En busca de brotes verdes en la Australia devorada por el fuego

El coste de la emergencia climática
Brote tras los incendios de Australia | J. Gourley, EPA
Tiempo de lectura: 7 min

Hace un año, las llamas arrasaban los bosques australianos como ríos de lava. “Era terrible, los niveles de contaminación del aire por los incendios eran tan altos que podíamos oler el humo dentro de nuestras propias casas”, recuerda el investigador Pep Canadell, director del Proyecto Mundial del Carbono (GCP), que vive en la ciudad australiana de Canberra.

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Desde finales de 2019 hasta marzo de 2020, Australia sufrió la peor temporada de incendios desde que existen registros. En total, se produjeron más de 15.000 incendios en todos los estados, que arrasaron más de 17 millones de hectáreas, informa a Newtral.es Darren Grover, el director de Ecosistemas de WWF Australia, quien señala que “se estima que 3.000 millones de animales murieron o fueron desplazados y hasta 7.000 millones de árboles fueron destruidos o dañados”.Los incendios no son una novedad en este país oceánico: constituyen un fenómeno “intrínseco” a sus ecosistemas. Pero la frecuencia e intensidad de las llamas ha aumentado en los últimos años. «Australia es tierra de fuego y las plantas y los animales han aprendido a adaptarse. Sin embargo, los incendios se están produciendo ahora a una escala, frecuencia e intensidad sin precedentes y muchos bosques tardarán décadas en recuperarse. Es posible que algunos nunca vuelvan a su estado anterior», explica Grover.

Un bosque australiano tras los incendios | Imagen cedida por Pep Canadell

La llegada de la primavera austral ha dado un respiro a los bosques y las lluvias han barrido las cenizas de los suelos, pero el panorama sigue siendo “desolador”. “En algunos árboles de eucaliptos, una de las especies más características en esta parte del mundo, están volviendo a crecer nuevas hojas que brotan del tronco dando a los árboles un aspecto extraño: el color verde brillante de estos tallos contrasta con el negro de los troncos quemados”, cuenta a Newtral.es el ornitólogo y científico de la Universidad Charles Darwin (Australia) John Zichy-Woinarski.

“Bajo los árboles ha habido algún brote de hierba tras las lluvias de invierno y, en algunas zonas, hay una proliferación de plantas que sólo germinan después del fuego, incluyendo algunas orquídeas raras. Pero incluso en los bosques que muestran más signos de recuperación, la zona sigue siendo inquietantemente silenciosa: hay muchas menos aves de lo normal”, explica Zichy-Woinarski.

Iniciativas del Gobierno y las ONG para “revivir” las tierras

Para recuperar la vegetación y las especies animales más afectadas, desde las instituciones y las ONG se han puesto en marcha distintas iniciativas medioambientales. “En algunas zonas lo mejor suele ser dejar el bosque en paz para que se recupere, pero en otras es fundamental controlar las plagas animales como gatos, zorros, conejos y caballos, que pueden hacer mucho daño en los ecosistemas quemados”, precisa a Newtral.es David Lindenmayer, experto en ecología del paisaje, conservación y biodiversidad en la Universidad Nacional Australiana.

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Imagen cedida por Pep Canadell, tomada en junio de 2020 cerca de Canberra, Namadgi National Park

El gobierno del país oceánico ha establecido un grupo asesor de expertos para atender a las plantas, animales y comunidades afectadas por el fuego y ha destinado unos 200 millones de dólares australianos (unos 123 millones de euros) a los esfuerzos de recuperación de la biodiversidad.

“Esos esfuerzos se centran en garantizar el bienestar de los animales (por ejemplo, cuidando de los koalas quemados), la recolección de semillas y la administración de suplementos alimentarios de emergencia a la fauna (se lanza comida desde helicópteros para ayudar a los murciélagos de las rocas a sobrevivir en paisajes quemados y sin recursos, entre otras iniciativas)”, explica Zichy-Woinarski, quien forma parte de la Comisión de Conservación de Australia desde 1991.

