La ‘ola joven’ suena a promoción de rebajas de los años ochenta. Pero esta etiqueta ha perseguido a la quinta ola de covid en España, marcada por Delta, desde que se identificara un megabrote de fin de curso en Mallorca. Sin embargo, se han registrado incidencias acumuladas entre el grupo de mayores de 80 que han rondado los 700 casos a 14 días, como en La Rioja.
El factor juvenil empieza a carecer de sentido a la hora de retratar cómo salimos de la quinta ola. Un repunte generalizado que, es verdad, se ha cebado con los no plenamente inmunizados, siguiendo el patrón de países como Reino Unido y, más recientemente, Estados Unidos. Aquí, como allí, ha terminado llegando a repercutir en los hospitales. ¿Qué ha pasado en España en esta quinta ola que no vimos venir?
Desde Mallorca, el profesor Joan Carles March, codirector de la Escuela Andaluza de Salud Pública, cree que “la desescalada ha estado marcada por la sensación de que esto estaba acabado. Y la realidad es que en ese momento había aparecido una variante Delta que ha contagiado a tope. Otro aspecto que no hemos sabido tratar es el de los jóvenes. Se ha trabajado para los jóvenes sin contar con los jóvenes”.
Para el profesor de Salud Pública en la Universidad de Alcalá de Henares y epidemiólogo Manuel Franco Tejero, hay mucho más que Delta y jóvenes en esta coctelera, aunque fueron los protagonistas al inicio. “Somos tan naif que en nuestra luna de miel de vacunación masiva e incidencias bajas ha durado mayo y junio, y ya. Nos confiamos entonces y ahora vemos las consecuencias”. Por fortuna, a cámara lenta, a diferencia de olas anteriores que han explotado en los hospitales.
Quinta ola, más allá del efecto Delta
Coincide en esta visión de ‘cámara lenta’ March. «Para mí esta sí ha sido la ola Delta», recalca a Newtral.es. «Si no hubiera habido vacuna esta hubiera sido la peor ola«. Por el momento, nos olvidamos de la estacionalidad del coronavirus. Es más, a su juicio (con todo lo bueno y malo que eso tiene), con vacuna y contagios entre población menos vulnerable, hay mucha más transmisión silenciosa. «Seguramente estemos teniendo una incidencia superior a la realidad [registrada]».
En esta quinta ola, ¿se está contagiando inadvertidamente quien ya pasó el coronavirus con otras variantes? La doctora y profesora de la Universidad de Vigo África González, de la Sociedad Española de Inmunología, matiza: “Una vez que el sistema inmunitario ha entrado en contacto con el patógeno (o una parte de él, en el caso de las vacunas) es capaz de seguir respondiendo, aunque sea frente a otra variante, aunque no sea al 100%”. Es decir, por ahí Delta tampoco tiene tanto ‘pasto por arder’.
El virólogo José Antonio López-Guerrero prefiere no cargar toda la culpa en la variante Delta. “Es cierto que es desproporcionadamente más contagiosa”, explica desde el Laboratorio de Neurovirología que dirige en la UAM. Sin embargo cree que tras el fin de Estado de Alarma, y ante el buen progreso de la campaña de vacunación, se levantaron la inmensa mayoría de restricciones de forma rápida, con “una insuficiente tasa de inmunizados”. España, de media, tenía 10 veces más incidencia tras el fin de las restricciones estatales en 2021 que en 2020.
Una segunda idea que quizás no quedó clara: las vacunas ayudan a frenar los contagios, pero se diseñaron para atajar la enfermedad grave y muertes. La persona, incluso con doble pauta, puede contagiarse y contagiar, aunque haya cálculos que rebajen la probabilidad a la mitad.
Y ese fenómeno, con incidencias tan altas en todos los grupos de edad, ha terminado por repercutir en los más mayores. “Eso que está pasando con la vacunación, puede pasar con el pasaporte covid. Creernos que siguiendo los consejos ligados al certificado no nos vamos a contagiar es un error”, advierte March.
Perfiles de quinta ola: rentas altas jóvenes, trabajadores estacionales y, finalmente, ancianos
Si en el verano de 2020 el repunte se inició lentamente y explotó de manera puntual en brotes laborales (cárnicas, temporeros…), 2021 ha estado marcado por una llamativa expansión aparentemente ligada al ocio joven y adolescente. Pero esta es sólo una parte de la historia.
