A principios de 2021, un equipo de la Universidad de Cambridge (Reino Unido) se aventuró a asegurar que podrían nacer más niñas que niños debido a la pandemia. Su tesis sobre el sexo de los bebés se basaba en el enorme estrés que los confinamientos y miedo al virus habían producido en las futuras mamás, embarazadas en 2020 y principios de año. En concreto, se centraron en los altos niveles de cortisol (hormona del estrés) hallada en sus cabellos. Esta sustancia se asocia a un mayor nacimiento de niñas que de niños. Pero, ¿afectan los contaminantes al sexo de los bebés?
A nivel global, la realidad no parece avalar hasta la fecha esa hipótesis. A la espera de datos de 2021, en España nacieron en 2020 165.410 niñas frente a 173.796 niños (aunque fueron menos ellos que respecto a 2019). Por el momento (y coronabebés aparte) siguen naciendo más niños que niñas, cosa que, por otro lado, tampoco concuerda con las estrictas matemáticas de la probabilidad. 50% exacto, pues los gametos se forman por meiosis, partiéndose por la mitad, con idénticas oportunidades para que haya cromosomas con la marca masculina (Y) o femenina (X).
Lo cierto es que a nivel biológico, la proporción de sexos al nacer puede verse afectada por factores hormonales que terminan específicamente en embriones masculinos o femeninos durante el embarazo. Ahora –y tras una revisión de viejos estudios– un equipo ha sugerido que los contaminantes, los cambios en el clima y el estrés psicológico posiblemente esa ratio del sexo del bebé. Pero la mayoría de los estudios se han centrado en solo uno o dos factores a la vez. Y parece que lo más determinante es la contaminación.
Niños o niñas entre 1983 y 2013 y el estrés
Al margen de la influencia de los contaminantes en el sexo de los bebés, el nuevo trabajo, publicado en PLOS CB, los investigadores analizaron bases de datos de aseguradoras de salud sobre más de 3 millones de nacimientos en EE.UU. entre 2003 a 2011. También bucearon en registros de más de 3 millones de nacimientos en el Registro Nacional de Pacientes de Suecia desde 1983 y hasta 2013. Cruzaron esos datos con los del tiempo y los contaminantes en el momento de cada nacimiento.
Según el nuevo análisis, los cambios en la ratio de sexo del bebé no se asociaron con las estaciones del año o la temperatura ambiente. Quedó descartada esa vieja creencia. El tiempo no determina si nacen más niños o niñas. ¿Tendría que ver algo el estrés de la madre, como sugirieron los colegas de Cambridge?
Para este aspecto usaron datos de tasas de delitos violentos, las de desempleo o incluso la cantidad de tiempo que se pasa una en el transporte público en hora punta. Contra lo que se pudiera pensar, el equipo liderado por Andrey Rzhetsky no halló ninguna correlación significativa.
Tradicionalmente se ha trabajado con la hipótesis de que en situaciones de adversidad, la selección natural apostará por la descendencia femenina
Estudios anteriores sí las encontraron, como recuerdan los psicólogos María Isabel Peralta, Carolina Mariño-Narváez y Jose A. Puertas-Gonzalez (Universidad de Granada) y Borja Romero-Gonzalez (Universidad de Valladolid). “Se ha estudiado que tras situaciones de adversidad se produce un mayor nacimiento de niñas. Así ha sucedido en varios momentos de la historia, por ejemplo en los meses posteriores al asesinato del presidente J. F. Kennedy, tras los ataques terroristas del 11-S o después de la muerte de la Princesa Diana en Inglaterra”.
Como explican en The Conversation, existen dos tipos de hipótesis que intentan explicar de este fenómeno. Unas están centradas en el comportamiento de los espermatozoides portadores de los cromosoma X e Y (que definen el sexo del bebe). Los espermatozoides portadores de X son más resistentes atravesando un mucus cervical con ph mas ácido (y más hostil). Las ‘chicas’ se abren paso en entornos hostiles.
Tiene sentido, teniendo en cuenta que el ph es más ácido cuando disminuyen los estrógenos como consecuencia del estrés. Por otro lado, existe una amplia evidencia sobre el papel del estrés en los abortos espontáneos. De hecho, diferentes estudios han mostrado un incremento del numero de abortos después de episodios dramáticos como pueden ser ataques terroristas del 11-S o tras el terremoto de Japón en 2011. Pero hay un histórico debate en biología sobre si tiene más ventaja el macho o la hembra a la hora de perpetuar a la especie, en la reproducción sexual.
El sexo de los bebés según los contaminantes
El nuevo trabajo de EE.UU. y Suecia no entra a analizar estos acontecimientos concretos, sino otras fuentes de estrés cotidianas. Y ahí no ha encontrado correlación alguna. ¿Era todo casualidad? ¿Una muestra pequeña? ¿Es diferente el estrés de un acontecimiento histórico al de nuestro pequeño continuo vital?
Es cierto que hechos como el tiroteo en Virginia Tech sí se asoció con un mayor número de nacimientos fuera de la proporción niños-niñas esperable, 34 semanas después de la tragedia. No así con el huracán Katrina, que también analizaron.
El trabajo de Rzhetsky sí se ha encontrado algunas sorpresas a la hora de correlacionar nacimientos, sexo de los bebéés y contaminantes a los que se expone la madre. Algunas sustancias aumentaron la proporción de niños y otros la disminuyeron. Estos contaminantes incluían bifenilos policlorados (PCB), hierro, plomo, mercurio, monóxido de carbono (CO) y aluminio en el aire, y cromo y arsénico en el agua.
En todo momento se habla de ‘nacimientos’, no fecundaciones. A diferencia de algunos de los estudios recientes “no tuvimos acceso al sexo de los mortinatos, lo que nos habría permitido probar la selección negativa en el útero”. O sea, analizar en particular el papel de contaminantes o estrés en los abortos.
El estudio no pudo determinar si los contaminantes realmente causaron los cambios observados en la tasa de sexo de los bebés. “Idealmente, cada asociación de tasa de sexo al nacer con contaminante podría seguirse con un trabajo experimental utilizando líneas celulares humanas para descubrir el mecanismo subyacente”, dice desde EE.UU. Rzhetsky. Pero cree que, sobre todo, los resultados deberían alentar a los legisladores a “tomar medidas para reducir la contaminación ambiental”.
En todos los casos, el impacto del efecto “fue modesto pero estadísticamente significativo debido al gran tamaño de los dos conjuntos de datos. Sugerimos que, si bien era poco probable que las asociaciones hubieran surgido de mecanismos de selección específicos del sexo, pueden ser útiles en los mecanismos de vigilancia de salud pública”, concluye Rzhetsky.
Y, desde luego, si hay una población vulnerable a la contaminación es la infantil, como explicaba a Newtral.es Mark J Nieuwenhuijsen, jefe del programa de Contaminación Atmosférica y Entorno Urbano de ISGlobal. “Hemos analizado más de 1.000 ciudades en 31 países europeos y descubrimos que se podrían prevenir hasta 43.000 muertes prematuras cada año si cumplieran las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud (OMS) con respecto a la cercanía residencial a los espacios verdes. Los datos se publicaron en The Lancet Planetary Health”.