Además, las medidas incluyen “el control de los depredadores como gatos y zorros, que pueden cazar mucho más fácilmente los animales autóctonos en los paisajes quemados. Pero también, el control de algunos herbívoros, como ciervos salvajes y caballos, que dificultan la recuperación de la vegetación”, añade.

Asimismo, organizaciones medioambientales como WWF Australia han puesto en marcha una serie de proyectos para apoyar a las 119 especies animales en peligro de extinción en las zonas afectadas por los incendios forestales. “Hemos proporcionado fondos para instalar cámaras con sensores para monitorear y proteger a los dunnart -un marsupial parecido al ratón-. También hemos apoyado las entregas de comida por helicóptero a otros marsupiales y hemos ayudado a reemplazar las cajas para los nidos de la cacatúa negra brillante de la Isla Canguro”, cuenta Grover.

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El uso de helicópteros y drones en las tareas de plantación de semillas o reparto de alimentos para animales ha sido clave durante la pandemia, que ha afectado las labores humanas de conservación y recuperación en el campo. “La seguridad es nuestra prioridad número uno, así que, sobre todo durante el comienzo de la crisis sanitaria, el trabajo de campo fue limitado”, precisan desde WWF.

La COVID-19 ha lastrado especialmente las iniciativas ciudadanas y los proyectos de menor escala, “ya que, mucha gente tenía que quedarse en casa y mantener la distancia social”, señala Canadell.

El cambio climático, en el centro de las soluciones contra los incendios

Con el recuerdo de los incendios aún vivo, los expertos miran hacia el futuro de un país en el que las sequías y las temperaturas aumentan. “Las consecuencias de este conjunto de incendios fueron devastadoras, pero aún peor es la probabilidad de que incendios similares se repitan con una frecuencia cada vez mayor, demasiado rápido para permitir la recuperación de las zonas devastadas por los fuegos anteriores”, afirma Zichy-Woinarski.

Las evidencias científicas disponibles son claras: el cambio climático no causa incendios forestales, pero puede hacerlos peores y más frecuentes. “Las condiciones de sequía y el aumento de las temperaturas, asociadas con el cambio climático, hacen que nuestra temporada de incendios forestales comience antes que antes, dure más tiempo y sea más destructiva”, precisan desde WWF.

Así, las soluciones pasan por “evitar un aumento de las peores temporadas de incendios estabilizando el clima, es decir, llevando las emisiones de gases de efecto invernadero a cero”, señala Canadell.

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La dependencia energética al carbón lastra la acción climática

Las llamas también han avivado el debate sobre la inmensa dependencia de Australia al uso del carbón, una de las principales fuentes emisoras de gases de efecto invernadero al planeta, según la Agencia Europea del Medio Ambiente. Del carbón proviene el 75% de la energía eléctrica que se produce actualmente, según datos oficiales de las autoridades australianas. El Gobierno del país ha defendido en numerosas ocasiones el uso de este mineral con polémicas medidas como la apertura, de la mina de Adani en 2019.

Al firmar el Acuerdo de París, Australia se comprometió a reducir sus emisiones entre un 26% y un 28% para 2030, respecto a sus niveles de 2005. Pero el camino hasta alcanzar el horizonte de cero emisiones será largo y requerirá un gran compromiso político y empresarial, señalan los expertos.

Hasta entonces, “tenemos que adaptarnos para vivir convivir con estas temporadas de incendios”. Por eso, se necesita “un sistema nacional de alerta y predicción que pueda prevenir las condiciones extremas con antelación, para que la población pueda prepararse; y aumentar los sistemas de respuesta rápida de incendios”, señala Canadell. Unas soluciones que no deben desviar la atención de políticos y ciudadanos de un problema que marcará las próximas décadas, el calentamiento global.