tiene libros de la infancia, ni del niño mago ni del famoso Manolito Gafotas de Elvira Lindo: “Mis padres no compraban libros, solo algunos que me mandaban en el colegio y que no estaban ni en la biblioteca principal ni en el bibliobús o que estaban prestados. Pero leía muchísimo. En mi casa durante unos años entraba el dinero justo y ellos entendían que teniendo libros gratis, no había necesidad de comprar”, explica María Teresa a Newtral.es.

El de Irene, procedente de Avilés (Asturias), es un caso parecido. Tampoco conserva lo que leyó cuando era pequeña y recuerda que disfrutaba mucho más “con el hábito de ir a la biblioteca que con el de ir a la librería”: “Para mí era un lugar feliz. Una vez me llevé el premio a la niña que más libros sacó en un año. Además, es un sitio que relaciono con mi bibliotecaria, Gloria. Tenía una relación muy estrecha con ella porque iba casi todos los días. Ahora sigo yendo y creo que le gusta ver lo que consumo como lectora adulta”, cuenta a Newtral.es.

Para Maje, en la biblioteca de su pueblo, Ciñera de Gordón (León), está su origen como lectora. Hija de minero y de ama de casa, recuerda crecer en un hogar con pocos libros, más por imposibilidad de acumulación que porque no se les diese importancia: “Solo a partir de Secundaria empecé a tener mis propios libros, que eran las lecturas obligatorias del instituto. Mi madre veía que me gustaba leer y me decía que así iba construyendo mi estantería personal, siempre y cuando se lo pudiesen permitir”, 

También recuerda la primera vez que se compró un libro con su dinero: “Con el poder adquisitivo hay una tendencia a alimentar nuestro amor por los libros y disponer de ellos solo para nosotros, para leer a nuestro ritmo y sin fecha de devolución. Me daba mucha pena devolver a la biblioteca aquellos que me habían marcado de manera especial”, relata en conversación con Newtral.es.

Bibliotecas en el Día del Libro: no solo para la infancia

Natalia, de Coslada (Madrid), comenzó a usar las bibliotecas desde pequeña y no ha dejado de hacerlo: “No tengo la necesidad de tenerlos en casa todos, no podría física ni económicamente. A veces compro alguno y tomar esa decisión me cuesta. Suelen ser libros muy concretos que estoy segura de que me van a gustar y quiero tenerlos”, explica a Newtral.es. Señala, además, que “mucha gente se sorprendería si supiese que las novedades, en realidad, llegan antes de lo que pensamos”: “A veces es complicado hacerse con ellas, pero gracias al sistema de reservas, no tanto”.

Sobre la demora en adquirir novedades, Roberto Soto, presidente de la Asociación de Profesionales de Bibliotecas Móviles (ACLEBIM), apunta en conversación con Newtral.es que “a veces se debe a la falta de recursos, pero otras veces es por un exceso de burocracia: “Hay administraciones que hacen un concurso público, lo cual te hace perder meses en la gestión. Es como si tienes una frutería y tardas seis meses en comprar la fruta de temporada”, añade.

Tanto Natalia como Irene coinciden en que hay cierta percepción de que la función de las bibliotecas es erigirse como un lugar infantil donde crear hábito lector o como el lugar en el que los adultos estudian. La emancipación suele ir acompañada de la adquisición y acumulación de libros —y otros materiales culturales—: “Tener una biblioteca enorme en tu salón queda genial, pero si soy práctica, yo no suelo releer los libros, solo tengo algunos de consulta”, cuenta Irene. 

Además del estatus que supone la acumulación material, Natalia incide en que el desuso de las bibliotecas tiene que ver con “la inversión del tiempo”: “Hay que molestarse en buscar dónde puedes encontrar determinado libro, si está prestado o no, hacer reservas, acercarse cuando te avisan… Si tienes el dinero, te lo compras y punto”. 

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Julia, de Amusquillo (Valladolid), reconoce que ya no acude a bibliotecas, sino que opta por adquirir los libros que le interesan: “Supongo que al hacerte mayor le empiezas a dar relevancia a poseer, a ir haciéndote tu biblioteca y tener tu colección de libros”, apunta en conversación con Newtral.es.

