Las vacunas chinas mueven ficha tras los anuncios de Rusia y EE.UU.

Muestras de una vacuna candidata a probarse en humanos en China | CanSino
Muestras de una vacuna candidata a probarse en humanos en China | CanSino
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La doctora Chen Wei ha sido el recurrente icono del poder científico-militar de China. Prácticamente desde que la Organización Mundial de la Salud (OMS) reconoció que los contagios del nuevo coronavirus se podían producir entre humanos, su equipo recicló buena parte de los trabajos realizados para el desarrollo de otras vacunas para tener una contra el SARS-CoV-2 de manera rápida y efectiva.

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Esta médica y general del Ejército Popular de China no escatima en una previsible jerga belicista: “El virus es despiadado (…) esta epidemia es una situación de guerra, y el epicentro es el campo de batalla”, dijo en marzo. Ahora, su candidata a vacuna, de la mano del laboratorios CanSino Biological, está batiéndose en duelo en tierras saudíes.

La vacuna de CanSino y el Ejército, que ha empezado este agosto sus ensayos en fase 3 en 5.000 indiviuduos de Arabia Saudí, ha demostrado eficacia y seguridad en grupos reducidos de voluntarios. En los resultados, publicados en The Lancet el pasado junio, se señalan respuestas específicas de las células T a los 28 días de la inyección.


La doctora Chen Wei, militar que también buscó una vacuna para el ébola, símbolo en el desarrollo de CanSino

La Oficina Estatal china de Propiedad Intelectual ha aprobado la primera patente de una candidata a vacuna contra la COVID-19 para «ser producida en masa en breve tiempo», según publica en un comunicado, reproducido por la prensa local china.

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Según el medio chino Global Times la concesión de la patente demuestra la «originalidad y creatividad» de la vacuna (aunque la plataforma o tecnología con que se aborda no es muy distinta a la de la vacuna de Oxford o la anunciada por Rusia), y «es probable que CanSino solicite también una patente junto con autoridades extranjeras para proteger sus derechos de propiedad intelectual durante la cooperación internacional».

Está basada en un adenovirus del resfriado común, que se usa como un caballo de troya, en cuyo interior se esconden genes propios del SARS-CoV-2. Al infectar el virus del catarro las células, se inoculan en ella instrucciones para fabricar componentes sueltos del nuevo coronavirus, pero incapaces de provocar la enfermedad COVID-19.

Su seguridad y efectividad deberá confirmarse justo en la fase tres. Punto en el que se encuentran también las vacunas de: Oxford en Reino Unido (AstraZeneca) –basada en la misma tecnología–; Moderna en Estados Unidos; y BioNTech en Alemania (Pfizer/Fosum), tal y como recoge la OMS en su última actualización del estado de la progresión de las vacunas.

Otras tres vacunas chinas con virus ‘de verdad’ inactivados

También se encuentran en fase 3 otras tres vacunas chinas con un interesante enfoque clásico, el de virus inactivados. Es decir, tal y como se viene haciendo desde el invento de las vacunas de la polio o la hepatitis A. En estos casos, sí se maneja el patógeno en el laboratorio, frente a las de enfoque genético o de vector viral, donde sólo se trabaja con su ‘libro de instrucciones’ en forma de genes.

El virus se inactiva mediante calor o procesos químicos, de manera que es incapaz de acceder y replicarse dentro de las células de la persona a la que se inyecta. Sin embargo, las defensas del organismo (anticuerpos y células T de memoria, por ejemplo), reconocen a este virus muerto como intruso y quedan entrenadas ante futuras infecciones por el mismo patógeno, pero cuando es activo.

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Las tres vacunas chinas de virus inactivado, dos de SinoPharm (Instituto de Productos Biológicos de Pekín y Wuhán) y otra de SinoVac han superado sus fases 1 y 2. La semana pasada, SinoPharm presentó resultados prometedores de una de sus vacunas en la revista JAMA.

En 320 voluntarios participantes en los estudios, se observó que en su sangre se desarrollaban anticuerpos neutralizantes, es decir, agentes capaces de bloquear el acceso del SARS-CoV-2 en las células, además de alertar al resto de defensas de la presencia del intruso.

Uno de los datos llamativos es que la respuesta en número (de títulos o cantidad) de anticuerpos era mayor en dosis bajas que en dosis altas. Siempre, considerando que sólo se ha probado en adultos menores de 60 años.

Como explicaba a Newtral.es el investigador del Institut de Recerca de Sida de Barcelona Irsicaixa Jorge Carrillo, «este es un punto importante». De la misma manera que no tenemos claro el grado de protección que tenemos tras pasar la COVID-19, teniendo o no ya anticuerpos en sangre, «para el desarrollo de vacunas sí es relevante medir el número o título de estos que generamos y su persistencia».

La vacuna de SinoPharm se empezará a probar ahora en miles de voluntarios, en fase 3, en lugares como los Emiratos Árabes Unidos. La compañía espera publicar resultados en octubre.

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Según el gubernamental Global Times, sus plantas de Pekín y de Wuhán pueden producir 200 millones de dosis anuales. Si asumimos la necesidad de doble inyección por persona, llegaría a 100 millones. El precio, según una nota publicada este 18 de agosto, no superará los 500 yuanes por dosis (unos 60 euros).

Vacunas que estimulan las células T que recuerdan al virus

Tanto en la vacuna de Oxford como en la de CanSino se ha medido reciente y específicamente la respuesta de las células T (no sólo anticuerpos) a la inoculación de la candidata a vacuna. En ambos casos, este tipo de defensas ha respondido atacando al SARS-CoV-2, pero en placas de laboratorio, no en la vida real, como espera poder medir la fase 3 de cada uno de estos ensayos.

Hasta la fecha, y en todas las vacunas de las que se han publicado resultados en fase 1-2, ningún participante en las pruebas de fase dos estuvo expuesto al virus después de la vacunación. Como tampoco han tenido reacciones adversas importantes, más allá de dolor en el brazo, de cabeza o ligera fiebre.

La OMS tiene registradas 167 candidatas a vacunas experimentales contra el SARS-CoV-2. Una treintena están en fase clínica, probándose en humanos, y seis en la última fase de experimentación, que en este vídeo de mayo asimilamos con una cronoescalada ciclista, de la que puede terminar cayéndose más de la mitad de los corredores.