Más de media Inglaterra se enfrentaba desde el miércoles a nuevas restricciones ante el rápido avance del coronavirus en el sureste de la nación. Y el sábado, el primer ministro Boris Johnson introdujo el nivel 4 de alerta, mientras que varios países de Europa se blinda frente a la variante del virus que se está extendiendo rápidamente en territorio inglés.
La nueva variante, bautizada como VUI 202012/01, presenta varias mutaciones, que son cambios o errores en el libro de instrucciones para su replicación, el ARN.
Asesores científicos del gobierno británico han identificado 17 cambios en las letras con las que se escriben las instrucciones del virus para replicarse, el ARN. Según los investigadores, los cambios en la superficie del virus pueden permitir que se una a las células más fácilmente.
El secretario de estado de Salud Matt Hancock defendió el lunes las medidas esgrimiendo la propagación de una mutación nueva concreta (llamada N501Y) del SARS-CoV-2, que asoció con un «crecimiento más rápido» que las variantes existentes.
El ministro precisó en la Cámara de los Comunes que se han encontrado con más de un millar de casos de la nueva variante del coronavirus en 60 áreas del sur de Inglaterra. También adelantó que no había motivos para que la mutación comprometiera el éxito de las vacunas.
En una conferencia de prensa posterior, el epidemiólogo jefe de Inglaterra, Chris Whitty, aseguró que “la razón por la que se ha pasado a nivel 3 es que las tasas han aumentado muy rápido en varias áreas. La [nueva] variante puede estar contribuyendo o no a eso, pero la realidad es que está sucediendo en todos los ámbitos».
Preocupaciones aún sin poderse probar: más contagios, menos eficacia vacunal
Un portavoz de la Organización Mundial de la Salud señaló a The Guardian que estaba en contacto con expertos del Reino Unido para identificar la variante. Hasta la fecha, no tenían evidencia de que se estuviera comportando de manera diferente, pero seguirán la evolución.
Parte de esas ‘erratas’ de replicación del virus se han producido en un punto clave: la punta de sus espículas, llamada proteína S. Es la llave con la que se abre paso en las células. La inmensa mayoría de vacunas se dirigen a crear defensas que inutilicen esa llave.
As far as I know, the #SARSCoV2 variant identified by Hancock today is defined by a spike mutation at position 501 N->Y & a double-deletion at positions 69/70.
— Dr Emma Hodcroft (@firefoxx66) December 14, 2020
You can see it in orange in the dedicated Neher Lab S:N501 @nextstrain build belowhttps://t.co/Tg8rKy6dt9
1/N https://t.co/5cDHHOOtHZ pic.twitter.com/xvns7rleZI

Según el gobierno de Reino Unido, hasta un 62% de los nuevos contagios en Londres responden a la variante N-501Y.
El Consorcio de Genómica de Reino Unido ha señalado que «actualmente no hay evidencia de que esta variante (o cualquiera otra estudiada hasta la fecha) tenga algún impacto en la gravedad de la enfermedad, o que haga que las vacunas sean menos efectivas, aunque ambas preguntas requieren más estudios sobre la marcha».
Opinión que comparte el profesor de Microbiología de la UAM e investigador Jose Antonio López-Guerraro, quien destaca que habrá que confirmar si se trata, en efecto, de unos cambios o mutaciones tales en el ARN del virus como para hablar de cepa nueva.
En general, es raro que una mutación, en tan poco tiempo, provoque que los anticuerpos que luchan contra el virus dejen de funcionar, tirando por tierra los esfuerzos de la vacuna. Igualmente, cambiar la ‘formulación’ (literalmente, el ARN mensajero) de las vacunas de Pfizer o Moderna es algo relativamente fácil. Aunque nos sitúa en un escenario más parecido a la de la vacuna de la gripe, si hay varias cepas circulando. Todavía es pronto para saberlo.
Hay algún indicio de que esa mutación pudiera facilitar que la llave entre con más proabilidad en la cerradura ACE2 de las células, según se ha visto en animales. Pero no se ha podido demostrar nada más allá, en la vida real de humanos.
Desde marzo sabemos que el coronavirus SARS-CoV-2 muta rápido, pero no tanto como otros, por ejemplo, el de la gripe. Se han producido decenas de miles de mutaciones, la inmensa mayoría irrelevantes de cara a la evolución de la pandemia.
Es cierto que se sospecha que la explosión de casos de octubre en Europa pudo ligarse a una variante posiblemente originada durante el verano, y se expandió de sur a norte, favorecida por la vida social en interiores ligada a los primeros fríos.
No obstante, aún no se ha probado que sea la genética del coronavirus en sí la que esté tenga el mayor peso en el ritmo y lugar de contagio, frente al propio comportamiento humano, a diferencia de lo que sucede con virus con altas tasas de mutación.
Su relativa estabilidad es su principal talón de Aquiles y esperanza a la hora de desarrollar una vacuna efectiva a largo plazo.