“Se hace mucho hincapié en salvar las librerías de barrio y las editoriales pequeñas, que lo entiendo, pero no veo ese activismo en salvar o apostar por las bibliotecas”, apostilla Irene. “Lo cierto es que yo no me puedo comprar tantas novedades porque no tengo tanto dinero”, añade. 

Imagen: Diignat | Shutterstock

Más allá del préstamo de libros: labor social en pandemia

Roberto Soto, presidente de ACLEBIM, señala que las bibliotecas son “uno de los servicios más antiguos de la Humanidad” y potenciales agentes de igualdad: “Es una herramienta comunitaria. No solo se hacen préstamos de libros, películas o juegos, también hay cursos sobre cómo pasar una entrevista o para aprender a usar internet para buscar empleo. Con todo eso, se está creando riqueza y conocimiento accesible a todo el mundo”.

Soto recalca que “se piensa erróneamente que son lugares para la infancia, pero no solo”: “Es una estructura pública, gratuita y universal tanto para gente con mayor poder adquisitivo como para gente con menos poder adquisitivo”. Y como apunta Adela Alòs-Moner, presidenta de la Fundación Biblioteca Social, a Newtral.es: “A la hora del cuento vienen niños cuyos padres tienen trabajos cualificados y son de clase alta, pero también niños cuyas familias están en riesgo de exclusión social. Es un espacio de libertad para todos, donde no se discrimina a nadie. Y ese es su gran valor: que es un agente de cohesión social”. 

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Para Julián Marquina, documentalista y autor del informe Bibliotecas ante el siglo XXI: nuevos medios y caminos (Asociación Profesional de Especialistas en Información, 2018), “las bibliotecas siempre son las grandes olvidadas: buenas para la foto, pero sin los recursos que se merecen”. “El abandono presupuestario de las bibliotecas ha pasado de ser una tendencia a ser una realidad. Es una lástima que no se tenga en cuenta el excelente retorno de la inversión para la ciudadanía que sería, aproximadamente, de unos 3 euros por cada 1 euro invertido en ellas”, apunta en conversación con Newtral.es.

Al comienzo de la pandemia, como la mayoría de servicios, las bibliotecas cerraron sus puertas. Sin embargo, apunta Marquina, “en pocos días pudieron organizar todos los equipos de trabajo para llevar toda su actividad a internet ante la imposibilidad de ofrecer sus servicios de manera presencial”: “Tampoco quisieron dejar de lado a aquellas personas que necesitaban y demandaban libros en papel para leer, y se los acercaban de múltiples modos hasta sus casas”, añade. 

Una vez recuperada la actividad presencial, “las bibliotecas han retomado su función social”, apunta a Newtral.es Tomás Bustamante, presidente de la Asociación Andaluza de Bibliotecarios (AAB): “Aquí en Andalucía se ha hecho una gran labor de acompañamiento telefónico a personas que estaban solas, e incluso clubes de lectura por WhatsApp. Las bibliotecas no han sido consideradas servicios esenciales, pero mucha gente esperaba la llamada semanal de su bibliotecario. Incluso nos contactaban para pedir información sobre COVID-19”.

Un ejemplo de lo que relata Bustamante es el programa de cuentacuentos de la Biblioteca Pública Arroyo de la Miel (Benalmádena, Málaga): “Teníamos una actividad de contar cuentos por teléfono para conmemorar el centenario de Gianni Rodari. Hubo que suspenderla, pero cuando retomamos la actividad presencial, lo organizamos todo para que saliese adelante. Hemos tenido tanto niños como ancianos que esperaban la llamada con una ilusión que no te imaginas”, cuenta a Newtral.es Maite Ortigosa, auxiliar de esta biblioteca desde hace 23 años.

