Diez mitos asociados a la dislexia

Niños en el colegio haciendo deberes | LAKIV FILIMONOV WEB SHUTTERSTOCK
Tiempo de lectura: 11 min

Desde que se declaró el estado de alarma por la pandemia de coronavirus muchas familias se han puesto en contacto con la Federación Española de Dislexia (FEDIS) para consultar dudas sobre la dislexia o pedir ayuda con la educación desde los hogares. Desmentimos aquí los mitos vinculados a la dislexia.

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“Durante los meses de confinamiento y de clases no presenciales, los padres han pasado más tiempo haciendo los deberes con sus hijos y han detectado problemas a la hora de leer o escribir que podrían ser debidos a la dislexia”, explica a Newtral.es Araceli Salas, portavoz de FEDIS, quien añade que también les han llamado “para preguntarnos qué herramientas pueden usar desde casa los niños con dislexia ya diagnosticada”.

La confusión de letras y de sílabas, las omisiones de palabras al escribir o los problemas de coordinación psicomotriz son algunos de los síntomas más comunes de la dislexia, una Dificultad Específica de Aprendizaje (DEA) de origen neurobiológico que no tiene un diagnóstico universal para todas las lenguas. Por ello, es difícil medir exactamente cuántas personas la sufren.

En España, el Ministerio de Educación no tiene datos oficiales, pero distintas asociaciones estiman que la sufren más de 4,6 millones de personas y alrededor de 800.000 alumnos en nuestro país.

“La mayoría de personas con dislexia están sin diagnosticar, por eso es tan importante dar visibilidad a esta DEA y desmentir los mitos y los estigmas que acompañan a las personas disléxicas”, señala Salas. 

En Newtral.es desmentimos los bulos más recurrentes sobre la dislexia de la mano de investigadores y expertos en la materia.

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No es un trastorno de la vista: su origen es neurológico

La dislexia no es una disfunción visual sino principalmente neurológica. “Como se asocia a la lectoescritura, algunos padres creen que el problema está en la vista de los niños, pero las evidencias científicas muestran que el origen de la dislexia está en el cerebro”, explica Manuel Carreiras, director del centro Basque Center on Cognition, Brain and Language (BCBL).

Los investigadores del BCBL han desarrollado diversos estudios para avanzar en la detección del trastorno y en su diagnóstico temprano a través de técnicas de neuroimagen. “El descubrimiento de biomarcadores tempranos es crucial, ya que el diagnóstico temprano permitirá una intervención más rápida y evitará que los niños sufran al no saber qué les ocurre”, apunta Carreiras.

Mitos vinculados a la dislexia y su cura

“Los tratamientos mágicos para hacer desaparecer la dislexia no existen. Es de por vida”. Lo explica a Newtral.es Luz Rello, fundadora de Change Dislexia, lingüista y doctora en Informática, quien insiste en que “no se trata de una enfermedad, sino de una dificultad del aprendizaje que no tiene cura”.

En concreto, los disléxicos presentan problemas para identificar un sonido con un grafema –la unidad mínima de la escritura de una lengua–. “Los tratamientos logopédicos y psicológicos y las herramientas informáticas o programas de lectura de texto pueden ayudar a mejorar las manifestaciones de la dislexia”, añade la lingüista.

“Con una intervención adecuada y centrada en el trabajo de la fonología y la conversión de grafemas a fonemas se pueden compensar y se pueden minimizar sus efectos”, señala en una nota de prensa Llorenç Andreu, codirector del grupo de investigación en Cognición y Lenguaje de la Universidad Oberta de Cataluña (UOC).

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Cometer muchas faltas de ortografía no tiene por qué ser dislexia

Dentro de las aulas, la dislexia es un problema real que acompaña a muchos estudiantes durante todo el proceso de aprendizaje. “Es verdad que las personas con dislexia tienen más faltas de ortografía. Sin embargo, cometer errores ortográficos no significa que tengas dislexia. Tiene que haber un diagnóstico”, explica Rello.

La lingüista ha desarrollado ‘Dytective for U’ una app que, a través de un test de dislexia gratuito, notifica con casi un 90% de precisión el riesgo de padecer dislexia. “Se trata de una prueba de cribaje, un detector de riesgo. Pero el diagnóstico debe confirmarse con un profesional”, explica su fundadora.