El epidemiólogo y experto en población infantil y adolescencia de ISGlobal Quique Bassat lleva señalando desde el comienzo de la tercera ola que las clases y las rutinas del curso han sido claves para mantener al virus a raya entre los menores. Eso saltó por los aires al autorizarse viajes de fin de curso sin control y rompiéndose su burbuja habitual de relación.
Claro, que ese retrato va por barrios. Literalmente. El profesor Franco Tejero identifica claramente patrones de contagios al comienzo de la quinta ola ligados a la renta de las familias de las chicas y chicos. Afloró cuando ”se juntó la vuelta al ocio nocturno con los que pudieron moverse antes que nadie y socializar”, en general, vinculados a mayor poder adquisitivo.
Pero también la temporada veraniega moviliza a población joven, pendiente de vacunar, que necesita imperiosamente un empleo de temporada. ¿Puede permitirse todo el mundo dejar de trabajar por ser un contacto estrecho de alguien positivo? ¿Puede –por motivos económicos– todo el mundo aislarse cuando su sintomatología es leve o ninguna? Vuelta al relato de los temporeros, de 2020, pero en clave local.
“Nuestras herramientas diagnósticas y epidemiológicas tienen que adecuarse a la realidad de esta ola. Si va a haber mucho positivo que por cuestiones laborales o ética no va a ser capaz de mantener aislamiento o cuarentena, hay que tomar medidas para que sea el mínimo posible. Proteger a los trabajadores, que se haga pedagogía, etc. Y que se cuenten las consecuencias. Se ha visto muy claro con el patinazo de UK y su Freedom Day“, sostiene Franco Tejero.
Bassat asegura a Newtral.es que la población más joven “se han dado cuenta, los que aún no lo habían hecho, de que ellos también son parte de la solución”. Han acudido masivamente a vacunarse, al menos por el momento, aunque reconoce que cuando las tasas de vacunación superen el 70% u 80% la dificultad para convencer a los rezagados se multiplica.
Con la juventud, en esta quinta ola, puede ocurrir lo que el año pasado con la infancia. En puertas del inicio de curso pasado se pasó “del mito al estigma. Los niños pasaron de ser invisibles, a ser los “supercontagiadores” asintomáticos, y muchos de ellos sintieron la discriminación y señalamiento de su propia familia”, recuerda Doménica Nathaly Cevallos, colaboradora del Grupo de Investigación ONE HEALTH, Universidad de las Américas (Ecuador).
La ola que rompió en el centro de salud… sin pediatras
La atención primaria ha sido la voz de alarma y soporte de esta quinta ola “cuando ya estaban recortando el personal para los rastreos en algunas comunidades”, recuerda este investigador y médico. Pero desde que decayó el estado de alarma, justamente se tendría que “haber tenido esta maquinaria bien engrasada (…) el megabrote de fin de curso fue sólo el primer aviso”.

Desde AMYTS, el doctor Julián Ezquerra, un veterano de la Primaria en España, destaca que «estamos viendo ya centros de salud con plantillas de 22 médicos de familia y cuatro pediatras que en estos momentos solo cuentan con ocho de familia y ninguno de los pediatras. Estamos viendo que ya hay centros que tienen las tardes sin médicos».
A juicio de Ezquerra, la pediatría de atención primaria es “una de las mejores cosas que tiene el modelo sanitario Español y del que estamos en vías de extinción”. Y esto es importante en esta quinta ola: “Menos edad, pacientes jóvenes, muchos asintomáticos, contactos en aumento, todo ello atendido en el primer nivel asistencial”. Él incluso se atreve a anticipar una sexta ola: “la de la infancia escolarizada sin vacunar, espero equivocarme”.
Ola tras ola hasta la orilla final
España parece ser, otra vez, una avanzadilla de lo que viene en Europa. “Delta no es precisamente una variante amable y necesitamos cambiar nuestros métodos”. Así de contundente se pronuncia Martin McKee, profesor de Salud Pública en Europa de la Escuela de Medicina Tropical de Londres y del Observatorio Europeo de Salud/OMS. Él, junto a una treintena de personas expertas en epidemias y salud pública, han escrito un artículo publicado en The Lancet. En él vienen a advertir que la evolución de la pandemia en Europa será muy heterogénea.
Llegado el momento, se notará de manera generalizada el efecto vacunal en el recorte de casos y hospitalizaciones (lo segundo ya ocurre, aunque aún haya presión asistencial). La percepción del peligro puede ser baja y grupos que aún no se han vacunado podrían sufrir todavía tasas de incidencia relativamente altas” en otoño.
