Sabemos cuándo empezó, pero no está claro cuándo o cómo terminará la sexta ola. Oficialmente, su inicio se fija el 14 de octubre, cuando los casos volvieron a subir tras una caída sostenida desde mediados de agosto. La tendencia empezó a invertirse con el arranque del otoño. Pero la explosión llegó en diciembre, con la irrupción de ómicron, cuando empezábamos a acariciar el fin de la pandemia.
Se pasó de una incidencia de menos de 50 casos por cada 100.000 habitantes a la quincena, a más de 3.000. España aborda la segunda mitad de marzo con una incidencia a 14 días de 432, tras un descenso rápido en enero y febrero que ahora se ha frenado, en lo que algunas personas expertas ven como el inicio de una séptima ola en Europa.
Este fin truncado de la gran ola ómicron llega con la decisión tomada de levantar la mascarilla interior obligatoria, a la espera de que se oficialice la fecha. El principal argumento que comunidades y Sanidad han puesto sobre la mesa es la mayor levedad del impacto de ómicron ante una población ampliamente vacunada.
Balance del fin de la ola ómicron: baja letalidad con alta mortalidad
Pero ¿qué impacto ha tenido en la mortalidad la sexta ola? Porque la realidad es que, hasta la fecha, han fallecido más de 12.500 personas con covid desde que empezaron a subir los casos en otoño de 2021. Febrero ha sido el mes más negro, con picos de más de 200 muertes diarias (ha habido notificaciones acumuladas de más, puesto que hay comunidades que sólo daban datos de fallecidos una vez por semana).
Son cifras alejadas de los cerca de 1.000 muertos diarios notificados en la primera ola. Pero “muy notables” para haber estado vacunados al 87%, señala el profesor de la Escuela Andaluza de Salud Pública José Martínez Olmos. “Esta sexta ola ha demostrado que ómicron puede eludir a la vacunación y contagiar a previamente contagiados. Hemos tenido días con más de 200.000 casos diagnosticados, asumiendo que el sistema no tenía capacidad para diagnosticar a todas las personas que se infectaban. Me atrevo a decir que el 40% de la población se ha podido infectar con esta sexta ola”.
En términos relativos, eso nos lleva a la ola con más contagios pero con menos muertes entre contagiados. Es decir, una baja letalidad, que ronda el 0,1% de media. Sin embargo, en términos absolutos, hablamos de 12.499 muertes covid hasta el 9 de marzo de 2022. La cuarta ola más mortal es la menos letal de todas. Es decir, contagiarse implica morir para un número muy pequeño de infectados. Pero todos los fallecidos, sumados, vienen a engrosar los excesos de mortalidad.
“Me atrevo a decir que el 40% de la población se ha podido infectar en esta sexta ola”
José Martínez Olmos, Profesor EASP
Desde el 10 de marzo de 2020 hasta el 8 de marzo de 2022, las estimaciones obtenidas con el MoMo
indican que se han producido 102.843 excesos de mortalidad por todas las causas a nivel nacional. Pero un reciente modelo matemático publicado en The Lancet atribuye a España unas 162.000 muertes (desde el inicio de la pandemia) que no esperaríamos de no haber covid.
¿Cuántos muertos por ola se consideran ‘admisibles’ para volver a la normalidad?
La pregunta incómoda que se hace un país, para la mayoría de personas expertas, es: ¿cuál es la cifra ‘admisible’ de muertes diarias que estamos en disposición de asumir por una sola enfermedad? La neumóloga Olga Mediano, que ha vivido en el Hospital de Guadalajara cada una de las olas, destaca lo complejo de la COVID-19 y el virus SARS-CoV-2, a la hora de abordarse como una sola enfermedad y desencadenar la muerte.
“Es fundamentalmente un virus respiratorio”, de eso no tiene duda. Sin embargo, provoca problemas en muchos otros órganos. Especialmente, cuando se desata la temida tormenta de citoquinas, un proceso inflamatorio que en muchos casos es el responsable último del fallecimiento, cuando el virus queda en un segundo plano.
No hay estadísticas sistemáticas, pero desde los hospitales se informa de muertes sobre todo entre no vacunados, comorbilidades u obesidad.
Por otro lado está el tema de “las comorbilidades, otras enfermedades de base, conocidas o no, o la obesidad”. Factores que, sumados a la edad, forman un cóctel más mortal que el virus por sí solo. Mediano destaca que en esta sexta ola lo que más han visto son ingresos “de no vacunados”, seguidos de personas con esas otras patologías sumadas a la COVID-19.