Beatriz Gavilán, neuropsicóloga y profesora colaboradora de los Estudios de Ciencias de la Salud de la UOC señala que actualmente muchos profesores tienen la formación necesaria para detectar cuándo un niño puede ser disléxico, “por lo que es recomendable que los padres estén atentos, pero que confíen en el criterio del colegio. En el caso de que exista sospecha y el centro no haya informado, no está de más acudir a un especialista”, como recoge la nota de prensa.

La dislexia no aboca al fracaso escolar

“Si un niño tiene un cociente intelectual bajo, tendrá problemas de lectura como consecuencia de su baja capacidad cognitiva. Los disléxicos tienen problemas de lectura a pesar de tener un cociente intelectual dentro de la normalidad”, explica Andreu.

Una persona con dislexia que presente dificultades a la hora de reconocer de manera correcta y fluida las palabras, de escribir sin faltas de ortografía y de descodificar las palabras, “va a tener un rendimiento más bajo en el colegio y unas notas peores que si, por ejemplo, realiza los exámenes orales”, añade Salas.

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“A mi hijo le diagnosticaron dislexia a los 9 años, pero a partir de los 5 ya detectamos que algo pasaba. En esos momentos es muy importante tener claro que la dislexia no implica ser más vago ni ser más tonto. No está relacionado ni con la inteligencia en general ni con la capacidad de trabajo. Por lo que la dislexia no es sinónimo de fracaso escolar”, cuenta Salas.

No es cierto que los adultos no puedan tener dislexia

Como coinciden los expertos, la escuela es el momento donde la dislexia puede ser más visible. De ahí “puede venir el mito de que esta DEA solo afecta a los más jóvenes”, indica Carreiras.

“A los niños se les suele diagnosticar dislexia alrededor de los 9 años, porque en esa edad resulta más evidente si van dos cursos por detrás que el resto del alumnado. No obstante, los adultos también tienen esta dificultad del aprendizaje, porque quien tiene dislexia la va a ser siempre”, añade.  

De hecho, según un estudio desarrollado en 2015 por investigadores españoles y publicado en la revista Frontiers in Psychology, en España, las personas con dislexia muy formadas y con un amplio contacto con el lenguaje escrito siguen experimentando dificultades en la escritura en la edad adulta.

El entorno y la terapia sí influyen en la mejora de los síntomas 

“Con frecuencia, se pone el foco de atención únicamente en el joven que tiene dislexia. Se les exige más esfuerzo como si sus problemas de aprendizaje dependieran únicamente de su rendimiento. Pero no es así”, subraya Salas. “Ellos hacen un sobreesfuerzo desde que se levantan hasta que se acuestan para enfrentarse a los obstáculos de la dislexia y además tener que asistir al logopeda o al psicólogo cuando el resto de niños están jugando”, añade.

Cuando a su hijo le diagnosticaron dislexia ella pudo reducir su jornada y dedicarle más tiempo, pero “muchas familias no pueden permitirse ese tiempo, ni el dinero que supone ir al logopeda o comprar las herramientas específicas para ayudarles con la lectoescritura”, destaca.

Por ello, la presión por mejorar no debería recaer únicamente sobre los hombros de los jóvenes. “También es una cuestión del entorno, del sistema educativo y de los recursos de las familias”, insiste Salas.

Las frases tipo “¿ves como si te esfuerzas lo consigues?” son especialmente “peligrosas”, según Gavilán, porque transmiten al niño que, de alguna forma, es culpa suya. Además, por mucho que se esfuercen, “van a necesitar ayuda externa”.

Niña estudiando en el colegio | Jacek Chabraszewski Shutterstock

No distinguir entre izquierda y derecha no tiene por qué ser dislexia

En los colegios, los hogares o incluso las clases de la autoescuela para aprender a conducir, el mito que etiqueta a los que confunden la izquierda y la derecha como personas con dislexia es uno de los más repetidos.

Sin embargo, la dislexia “no es lo mismo que la lateralidad cruzada, que se produce cuando la lateralidad no está bien definida en uno de los lados (derecho o izquierdo) y se relaciona con dificultades en la coordinación y en la orientación espacial”, explica Rello.  

