En 2019, el sector del vino ya estaba muy preocupado. Mientras el Brexit se iba materializando con sus constantes prórrogas, Trump adelantaba el aumento de los aranceles a productos europeos. En medio del remolino político internacional, las bodegas preparaban sus primeras medidas contra el cambio climático, su otro gran frente. El mundo estaba cambiando, el vino luchaba por adaptarse a él… y llegó la pandemia, y con ella, la primavera confinada. El cierre de restaurantes, hoteles y cafeterías, el apagón de las ferias de abril en Andalucía y todos los demás festejos populares ha dejado una herida importante en las cuentas de las bodegas, que ha cicatrizado parcialmente estos últimos meses de apertura. Ahora que los contagios vuelven a aumentar, ¿cómo ve el vino su futuro?
En España, más de la mitad del consumo de vino se produce a través del llamado canal HoReCa (acrónimo de Hoteles, Restaurantes y Cafeterías). Con el cierre generalizado de este canal entre marzo y mayo, el 94% de los productores se han visto perjudicados gravemente, según cifras de la Federación Española del Vino (FEV). “Para muchas bodegas, de hecho, es el único canal”, afirma José Luis Benítez, director general de la FEV. La producción ha caído un 38%, especialmente en las microempresas (negocios con menos de 10 trabajadores), donde ha caído un 54%.
Parte de las bodegas han salvado los muebles gracias a las exportaciones: en otros países, se compra más vino en el supermercado que en el bar. Entre enero y mayo, últimos datos disponibles, España ha exportado 990 millones de euros en vino (un 9,8% menos que en el mismo período de 2019). “No ha compensado, pero sí ha permitido que el hundimiento no sea total”, afirma el director general de la Federación Española del Vino.
Pero no todo es negativo. La pandemia deja dos enseñanzas para los productores de vino. La primera es que hay que darles importancia a las ventas online, que desde marzo han crecido un 161%. Se considera una tendencia estratégica en el sector que puede tener influencia en las ventas del futuro (en la actualidad suponen solo alrededor del 1% de las ventas totales). La segunda es una opinión personal de Benítez, portavoz de la patronal del vino: “Muchos clientes españoles se habrán acostumbrado a hacer algo que no se solía hacer antes: comprar el vino en las tiendas de alimentación. Es algo más común que en otros países”, admite.
La recogida de la uva: sin geles ni espacios seguros del virus
“Trabajar a 40º y llevar la mascarilla puesta es difícil”, resume Emilio Terrón, el secretario del sector agrario de UGT. Terrón considera que el día a día “no ha cambiado” para los trabajadores del campo: “Vamos a trabajar como todos los sectores, con nuestras precauciones y esperar que no nos ocurra nada”. Pero denuncia que las condiciones sanitarias no son las óptimas: “Las empresas tienen que aportar los geles, que brillan por su ausencia. No hay ni para cuando vas a comerte el bocadillo. Las empresas del sector agrario tienen que ser más exquisitas con las medidas para evitar que no nos contaminemos”, critica.
Los rebrotes que se han producido en Aragón o Cataluña tienen una explicación clara para él: el “efecto llamada”. “Los empresarios hacen un llamamiento y los trabajadores van todos para allá. Este año se ha agravado más todavía porque muchos han perdido sus empleos en el sector servicios”. Las condiciones del campo, que en muchos casos se acercan a la explotación, son incompatibles con las medidas recomendadas para evitar la transmisión del virus, según informó Noemí López Trujillo en Newtral.es sobre las condiciones de los temporeros en Huesca y en Lleida.
Terrón critica que esta es la norma de algunos empresarios del agro para conseguir mano de obra barata: “La normativa dice que los empresarios tienen que recurrir a las oficinas públicas de empleo para hacerse un control. Históricamente se ha demostrado que a los empresarios no les gusta mucho esto porque así tienen que cumplir en materia de seguridad y salario”, ironiza. El resultado, según el portavoz de UGT, son pabellones y albergues llenos y falta generalizada de higiene, el abono perfecto para la proliferación del virus. “Es mejor tener 10 trabajadores para un puesto, porque así puedo negociar a la baja para no cumplir los salarios”, considera el sindicalista.
El vino, ante “los cambios climáticos”
“La pandemia pasará, el gran problema del sector sigue siendo los problemas estructurales a los que nos encontramos”, sostiene el director general de la Federación Española del Vino. Para definir estos problemas, recurre a una frase que se ha apropiado del ministro de Agricultura, Luis Planas: el vino debe adaptarse al cambio climático y al “cambio climático comercial”.
El 1,86% de la superficie de España está cubierta por vides. Son 941.000 hectáreas, de las que más de una cuarta parte está especialmente expuesta a la desertificación que avanza en la península ibérica. De esa extensión se recogieron en 2019 siete millones de toneladas de uva. El 98% se convirtió en vino. El sector ha tomado las primeras medidas para enfrentarse a las primaveras secas, los veranos extremos y las escasas aunque intensas lluvias: “Estos cambios afectan a la calidad de la uva, es el momento de desarrollar políticas audaces”, dice Benítez.
Por otro lado, el “cambio climático comercial”. En primer lugar, el Brexit. Reino Unido es el mercado número uno del vino envasado español, especialmente del rioja y del jerez. “¿El británico va a dejar de beber rioja, un producto conocido y consolidado, porque exista el Brexit? Yo diría que no”, sostiene Benítez. Si finalmente se produce el Brexit sin acuerdo comercial, algo que debe materializarse a finales de 2020, el sector del vino prevé un incremento de 10 céntimos por litro vendido. Lo consideran una “piedra más en el camino”, pero asumible, ya que “afectaría a todos por igual”.
Es peor lo que espera al otro lado del Atlántico: el impuesto de Trump a los productos europeos. Se aplicó después de que la OMC diera la razón a EEUU por los históricos subsidios a la británica Airbus –en perjuicio de la estadounidense Boeing– y que habilitaba a los norteamericanos para cobrarse de Europa 7.500 millones de euros en aranceles. Esto ha impactado de lleno al vino español, que ahora Estados Unidos grava con un 25%: “Este porcentaje lo asumen las bodegas. En algunos casos se comparte con las importadoras, pero en la mayoría de los casos, no”, lamenta el director general de la FEV.
?? La #exportación mundial de #vino ha bajado en 157 millones de litros desde la irrupción del #coronavirus.
— OeMv España ? (@OeMv_Vino) August 13, 2020
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Mientras tanto, en España vuelven a aumentar los casos de coronavirus, precisamente por producirse los encuentros sociales en los que prospera el consumo de vino. El sector llama a la calma, cree que todo podrá superarse “en la medida en la que podamos convivir con el virus en una situación de normalidad”. Otra cosa sería una nueva crisis económica, como la que ocurrió hace 10 años: “Una crisis afectaría al consumo y el vino no es un bien de primera necesidad”, admite José Luis Benítez, aunque añade que ahora el sector está más preparado: “En la crisis aprendimos a exportar, a diversificar”.
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