A Pavel Horký lo verás casi siempre cerca de un río. En vez de caña de pescar, comparte desde su Chequia natal una foto con una antena de telemetría en la mano al pie de una rivera del Breounka llena de truchas. Los peces son su pasión y los entiende como pocos tras estudiar su comportamiento desde 1999. Por eso intuyó que algo raro les pasaba a las truchas según crecía el consumo de mentanfetaminas en la región.
Petróleo, plástico, antibióticos, ansiolíticos… y, desde luego, metanfetaminas. «Donde hay consumidores de metanfetamina, también hay contaminación por metanfetamina», señala contundente desde Praga.
La droga se puede encontrar diluida en los cauces de ríos y embalsamientos de agua, producto de la contaminación humana. Y con ello, se envenena a especies animales y vegetales. Aunque no siempre con resultado de muerte. Las truchas salvajes de algunos ríos están alterando su comportamiento y se han vuelto adictas a la metanfetamina.
Un estudio liderado por Horký ha demostrado que la trucha común asalmonada (Salmo trutta) está en riesgo de importante adicción a la metanfetamina ilegal en sus vías fluviales. El equipo, de la Universidad Checa de Ciencias de la Vida, publica este alarmante descubrimiento en truchas en Experimental Biology Review, seguramente aplicable a otras especies de los ríos.
Truchas adictas a metanfetaminas tras una semana en un tanque con droga
No es fácil medir la adicción a sustancias en animales acuáticos en libertad. Sí se puede observar una alteración de su comportamiento o de su salud, como cuando enferman por ingesta de microplásticos o restos de antibióticos.
Así que Horký se fue al laboratorio con sus peces. Después de aislar las truchas en un tanque de agua mezclada con 1μg / litro de metanfetamina (un nivel que se ha encontrado en los ríos de agua dulce) durante ocho semanas, Horký y sus colegas transfirieron los peces a un tanque de agua dulce y verificaron si los animales estaban experimentando síndrome de abstinencia.
Les ofrecieron la posibilidad de elegir entre agua dulce o agua que contuviese metanfetamina, en días alternos durante 10 jornadas. Si los peces se hubieran vuelto adictos a los bajos niveles de metanfetamina en el agua, sentirían los efectos de la abstinencia y buscarían la droga cuando estuviera disponible. Y fue lo que ocurrió cuando los sacaron del río.
Los mecanismos de recompensa de las drogas «podrían eclipsar las recompensas naturales como buscar comida o aparearse. Esta contaminación podría cambiar ecosistemas enteros» señala.
Truchas con síndrome de abstinencia de metanfetaminas
Al rastrear las decisiones de los peces, el equipo tuvo claro que la trucha que había pasado dos meses en agua contaminada con metanfetamina se había vuelto adicta. Seleccionó agua que contenía la droga ya que sufría abstinencia durante los primeros cuatro días después de cambiarse al agua dulce limpia.
Además, los peces adictos eran menos activos que las truchas que nunca habían experimentado la droga, y los investigadores encontraron evidencia de la droga en el cerebro de los peces dura hasta 10 días después de la retirada de la metanfetamina. Parece que incluso niveles bajos de drogas en nuestras vías fluviales pueden afectar a los animales que residen allí.
A Horký también le preocupa que la adicción a las drogas pueda llevar a los peces de ríos a congregarse cerca de descargas de tratamiento de agua insalubres en busca de una solución, además de alterar su ritmo natural de vida. “La provocación de la adicción a las drogas en los peces silvestres podría representar otro ejemplo de presión inesperada sobre las especies que viven en entornos urbanos”, ha explicado en la presentación del estudio.
Las medicinas contaminan los ríos de España
Medicamentos de uso doméstico como el ibuprofeno, los disruptores endocrinos y drogas ilegales, como la cocaína o la heroína, son algunos de los contaminantes emergentes que en los últimos años se encuentran en los ríos españoles.
En 2017, un estudio en Science of the total Environment alertaba sobre la cantidad de medicamentos que pueden encontrarse en las aguas residuales de una depuradora de una población media, como la que atiende a Ingenio, Santa Lucía y Agüimes (130.000 habitantes).
Con mediciones quincenales durante seis meses, comprobaron que cada litro de aguas residuales que llega a esa depuradora contiene un promedio de 59,2 microgramos de fármacos o metabolitos de fármacos. Entre ellos, más de una veintena de compuestos utilizados con frecuencia, como varios antibióticos, antidepresivos, antiinflamatorios, medicamentos contra el colesterol o protectores estomacales, entre otros.
Otro trabajo publicado en Environmental Science demostró en 2019 que en las principales ciudades estadounidenses (cabe pensar que no es muy distinto fuera), las aguas de lluvia son un catálogo costumbrista de sus habitantes.

El trabajo analizó 50 eventos de tormenta y arrastre de aguas en 21 localidades. Fuera de las sustancias de origen biológico, como las grasas animales y vegetales, pudieron observar que el agua de lluvia arrastraba, sobre todo, mezclas de hidrocarburos aromáticos policíclicos (HAP), que no tienen que ver con los olores, en sí; son el típico producto de la quema de combustibles fósiles, inciensos o, incluso, carnes de barbacoa. También está presente en la madera tratada en forma de naftaleno o en placas de yeso, hormigones, pinturas o algún insecticida.
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