Las variantes de preocupación son para estos expertos el punto de mayor alerta de cara a los próximos meses. Por encima de la resistencia a vacunarse, que en España, por el momento, no parece un problema. El otoño se perfila complicado para McKee en territorio europeo. “Además, otros virus estacionales podrían causar más presión en los servicios de salud que en 2020”, si bien, desde España la profesora González cree que no hay datos para decir que tendremos un otoño-invierno peor en cuanto a gripes, “eso es muy especulativo”.
Superados los cuatro millones de muertos en el mundo, “la sensación es la de que esto no se acaba”, señala desde la Universidad de Málaga Amelia Victoria de Andrés Fernández, profesora de Biología Animal. “¿Por qué? La razón fundamental por la que la pesadilla continúa radica en un hecho clave: no se ha frenado la transmisión”. Y las vacunas por sí solas no valen, como explica en un artículo en The Conversation.
A su modo de ver hay tres claves: la vacunación global avanza lentamente; las vacunas actuales no se diseñaron específicamente para frenar la transmisión; el virus sigue mutando, aunque no excesivamente por fortuna. Lo primero tarde o temprano se solucionará. Lo segundo y lo tercero no tanto, aunque diseño de vacunas y nuevas variantes están íntimamente ligados.
Pero el futuro no es catastrofista. Al menos, desde el punto de vista de la biología del virus.. ”Las mutaciones en las variantes no pueden ser infinitas –señala la profesora De Andrés–. Una vez que la proteína S (llave del virus) alcanza un alto grado de eficiencia para unirse a la proteína ACE2 (la cerradura de las células) ya no puede cambiar mucho más. Cualquier cambio en los dientes de la llave empeoraría la unión a la cerradura y, por tanto, la capacidad para infectar las células”, asegura la bióloga. O como dice López-Guerrero, “una raza de perro puede ser muy distinta a otra, pero un perro ya sin patas no corre”.
La quinta ola y Delta: cuando se contagiaron los cautos
El 19 de julio, el popular inmunólogo Alfredo Corell anunciaba que estaba padeciendo covid. Con síntomas leves, el contagio afloró tras dar positivo un contacto con el que se vio al aire libre y donde apenas se quitaron la mascarilla en el momento de comer. “Cumpliendo escrupulosamente las normas y medidas de seguridad”, aseguraba Corell con dos dosis puestas de la vacuna. “Esta variante es mucho más contagiosa”, recordaba, “pero a la vista está que la vacuna funciona” para hacer que todo transcurra de manera muy leve.
Como Corell, otras personas incluso más estrictas han visto en las últimas semanas como sus comportamientos cautelosos no han sido suficientes para frenar ‘a la Delta’, particularmente si no estaban vacunados. Pero también hay un 5,5% de contagios en población plenamente vacunada. Nutrida por estrictos seguidores de las recomendaciones de seguridad que, con las dos dosis puestas, se han relajado. ¿Acaso no era para relajarse lo de la vacunación?
Desde Nueva York, el profesor Joshua Epstein (Escuela de Salud Pública Global de la NYU) lo está observando en esta oleada que también arrancó en EE.UU, con similares proporciones de vacunación: “El miedo a una enfermedad contagiosa puede cambiar el comportamiento de los individuos susceptibles, toman medidas para protegerse, pero abandonan esas acciones prematuramente a medida que el miedo decae”. Como ocurre con la bolsa, los contagios suben o bajan conforme a temores, euforias y expectativas.
“El miedo en sí mismo puede ser contagioso, pero también tiende a desvanecerse”, dice Epstein, quien ha desarrollado un modelo predictivo de oleadas en que han metido en la coctelera el factor ‘temor colectivo’, como un potente reductor de casos y, al contrario, combustible para la pandemia si se torna en miedo a la vacuna.
Esto también está ligado al recelo vacunal. “Si el miedo a la COVID-19 supera al miedo a la vacuna, puede estimular la vacunación y suprimir el virus, una tendencia que vimos en EE.UU. esta primavera”. Pero ahora es al contrario: “Estamos viendo esto en tiempo real en regiones con tasas más bajas de vacunación, donde la variante Delta se está extendiendo rápidamente y los casos están aumentando”, señala Epstein apuntando al miedo a la vacuna como propagador necesario de su cuarta ola, que ya ha llevado a más gente al hospital que las anteriores. La mayoría, sin inmunizar.