El día que las ‘guerreras’ lograron un puesto en la final del Mundial de Japón, la mente de Nerea Pena se trasladó a 2011. En Brasil, la selección femenina de balonmano iniciaba el camino de una generación que se ganó un apodo característico con su juego. Un lustro de garra recompensado con medallas donde la jugadora navarra pudo disfrutar a medias. Dos graves lesiones cortaron su proyección y lastraron su presencia en unos Juegos Olímpicos de 2012 que le refuerzan y dan argumentos para luchar por una plaza olímpica en Tokio 2020. Nerea Pena es, junto a Silvia Navarro, una de las veteranas de un grupo que vive un nuevo sueño. «Jugar algo así después de tanto tiempo es una pasada», reconoce en Newtral.
La pasión de Nerea Pena se entiende desde la superación. Su carrera se torció apenas unos meses después de conseguir el primer bronce en un Mundial. Durante un partido europeo con el Itxako en 2012, se rompía el ligamento cruzado anterior y el lateral interno de la rodilla derecha. Decía adiós a toda una temporada, pero especialmente a los Juegos Olímpicos de Londres en los que España tocó techo con otro bronce. Pasado el golpe emocional, se rompía el ligamento cruzado anterior y el menisco. Recuperarse y vivir unos Juegos se convirtió en su gran obsesión.
«Después de esas dos lesiones, conseguimos una plata en el Europeo que ya fue muy especial. Por sentir que vuelves, que estás de nuevo en el máximo nivel. Pero Japón ha sido aún más emotivo. Cuando nos clasificamos para la final contra Países Bajos, sentí mucha nostalgia. Tenía felicidad por el momento, pero también una sensación extraña de echar de menos a las jugadoras con las que había compartido éxitos antes de esas lesiones. Tomé perspectiva y vi que podía estar otra vez en una final. Eso te hace reflexionar sobre la vida, los altos y los bajos que hay durante toda una carrera».
Esa sensación se manifestó cuando vio que sus antiguas compañeras también reconocían su esfuerzo. «Muchas de las que estuvieron en las medallas anteriores me escribieron durante esos días. No estaba triste, pero sí con una sensación extraña, pensaba todo el rato en esa conexión especial que teníamos. Las generaciones cambian, la vida deportiva da muchas vueltas y la situación ahora es totalmente diferente. Silvia Navarro y yo parecemos abuelas, mientras que hacemos un ‘remember’, las más jóvenes alucinan. Es guay vivirlo con gente nueva porque percibes ese contraste de disfrutarlo porque lo revives, o disfrutarlo porque no lo has conseguido antes».

Siete años fuera de España
Antes de volver a Budapest (Hungría), donde compite desde hace siete temporadas, Nerea Pena disfruta de la familia en Pamplona. Con treinta años recién cumplidos empiezan a pesar los miles de kilómetros lejos de su entorno, pero incide en que si quiere cerrar el círculo y cumplir el mayor objetivo que le queda—los Juegos Olímpicos de Tokio 2020—, debe permanecer en una competición que le permita luchar por objetivos más ambiciosos de los que tendría en la liga española.
«Esta medalla no cambia mucho la manera de pensar en mi futuro profesional. Intento llegar a los Juegos al mejor nivel, y si quiero eso entiendo que debo quedarme donde estoy. En Hungría peleo por la Champions y estoy en una liga competitiva, y eso desgraciadamente no lo tendría en España ahora mismo. Quiero explotar mis últimos años, aunque a corto plazo me gustaría regresar», incide, reconociendo que su idea es retirarse en casa con un proyecto deportivo bueno que incluya clubes potentes con capacidad para luchar en Europa.
Aunque la liga femenina de balonmano vive una larga reconstrucción tras la caída de equipos importantes durante la crisis, como el Itxako en el que jugaba, ella es optimista y sitúa en dos temporadas una importante mejora. «Venimos de años muy difíciles a todos los niveles, clubes y selección. Más de la mitad de las jugadoras internacionales jugamos fuera de nuestro país, y así es muy complicado. Sacar una medalla de plata en un Mundial teniendo estas circunstancias es un gran éxito no solo para las mujeres en este deporte, sino para todo el balonmano español. Deberíamos aprovecharlo para resurgir, para que los patrocinadores se fijen más en nuestro trabajo y que en un par de años, cuando se dispute el Mundial en casa, tengamos a la gente reenganchada. Nosotras ya hemos hecho nuestro trabajo en esa línea»
«Hemos recuperado a las guerreras»

Después de cosechar cinco medallas en seis años, las ‘guerreras‘ venían sufriendo para reconstruir un proyecto en el que la mayoría de las seleccionadas no podían jugar en la liga española por las condiciones económicas. La retirada de jugadoras clave en esa generación, el cambio de seleccionador y la falta de tiempo para encajar todas las nuevas piezas habían provocado que la posición de España en los últimos campeonatos fuera difícil de asimilar. Undécimos y duodécimos puestos en Mundiales y Europeos complicaban la confianza en nuevos éxitos. Pero el trabajo de dos años de Carlos Viver al frente del equipo, y la capacidad de veteranas como ‘Shandy’ Barbosa o la portera Silvia Navarro han generado un nuevo áurea.
«Hemos recuperado a las guerreras», concluye Nerea Pena. «Lo hemos hecho a base de mucho trabajo. Veníamos de una situación muy complicada. La unión y el esfuerzo de este vestuario han sido claves, y hemos visto la recompensa. Pero lo más importante, y lo que te provoca una satisfacción tremenda, es saber que no lo has disfrutado solo tú, que hay muchísima gente que se ha conectado contigo. El balonmano es precioso cuando es alto nivel. Es bonito ver a las nuevas generaciones teniendo referentes. Hay que mantener esa ilusión, seguir trabajando en atraer a las niñas a los pabellones y mantener la euforia durante el tiempo».