Al sistema solar le va a salir un nuevo ‘planeta’. El primero, de hecho, en la lista encabezada por Mercurio. Pero de naturaleza artificial, sello humano y patente española, en algunas de sus partes.
El Solar Orbiter de la Agencia Espacial Europea (ESA), lanzado este lunes, se suma a la sonda Parker de la NASA para adentrarse en el infierno helado del Sol. La única estrella a la que podemos acercarnos con la tecnología actual. La única que nos da vida y nos la roba a diario.
Existe un terror atávico por parte de algunas personas a las microondas o radiaciones de telefonía, cuando es la luz del Sol la que a diario causa casos de cáncer. Es el mayor reactor nuclear en nuestro vecindario galáctico.
Y, antes que asteroides, vivimos amenazados por la violencia de nuestra estrella, en forma de erupciones, llamaradas y tormentas de partículas altamente energéticas. Algo que aún no comprendemos bien y es la razón de ser de estas misiones al Sol
«La meteorología espacial puede no afectar al clima en la Tierra, pero puede dañar la electrónica de las naves, interrumpir las comunicaciones de radio y GPS».
«La meteorología espacial -–variabilidad en las condiciones del viento solar– puede no afectar al clima y el tiempo en la Tierra, pero puede dañar la electrónica de las naves, interrumpir las comunicaciones de radio y GPS, causar sobretensiones en la red eléctrica y tener serias implicaciones para la salud humana en el espacio», precisa a Newtral.es el profesor de física espacial de la Universidad de Reading Mathew Owens.
De Parker a Solar Orbiter, misiones paralelas
Gracias a la misión Parker de la NASA, el pasado diciembre empezamos a recibir un retrato sorprendente de nuestro Sol. Ondas gigantescas en el viento solar. Soplidos de 50 km/s. Brotes de partículas superenergéticas. Brisas solares en el ecuador de nuestra estrella. Magnetismo retorcido…
«Estamos descubriendo que a nuestros modelos del Sol les falta algo de física muy fundamental, pero la misión Parker tiene una gran oportunidad de revelar lo que realmente está sucediendo», explicaba a Sinc el investigador Justin Kasper de la Universidad de Michigan (EE UU) en diciembre.
Ahora, el lanzamiento del Solar Orbiter, pone a Europa en el mapa del Sol para complementar el retrato de nuestra estrella por el lado de los polos. Diez instrumentos con detectores y telescopios para entender cómo este coloso maneja su climatología.
“Hace 60 años que sabemos que existe el viento solar pero no sabemos de dónde viene y cómo se propaga por el espacio”, reconoce Yannis Zouganelis, uno de los científicos de la misión.
También “hace cuatro siglos que observamos las manchas solares, pero seguimos teniendo muchas preguntas y muchos misterios de la física solar que seguimos sin comprender”, añade, recordando a los astrónomos Hevelius y Galileo.
Muchos ojos a la vez
La sonda Parker puede acercarse más al Sol. Pero el Solar Orbiter, además de tener una visión de los polos solares, puede recoger los datos y hacer ciencia in situ, y combinarlos con con las imágenes procedentes de las cámaras o telescopios.
Girará alrededor del Sol, por lo que técnicamente es un planeta, que se sobrevolará, sin embargo, a otros como Venus. Su órbita es diferente a la de los planetas naturales. Tendrá una mirada ‘torcida’. Su trayectoria está inclinada respecto a la de la mayoría, llamada eclíptica.
“Uno de los retos que tenemos es conectar lo que medimos alrededor de la nave y lo que vemos que está pasando en el Sol”, cuenta Anik De Groof, que coordina las operaciones de los instrumentos; “por ejemplo, si medimos un índice de partículas alrededor de la nave superior al normal, paralelamente podemos ver que está pasando en el Sol en ese momento o qué ha ocurrido unos días o unas horas antes”.
Una misión con patente española
España contribuye con dostrintrumentos que lleva la nave-planeta: el llamado Energetic Particle Detector (EPD) y el Polarimetric and Helioseismic Imager (SO/PHI). El primero estudiará las partículas del Sol. Su investigador principal, Javier Rodríguez-Pacheco, de la Universidad de Alcalá, explica: “Conocer los mecanismos que aceleran estas partículas y poder predecir los sucesos de tormentas solares”, con la suficiente antelación como para que sea posible tomar medidas preventivas.
La tecnología española de cristal líquido de uno de sus instrumentos ha sido patentada. Podrá servir, por ejemplo, para relojes atómicos.
Por su parte, el Instituto de Astrofísica de Andalucía (IAA-CSIC) ha coliderado, junto al Instituto Max Planck (Alemania), el desarrollo y construcción de PHI, el instrumento más grande, que realizará un cartografiado preciso del campo magnético solar. PHI también medirá la velocidad del plasma en la fotosfera, la capa más interna de la atmósfera del Sol y de donde procede el viento solar.
La inversión española en SO/PHI alcanza los 4,3 millones de euros. La tecnología desarrollada ha terminado reflejada en patentes, como la relacionada con el uso de cristales líquidos. Tendrá en el futuro aplicación en relojes atómicos, observación de la Tierra o nanosatélites, etc.
“Es la primera vez en la que equipos españoles se hallan a la cabeza de dos instrumentos a bordo de una misión espacial”, destaca a Sinc Jose Carlos del Toro, investigador del IAA que colidera PHI. “La importante contribución de España a este instrumento es fruto de la colaboración entre diversos institutos nacionales en los últimos 18 años, desarrollando tecnologías clave como sistemas ópticos innovadores”, añade Alberto Álvarez Herrero, el investigador responsable del Instituto Nacional de Técnica Aeroespacial (INTA).
La misión finalizará en 2026, pero la nave ha sido diseñada para operar durante una década, así que podría ofrecernos nueva información sobre nuestra estrella durante más años de los previstos. Si los resultados científicos son los esperados, los estados miembros de la ESA podrían aprobar una extensión de las operaciones.
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