Ortigosa explica que en el caso de los ancianos “eran los hijos quienes llamaron para apuntarles en la lista”: “Por aquel entonces muchos mayores aún tenían que estar aislados, no estaban vacunados y estaban muy solos. Habíamos calculado diez minutos por llamada, pero con estas personas nos dimos cuenta de que necesitaban más tiempo porque no solo querían que les contases el cuento, sino un ratito de charla. Ha tenido tanto éxito que hemos hecho que sea una actividad fija, y no solo vinculada al centenario de Rodari”. 

Además, con la recuperación de la presencialidad en las bibliotecas, “la función social ha cobrado más sentido que nunca”, apunta Adela Alòs-Moner: “Se siguen prestando libros pero también se ayuda a tramitar el Ingreso Mínimo Vital o a hacer un currículum. Bien porque no saben o porque no tienen internet en casa. La biblioteca es un lugar que, siendo parte de la administración pública, no tiene los peores aspectos de esta, como la burocracia extrema y compleja. Hace de puente”, añade.

Bibliobús: una biblioteca que recorre los pueblos

También las bibliotecas móviles (o bibliobuses) han recuperado su actividad. En Amusquillo (Valladolid), una localidad de un centenar de habitantes, Julia se inició como lectora gracias a uno de estos autobuses: “El conductor-bibliotecario siempre me avisaba cuando llegaba algún libro que sabía que me iba a gustar, como los de Kika Superbruja”.

Acudía con su abuelo, a quien recogía en casa para ir juntos: “Era como un ritual. En el recreo, desde el patio, veía que llegaba el bibliobús, y luego le recogía para ir a coger libros los dos”, cuenta Julia a Newtral.es.

Esther Gómez trabaja en un bibliobús de Ponferrada (El Bierzo, León), cuya ruta recorre 67 pueblos de la comarca cada mes. “Cuando volvimos tras el confinamiento, la mayoría de la gente estaba esperándonos. No solo somos los bibliotecarios, sino también quienes les escuchamos y acompañamos”, explica a Newtral.es. “Como Ascensión, que se murió con 103 años y venía a pedir consejo cuando salía del médico. Me decía: ‘Mira a ver qué dice de esto que tengo alguno de los tantos libros que tú conoces’”. 

Tras más de 20 años a cargo de un bibliobús, Gómez considera que su labor es la de “hacer llegar la cultura a lugares olvidados”: “No es que la gente aquí lea menos, aquí te vienen con su lista hecha y te piden libros para que los traigas si no los tienes. Compran libros que les han gustado tanto que los quieren tener, pero el bibliobús es su fuente, su proveedor principal. Y un lugar de encuentro social”.

Esther Gómez, en el bibliobús de Ponferrada en el que trabaja | Foto: cedida por ella

2 Comentarios

  • Con respecto a las bibliotecas y los bibliobús algo que los padres deberían fomentar es el hábito en los hijos por la lectura. Nada abre y amplia la mente de nuestros jóvenes que la lectura. Fortalece su capacidad mental y mejora y mucho su capacidad de comprensión. Mi esposa hizo que mis hijas leyeran e hizo muchos esfuerzos para acudir al bibliobús y tuvieran siempre un libro para lectura. Los que seáis padres o quieran serlo ayudar a vuestros hijos a engancharse a la lectura. Será una gran herencia que les dejaréis. Excelente artículo y muy necessrio

  • Belíssimo artigo!

    Aí, como aqui temos realidades muito parecidas, como não ter dinheiro para comprar livros e falta de investimentos em bibliotecas. O que diferencia muito são os trabalhos das Bibliotecas Móveis, aqui, raramente as temos, e quando tem, de forma continuada, são criadas e geridas por pessoas físicas, ou entidades sem fins lucrativos.
    Eu desenvolvo o Inclusão Literária, na raça, contanto com apoios institucionais de pessoas e pouquíssimas empresas, estou há 15 anos nas estradas, hoje já percorrendo 06 Estados brasileiros, a partir de Cuiabá-MT, e conto desde 2017 com o Patrocínio da ENERGISA MT, empresa de eletricidade.
    Mas, mesmo assim, não paro, só este ano já distribuí mais de 3500 livros, apesar da Pandemia.
    Sou um admirador da Ação da ACLEBIM e do Roberto Soto.