“Se trata de la preferencia espontánea en el uso de los órganos situados al lado derecho o izquierdo del cuerpo, como los brazos o las piernas. Si bien un 50% de personas con dislexia tienen lateralidad cruzada, tenerla no implica que tengas dislexia”, añade la lingüista.

Hay un componente genético, pero no siempre se hereda

Según Gavilán, el mito de que la dislexia se transmite de padres a hijos sí tiene un trasfondo de realidad, ya que la dislexia “tiene un gran componente genético”.

En su página web sobre las evidencias científicas de la dislexia, Rello explica que “existe una gran cantidad de información previa sobre el componente familiar y estudios de gemelos que sugieren un componente heredado sustancial”.

Por ejemplo, una investigación liderada por el científico de la Universidad de Colorado John DeFries muestra que cuando uno de los hermanos es disléxico, existe el 70% de posibilidades de que también lo sea el otro. En el caso de los gemelos no idénticos, la posibilidad es solo del 45%. “Este tipo de estudios defienden la existencia de una base genética de la dislexia”, señala Rello.

Aprender un segundo idioma “no cura” la dislexia, aunque puede ayudar con algunos síntomas

La relación de la dislexia con los idiomas puede resultar compleja. A la hora de evaluar esta DEA hay que distinguir entre las lenguas transparentes y las opacas. Las transparentes son aquellas en las que el grafema coincide con el fonema, es decir, en los que a una letra le corresponde, por lo general, un sonido. Sin embargo, en las opacas (como el inglés), un grafema (la letra A, por ejemplo), puede pronunciarse de varias formas.

Así, las lenguas opacas “presentan un problema añadido: hay que aprender varios fonemas para un mismo grafema”, explica Carreiras. Según este experto, “si dominar un idioma a nivel escrito ya es difícil, aprender otro más como el inglés puede ser una pesadilla por su complejidad”. No obstante, algunos estudios apuntan que aprender al mismo tiempo dos lenguas a nivel oral puede reducir los síntomas de la dislexia.

Según una investigación de la Universidad de Bangor (Gales) y el BCBL, publicada en Scientific Studies of Reading en 2018, algunas combinaciones de bilingüismo transmitidas desde edades muy tempranas pueden beneficiar a quienes sufren dislexia. El trabajo se realizó con adultos que en su infancia aprendieron a leer en inglés y en galés (una lengua transparente) al mismo tiempo.

“No se puede decir que un segundo idioma cure la dislexia, porque los adultos del estudio siguen teniéndola; solo han disminuido algunos de los síntomas. En general, es bueno para combatirla, pero hay diferentes tipos de bilingüismo: unos aprenden un segundo idioma desde que nacen, otros a los seis años. Por eso no se puede decir todavía que sea bueno para todos los casos”, se señala en la nota de prensa sobre las conclusiones del estudio.

Las personas con dislexia y las carreras “de letras”

Las etiquetas y los prejuicios pueden ser un techo de cristal para muchas personas, que ven limitadas sus opciones profesionales por la dislexia. “Pero la dislexia no es un todo o nada. No todos presentan los mismos síntomas y no todos tienen que seguir la misma trayectoria”, destaca Salas.

Arquitectos, matemáticos, escritores y hasta Premios Nobel como el biofísico suizo Jacques Dubochet. “Las personas que tienen dislexia van a tener más obstáculos, pero sus dificultades en el aprendizaje no han definido en exclusiva su camino”, añade Salas.

Rello es un ejemplo de ello. Diagnosticada con dislexia, esta lingüista española ha recibido varios reconocimientos por sus investigaciones en la materia, entre los que se encuentran el premio Innovador Social del Año por MIT Tecnhnology Review en 2014 y el Premio Princesa de Girona en 2016. Por eso, “los mitos están para derribarlos, sobre todo aquellos que estigmatizan”, concluye Salas.

2 Comentarios

  • Muy interesante lo compartiré con mis alumnos que son docentes de Educación especial.

    Muy claro. muchas gracias.

    Patricia Cáceres Villanueva (Perú)

  • El problema no lo tiene la persona con dislexia, más bien lo tiene el maestro, profesor, el educador académico que no está formado para enseñarle a un disléxico. A ellos, los educadores, les falta conocer el camino por el que un disléxico transita para aprender.