El rey Felipe VI ha dado su décimo discurso de Navidad como monarca este 24 de diciembre. Una tradición marcada por el 45 aniversario de la Constitución, pero también en el contexto de la ley de amnistía tramitándose en el Congreso y tras las semanas de protestas en Ferraz.
Es el texto constitucional el que ha marcado buena parte del discurso de Felipe VI que ha defendido que todo ciudadano tiene derecho a pensar, a expresarse y defender sus ideas con libertad y respeto a los demás, dentro del marco constitucional. De hecho, la palabra Constitución ha aparecido hasta 18 veces a lo largo de todo el discurso.
Así, el Rey ha reivindicado la Carta Magna como instrumento ante “los retos que se nos plantean como país” y como una forma de mantener “los consensos básicos y amplios sobre los principios que hemos compartido y que nos unen desde hace varias generaciones”.
“Fuera del respeto a la Constitución no hay democracia ni convivencia posibles”, ha asegurado el Rey durante su discurso de Navidad. «Cada institución, comenzando por el Rey debe situarse en el lugar que constitucionalmente le corresponde, ejercer las funciones que le estén atribuidas y cumplir con las obligaciones deberes que la Constitución he señala», ha dicho Felipe VI.
Igualdad y pluralismo político, muy presentes en el discurso de Navidad del Rey
En su discurso, el monarca ha querido reseñar dentro de esos consensos de “convivencia democrática” cuatro principios: la libertad, la justicia, la igualdad y el pluralismo político. Además, ha calificado la Constitución como “el mayor éxito político de nuestra reciente historia”
“Y esa unión tiene profundas raíces históricas y culturales”, ha reivindicado el Rey que también ha puesto dde manifiesto que “evitar que nunca el germen de la discordia se instale entre nosotros es un deber moral que tenemos todos”. “Porque no nos lo podemos permitir”, ha dicho el rey durante su discurso de Navidad.
“Pero es evidente que para que la Constitución desarrolle plenamente su cometido no solo se requiere que la respetemos, sino también que conservemos su identidad, lo que la define, lo que significa; su razón de ser como pacto colectivo de todos y entre todos para un propósito compartido.
Economía y la jura de su hija, entre los otros temas que ha mencionado
Además de reivindicar el papel de la Constitución, el Rey ha mencionado en su discurso de Navidad la reciente jura constitucional en el Congreso de su hija, la princesa Leonor y la presidencia española de la UE. Además se ha referido a la «inaceptable violencia contra la mujer» y ha tenido unas palabras para las “las dificultades económicas y sociales que afectan a la vida diaria de muchos españoles son una preocupación para todos” y para los jóvenes para los que ha pedido consensos para garantizar su futuro.
“Deberíamos tomar mayor conciencia del gran país que tenemos, para así sentirlo más y cuidarlo entre todos”, ha dicho el Rey.
Su real bajeza, Pelife de Bobón y Gracias, piltrafa globalista, papichulo de Meonor, Pringuesa de Basturias y remolque de la Leti y sus muñecos. Pues bien, imbécil, si lee Vd. esto, sepa que la más alta virtud o la cabeza de esquina de cualquier sociedad política digna de tal nombre es la justicia, no la convivencia y no la democracia. En España no hay justicia porque, por lo pronto, sólo se apela a ella profanando su nombre como recurso pragmático, arenga o dispositivo emocional para masas ofuscadas. Casi nadie en España sabría definir qué es eso de la justicia -ningún monigote cacadémico de las facus de derecho sabría proponer una teoría de la justicia clásica- pero todos la mientan con desparpajo. Expaña no es un gran país. España fue un gran país pero ahora lo más zafio, bruto y resentido se ha apoderado de los resortes del aparto político como ya pasó en la República, donde el más cafre era "más hijo del pueblo" y "debía mandar más". Esto, por supuesto, se extiende a la sabionda de la Fictizia.
El folleto del 78 fue redactado en inglés, mal traducido y dictado por logias masónicas. El folleto a todo color del 78 no resiste un mínimo de análisis y, por supuesto, no garantiza nada. Es más, lo único que podría garantizar la justicia -en primer lugar-, el progreso y, por último, la convivencia incluso con los adefesios morales que componen eso que se llama -por lo visto- sociedad ejpañola sería un proceso constituyente de verdad de la buena.