Hace no tanto tiempo, que hiciera calor en verano no era noticia. Era y es lo normal. Pero hay calores que se salen de la norma. Y eso es noticia. La cuestión es si ‘es ciencia’. O, más bien, si la ciencia puede determinar que las olas de calor sean producto de la emergencia climática. Para eso existen los llamados estudios de atribución. Y la doctora Friederike Otto acaba de publicar uno de lo más contundente.
En un trabajo publicado en Environmental Research: Climate, los equipos de la Universidad de Oxford, el Imperial College (Reino Unido) y la Universidad Victoria de Wellington (Nueva Zelanda) revisaron los impactos de cinco tipos diferentes de eventos climáticos extremos y en qué medida estos eventos dañinos podrían atribuirse al cambio climático inducido por el hombre. Y no hay duda de que las actuales olas de calor, más largas e intensas, son producto de la emergencia climática derivada de la actividad humana.
Las olas de calor, particularmente en la región mediterránea, ya son más largas y recurrentes.
Para hacer esto, combinaron información de los últimos informes del Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático (IPCC) y los resultados de un corpus de estudios de atribución. Descubrieron que para algunos eventos climáticos extremos, como las olas de calor, el vínculo con la emergencia climática es claro e inequívoco en todo el mundo. No está tan claro en otros que típicamente tendemos a llamar ‘cambio climático’.
Otto reconoce que vincular ciertos fenómenos con el calentamiento global supone una labor titánica para la ciencia. Lleva tiempo reunir pruebas consistentes en un mundo regido por el caos y las causas múltiples como el de la atmósfera o los océanos. “Realmente todavía no tenemos una descripción completa o un inventario detallado de los impactos que el cambio climático está teniendo hoy” señala la coautora desde la Universidad de Oxford.
La científica, una de las mayores expertas en atribución a la emergencia climática, sostiene que el calor cuesta vidas sobre todo en países de ingresos medios y bajos. Y reconoce que les ha costado mucho recabar datos en estos lugares. Ponen el ejemplo de Sudáfrica, donde la corrupción niega fondos a las instalaciones de informes meteorológicos. O Somalia, propensa a la sequía, donde los cambios de régimen han interrumpido las mediciones. En Europa, Polonia, renuente a abandonar el carbón, cobra una tarifa desorbitada por acceder a sus registros climáticos.
Olas de calor, producto de la emergencia climática; los temporales, por ahora no
Episodios sofocantes que se anticipan al propio verano o superan la semana de duración. Récords de temperaturas, tanto máximas como mínimas. Extremos térmicos en lugares de España poco habituados a las noches tropicales o los mediodías asfixiantes. Eso es lo que define a esta nueva hornada de olas de calor que ligan a la emergencia climática.
Este mismo estudio, sin embargo, no consigue atribuir otros fenómenos extremos al calentamiento global. Es el caso de los ciclones tropicales, las inundaciones recurrentes o los temporales extremos. El documento muestra, no obstante, que existen diferencias importantes entre regiones y que el papel que juega el cambio climático en cada evento es más variable que para las olas de calor.
Para María José Sanz, directora del BC3 Basque Centre for Climate Change, que no ha participado en este trabajo, estamos ante “la revisión más exhaustiva hasta el momento del conocimiento de las influencias del cambio climático en cinco tipos de eventos climáticos extremos. Esto permite ampliar tanto el registro de impactos climáticos extremos en todo el mundo como la cobertura de los estudios de atribución en diferentes eventos y regiones, en particular el sur global”.
La bióloga experta en dinámica y química atmosférica cree que el estudio “indica que hasta este momento se ha subestimado la atribución de algunos de estos eventos en mayor o menor medida al cambio climático”, apunta en el SMC de España.
A su juicio, el trabajo representa una mejora respecto a los análisis realizados en el Sexto Informe del IPCC. En él se dejaba claro que había ciertos fenómenos extremos, como las olas de calor, que no se podían explicar sin meter a la emergencia climática en la coctelera de causas.
La semana pasada, el físico y meteorólogo del estado Juan Jesús González Alemán (AEMET) explicaba a Newtral.es que “de lo que no hay duda es de que se están cumpliendo las proyecciones del cambio climático para nuestro país“. Según apunta, hay elementos que están cambiando en la circulación atmosférica.
“Ya ha sido relacionado con varios extremos climáticos acontecidos en los últimos años”, apunta González Alemán. Por así decirlo, es como si el movimiento del aire en altura, que va de oeste a este, dando vueltas a la Tierra, se hubiera estanque por unos días. Se forman entonces estas ondulaciones superpronunciadas. Lenguas de aire caliente se estancan en distintos puntos (o puntas de esa estrella). Esto convierte a las olas de calor en un eco que padecen varias regiones del hemisferio a la vez. Japón vive estos días su peor episodio cálido en 100 años.
Menos huracanes por la emergencia climática, pero más destructivos
Ernesto Rodríguez Camino, jefe de Evaluación y Modelización del Clima en AEMET dice en el SMC de España que “mientras que la atribución al cambio climático de la mayor frecuencia, intensidad y duración de las olas de calor posee una confianza alta en muchas regiones del mundo (incluida la mediterránea), la atribución de los episodios de precipitación intensa (y las inundaciones muchas veces asociadas) al cambio climático es más dudosa en la mayoría de los casos”.
La semana pasada, otro estudio vino a confirmar que una de las consecuencias de la emergencia climática está siendo la disminución en el número de huracanes. Lo que, de primeras, podría parecer una buena noticia se torna en preocupante. Porque los ciclones que vengan (que están viniendo) serán peores.
A principios de la década de 2010, había alrededor de un 13 por ciento menos de tormentas en todos los océanos que a fines del siglo XIX, según un nuevo estudio publicado el lunes en Nature Climate Change. Aquellos que logran formarse tienen más probabilidades de alcanzar intensidades más altas a medida que el mundo continúa calentándose con la quema de combustibles fósiles.
Encontraron una disminución global del 13% en los ciclones tropicales durante el período de 1900 a 2012, en comparación con la época preindustrial. Hubo una disminución del 23% desde los años cincuenta, cuando las temperaturas globales comenzaron a aumentar notablemente. Esto se ve, sobre todo, en el Pacífico. Pero no en el Atlántico Norte. Aquí ha habido un ligero repunte. Quizás se están formando nuevos huracanes en sitios donde no solían. Y, desde luego, se espera que afecten a un número de personas e instalaciones muy superior en buena parte del hemisferio norte.
Para otro tipo de eventos, como las sequías o los incendios forestales existe todavía menos confianza en su atribución al cambio climático y se precisan de más estudios en diferentes regiones del globo.
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