En el pico de muertes de la sexta ola, a mediados de febrero, apenas morían unos 14 de cada 100.000 contagiados mayores de 80 vacunados, frente a 215 de cada 100.000 sin vacunar. La tasa se rebajó a 2 contagiados de entre 60 y 79 años por cada 100.000 infectados y con vacuna, frente a los 53 muertos entre el grupo sin vacunar. La cuestión es que estos datos de hospitales reflejaban los contagios de semanas antes, cuando cada día se infectaban no menos de 200.000 personas.
Martínez Olmos no duda de que “la sexta ola ha superado en número de infecciones a la primera. El confinamiento evitó un mayor contagio”.
Los límites de la vacuna para evitar muertes en las olas que fueron y vendrán
Más de 12.500 muertos después, ¿qué ha pasado con ómicron? ¿No era más leve? Martínez Olmos responde: “Nos cuesta procesar cuáles han sido las variables que explican la mortalidad de la sexta ola. Hay información que en las estadísticas no está disponible y nos cuesta hacer nuestro trabajo. Pero nunca hay una variante tan absolutamente nueva como para evadir completamente a nuestra inmunidad adquirida por vacunas o infecciones previas”.
La inmunóloga y experta en vacunas África González no duda en considerar al SARS-CoV-2 ómicron “el virus más contagioso al que la humanidad se ha enfrentado”, estando (parcialmente) vacunada. Para esta catedrática de inmunología de la Universidad de Vigo y de la SEI, esta ha sido una ola mala en cuanto a número absoluto de muertes, puesto que hay una bolsa importante de personas sin inmunizar aún.
Gracias a la vacuna y quizás por una mayor levedad de ómicron, esta ha sido la ola menos letal para los contagiados, pero ha sumado un número altísimo de muertes entre la población.
Sin embargo esto irá cambiando con el paso del tiempo, la mayor cobertura vacunal y la exposición al virus por parte de prácticamente toda la población. “Presupongo que nuevas variantes pueden dar lugar a nuevas olas, pero no mayor número de personas con necesidad de asistencia hospitalaria”.
Desde Gijón, el que fuera responsable de Acción Sanitaria de la OMS, el profesor Daniel López Acuña, cree que la mortalidad ha sido “demasiado alta. No podemos trivializar a la sexta ola porque tenemos casos menos severos”.
Echa cuentas: “Aunque la letalidad se haya reducido a la mitad, si tienes casi diez veces más incidencia, la mortalidad se dispara, es mayor a la de la cuarta y la quinta ola, a esto no le estamos prestando atención y está pasando en muchos países”.
Adiós a las últimas restricciones en medio del repunte de la sexta ola… o la séptima
Varios países de Europa están asistiendo a un repunte importante en su número de casos. Países Bajos está disparado en contagios. Dinamarca, ya sin restricción alguna, está teniendo su peor ola de muertes. Martínez Olmos ve un problema que se ha manifestado a lo largo de toda la pandemia. “La única forma efectiva de evitar el impacto de una enfermedad respiratoria por vía aérea son confinamientos y limitaciones a la movilidad, eso no es muy sostenible para la vida cotidiana de la gente o la economía”.
Así pues, el continente europeo y EE.UU., sendos epicentros de la pandemia, dejan atrás las últimas restricciones reimplantadas por ómicron, fiando todo a la estacionalidad de un virus que aún no sabemos si retornará con ímpetu sólo durante los inviernos.O si se batirá o sumará a la gripe anual (sin apenas impacto en los últimos dos años).
Para el profesor andaluz, la mascarilla seguirá siendo útil en interiores, “independientemente de que sea o no obligatoria”. Para eso, cada cual debería tomar la decisión sobre si ponérsela en función de cuál sea la incidencia en su territorio. “Si es baja, quizás no sea necesario informar [de ese dato] todos los días, pero sí periódicamente, para que las personas puedan tomar sus propias decisiones”.
En este sentido, a López Acuña le “chirría que cuando tenemos una situación así digamos que vamos a publicar datos dos veces por semana o que vayamos a quitar la mascarilla en interiores, que es el último sitio de donde deberían desaparecer, o en relajar medidas como las cuarentenas para contactos no vacunados”.
En línea con el mensaje dado por la OMS la semana pasada, y ante la amenaza de nuevas variantes o recombinaciones, el epidemiólogo concluye: “Sin las vacunas, en la sexta ola hubiéramos tenido una saturación mucho mayor. Hay que reiterar el mensaje positivo, porque ha sido uno de los diques para las muertes, pero no para frenar contagios. Ahí nos equivocamos si pensamos que con la vacunación basta”.

¿De verdad aún soñais con que alguien os cree?