La comunidad científica ha identificado la proteína que permite que el coronavirus SARS-CoV-2 infecte y se multiplique en las personas. Se trata de la proteína S (spike, espícula y en ocasiones traducida del inglés como «espiga»), que es clave para que este virus se una a las células humanas.
Las vacunas autorizadas contra la COVID-19 en España contienen instrucciones para que nuestras propias células fabriquen la proteína S, igual a la del coronavirus. Al hacerlo, nuestro sistema inmune reconoce que esta proteína es una amenaza que no debería estar en nuestro cuerpo y aprende a defenderse contra ella.
Nos habéis preguntado a través de nuestro servicio de verificación de WhatsApp (+34 627 28 08 15) por distintos mensajes antivacunas, difundidos por redes sociales, en los que se afirma que esas proteínas S que fabrican las vacunas basadas en la técnica de ARNm (de Pfizer/BioNtech y Moderna) son “tóxicas” y “pueden causar daños en los órganos” tras la vacunación.
Estos contenidos virales se basan en unas declaraciones que hizo el científico canadiense Byram Bridle sobre la supuesta toxicidad de la proteína fabricada a partir de estas vacunas.
Pero no hay evidencias de que la proteína S de las vacunas autorizadas (basadas en la técnica de ARNm o en la de adenovirus, como la de Janssen y AstraZeneca/Oxford) sea “tóxica”, como explican a Newtral.es el catedrático de Inmunología en la Universidad de Valladolid Alfredo Corell y el doctor en Biociencias Moleculares e investigador del Instituto de Investigación Hospital La Paz Alejandro Pascual Iglesias.
De hecho, las vacunas autorizadas se han sometido a los controles habituales de las agencias reguladoras de medicamentos y han cumplido los requisitos de seguridad.
¿Quién es Byram Bridle?
En una de las publicaciones por las que nos habéis preguntado, difundida por redes sociales, se afirma que “las proteínas ‘espiga’ que producen las inyecciones COVID-19 son tóxicas y pueden provocar graves daños”. En otros de los contenidos se asegura que “la proteína de pico de la vacuna COVID-19 ‘viaja’ desde el lugar de la inyección y puede causar daños en los órganos”.
También se ha viralizado un mensaje en el que se sostiene que “un científico llamado Byram Bridle ha tenido acceso a datos proporcionados por el gobierno japonés que corroboran la toxicidad de las vacunas del COVID-19”.
Aunque utilizan nombres como “espiga” o proteína de “pico”, los contenidos se refieren a la proteína S o espícula. Todos estos mensajes y publicaciones se basan en unas declaraciones sobre la supuesta toxicidad de la proteína S de las vacunas que hizo Bridle, un inmunólogo de la Universidad de Guelph (Canadá), a una emisora canadiense el 28 de mayo de 2021.
Pero tal y como coinciden los inmunólogos y virólogos entrevistados por verificadores como PolitiFact, Reuters o AP News, las afirmaciones de Bridle no están respaldadas por pruebas. “No hay datos de que esa proteína sea una toxina”, explica a PolitiFact Drew Weissman, profesor de Medicina en la Universidad de Pensilvania.
El biólogo molecular Alejandro Pascual y el inmunólogo Alfredo Corell también insisten a Newtral.es que las afirmaciones de que la proteína S de las vacunas es “tóxica” no cuenta con aval científico.
¿Qué es la proteína S o “espiga” que se fabrica en el tras la vacunación?
Como hemos explicado antes, las vacunas contra la COVID-19 contienen instrucciones para fabricar la proteína S igual a la que utiliza el coronavirus para unirse a las células humanas.
Así, cuando una persona recibe la vacuna, el sistema inmune reconoce esta proteína viral como un agente extraño y produce una respuesta específica frente a la proteína S.
Si una persona vacunada se infecta después, antes de que el virus pueda multiplicarse a gran nivel para causar una enfermedad clínica, los anticuerpos y las células citotóxicas generados por la vacuna se unen a la proteína S del virus bloqueando la infección y evitando los síntomas graves.
En su entrevista con el medio canadiense, Bridle dice que está a favor de las vacunas, pero también afirma que la proteína S en sí es “una toxina”, así que al vacunar a la gente “estamos inoculando inadvertidamente una toxina”.
El científico del Instituto de Investigación La Paz Alejandro Pascual explica a Newtral.es que cuando el organismo fabrica las proteínas S a partir de las instrucciones de las vacunas, estas “no suelen circular libres” por el organismo y, si lo hacen, “no llega a tener niveles peligrosos en ningún momento”.
Las vacunas contra la COVID-19 han superado los controles de seguridad
“Esto ya se ha demostrado en los ensayos clínicos [pruebas de las vacunas en personas que se realizan antes de su autorización para comprobar su seguridad y eficacia]. Las vacunas son seguras y en ningún momento se han mostrado problemas tóxicos” con esta proteína S de la vacunación, añade Pascual.
El investigador precisa que se están estudiando los efectos de la proteína S del coronavirus en el contexto de la infección natural. Es decir, cuando una persona se contagia con el SARS-CoV-2 (y la proteína S entra a través de la infección) y no cuando la proteína S se fabrica a partir de la vacuna.
“Es posible que en un futuro se descubran daños con esta proteína S, ya que es muy inmunogénica y se une a un receptor de la célula humana con funciones endoteliales (la capa interior de los vasos). Por ello, podría provocar daño a ese nivel, pero solo en el contexto de la infección natural”, insiste Pascual.
Los mensajes sin aval científico sobre la proteína S de las vacunas
En la entrevista, Bridle dice que las proteínas generadas por las vacunas no se quedan en el lugar donde se ha puesto la inyección, en el brazo, sino que se extienden y «causan mucho daño en otras partes del cuerpo de los vacunados».
Para apoyar esta afirmación, Bridle menciona un estudio de la revista Clinical Infectious Diseases que, según él, confirma que la proteína S fabricada en el organismo tras la vacunación se extiende por la sangre de los vacunados.
El catedrático de Inmunología en la Universidad de Valladolid Alfredo Corell explica que el estudio tiene una muestra muy pequeña de 13 individuos, que recibieron la vacuna de Moderna. Según el inmunólogo, aunque la investigación detectó la proteína S en la sangre de los vacunados y se ha visto en plasma, “se trata de una concentración transitoria de apenas unos días”.
“Siguiendo con este ensayo, la técnica que utilizan para medir la concentración de fragmento S1 [de la proteína S] en plasma es muy sensible y detecta concentraciones muy bajas, de hecho 40.000 veces más bajas de las concentraciones que se consideran tóxicas”, destaca Corell.
“Y otra cuestión muy relevante es que en este ensayo se observa que no hay ninguna liberación de la proteína S en plasma tras la segunda dosis de la vacuna”, añade el inmunólogo.
En su entrevista con el medio canadiense, Bridle también menciona un documento, escrito en japonés sobre la vacuna de Pfizer/BioNtech, para apoyar sus afirmaciones sobre la proteína S.
Pero dicha investigación no mira si hay proteínas S de las vacunas en la sangre, explica William Matchett, investigador de vacunas en la Facultad de Medicina de la Universidad de Minnesota a la agencia de noticias AP.
El archivo de Pfizer, que está originalmente en japonés, sobre el que dicen que hay proteína spike por todos los tejidos no dice tal cosa, según aclara también Corell. “En las paginas 16 y 17 del PDF en japonés está la tabla que están utilizando para afirmar que hay proteína S por todos los tejidos. Esas tablas representan a la izquierda los lípidos de las nanopartículas en las que se vehicula el ARNm y a la derecha el ARN modificado y marcado con tritio”.
“Es decir, lo que se mira en el documento en japonés es ARNm y lípidos, no la proteína S. Además, el ARNm de la vacuna (y no la proteína) está fundamentalmente en la zona de inyección y posteriormente en el hígado, donde se elimina”, explica el inmunólogo a Newtral.es.
En definitiva, no hay evidencias que demuestren las afirmaciones de Bridle.
No hay evidencias de que la proteína S de las vacunas “dañen nuestro organismo”
Desde Health Desk, una plataforma de de expertos de salid pública, recopilan los estudios y evidencias disponibles hasta la fecha sobre la proteína S de la vacunación e informan de que, por ahora, no hay pruebas científicas que apoyen las afirmaciones de que las proteínas S creadas a partir de las vacunas de ARNm “viajan en nuestro torrente sanguíneo”.
“Las investigaciones demuestran que las proteínas S permanecen adheridas a la superficie de las células alrededor del lugar de inyección de la vacuna. No se sabe que se desplacen a otras partes del cuerpo”, señalan.
“Una dosis muy pequeña de la vacuna llega al torrente sanguíneo (alrededor del 1%), pero en cuanto llega al hígado, las enzimas de este órgano la destruyen por completo. Las autoridades de Estados Unidos se refieren a la proteína de la espiga hecha de la vacuna como ‘inofensiva’”, añaden los especialistas de esta plataforma.
El inmunólogo Alfredo Corell coincide en que “la proteína S que fabrican las células de los vacunados no se distribuye libremente por el torrente sanguíneo. Tiene un fragmento que la ancla a membranas celulares”, insiste.
Aunque las afirmaciones de Bridle se centran en las vacunas de ARNm, Alejandro Pascual explica que tampoco hay pruebas de que las proteínas S que se producen a partir de las vacunas de adenovirus (de Janssen y AstraZeneca/Oxford) sean “tóxicas”.
“Tanto con las vacunas de ARNm [de Pfizer/BioNtech y Moderna] como con las de adenovirus [Janssen y AstraZeneca/Oxford] estamos haciendo que nuestras células expresen la proteína S para activar nuestras defensas. ¿Pero estamos dañando a las personas como si estuviesen infectados con coronavirus? La respuesta es no”, concluye Corell.
Resumen:
En definitiva, no hay por el momento evidencias de que la proteína S que fabrica nuestro organismo a partir de las vacunas autorizadas contra la COVID-19 sean “tóxicas”. Estas vacunas han pasado los controles y requisitos de eficacia y seguridad.