El brazo derecho de Mireia Rodríguez impulsa el balón en cada acción con la fuerza que le otorga ser la primera mujer en disputar una competición senior masculina de balonmano. Paciencia y colocación confrontan el juego físico de compañeros y rivales, más altos y pesados en un deporte donde el cuerpo es relevante. Su mantra, también fuera del rectángulo 40x20m, es la superación de los límites que su mente cree tener. “Aún me estoy adaptando, pero soy muy exigente y así es como se derriban”, explica a Newtral.es.
Nacida en La Roca del Vallès (Barcelona) hace 31 años, Mireia Rodríguez creció en un entorno favorable para la práctica del balonmano, un deporte instaurado en los valores educativos desde el colegio en la región. Ese “ecosistema natural” facilitó el impulso de una carrera deportiva que le llevó a jugar en Granollers, Logroño, Murcia y ahora Albacete. Nunca llegó a la élite. “Hay que ser humilde, asumí mis limitaciones, y por eso he trabajado más que nadie”.
Durante años, Mireia Rodríguez buscó porteras aliadas con las que mejorar técnicamente. Después de cada entrenamiento cogía un saco de balones y se quedaba media hora más para disparar. “Así es como evolucioné, repitiendo hasta que se me cayera el brazo. Eso es lo que le traslado ahora a mis compañeros, que su tope está más alto de lo que creen, y por eso te tienes que exigir mucho más de lo que puedes, independientemente de la categoría en la que estés”.
Mireia Rodríguez: “El juego de ellos es físico y nosotras más resolutivas”
Este verano, Mireia Rodríguez hacía las maletas con su marido, el futbolista Rubén Martínez -con quien tiene un hijo de tres años-, y se trasladaban a Albacete para iniciar un nuevo proyecto deportivo. Allí se sorprendió de la inexistencia de equipo femenino, así que consultó al Club Balonmano Albacete la posibilidad de entrenar con el masculino. La talla del balón fue el primer hándicap. “Durante dos semanas practiqué con el pequeño”.
Espoleada por sus compañeros, comenzó a utilizar el balón de la liga masculina, difícilmente abarcable. “No podía estirar la mano, me dolía cada vez que entrenaba”. En apenas unas semanas estaba tan involucrada que el entrenador José María Valerio solicitó que compitiera. Desde la Federación de Castilla-La Mancha se aceptó. “Como mujer deportista entiendo la problemática y la dificultad. No podía permitir que nadie se quede sin disfrutar de nuestro deporte”, dice la presidenta María López Pérez a Newtral.es.
El pasado fin de semana se convertía además en la primera mujer en anotar un gol en una categoría masculina. Barreras que caen y que le recuerdan el esfuerzo constante hasta lograr sus objetivos. Jugar con compañeros y rivales que pesan 40 kilos más no ha sido un camino sencillo, pero hay más factores que hablan de su mérito, como el estilo de juego y su rol específico como generadora de juego.
El entrenador le pidió jugar de central, posición donde nacen las jugadas. “Desde ahí diriges la basculación y estás en movimiento constante, es muy exigente. También tiene peso psicológico porque llevas el tempo del partido y tienes la responsabilidad de resolver situaciones. Ahí es cuando acudo al pensamiento resolutivo que tenemos las mujeres”, dice.
Un estilo que requiere paciencia mezclada con intensidad, pero sobre todo calma e insistencia en hacer lo que el conjunto busca. “Si la jugada no sale, volvemos a intentarlo una y otra vez. Y esto choca mucho con el juego que se practica habitualmente en los equipos masculinos, mucho más directos, de impacto físico, con más enfrentamientos de uno contra uno”.
Jugar en un equipo masculino: “Si no puedo de otra manera, ¿por qué no?”
Cuestionada por la repercusión de su situación, Mireia Rodríguez responde con la tranquilidad de quien sabe que no está haciendo nada extraordinario. “Deberíamos normalizarlo. Si no puedo hacerlo de otra manera, ¿por qué no? Ya debería ser cuestionado tener que dejar tu aliciente, tu razón de vivir. Es una situación similar a la maternidad, debemos dejar de poner en aprietos a las mujeres”.
Cuando llegó a Logroño hace cuatro temporadas, Mireia estaba embarazada de ocho meses. Allí el club le acogió y esperó hasta que recuperó su mejor nivel cinco meses después del parto. “Siempre he sido muy adelantada en ese sentido. ¿Por qué tengo que dejar el deporte para ser madre? No sé ni cómo alguien puede planteárselo. Tuve un embarazo activo, no dejé de hacer deporte. A veces pienso en cuántas mujeres lo han dejado. Es una cuestión cultural”, lamenta.
Esa proactividad es la que le llevó también a la idea de diseñar ropa de bebé. Cuanto tuvo a Leo, observó que la ropa de calidad no era accesible para todas las familias. “Mi hermana, que es diez años menor, terminó de estudiar, y le dije que intentara hacer lo que le gustara. Soy de la mentalidad de aplaudir el intento, algo que en España no se valora y que lleva a frustraciones y a límites por el miedo al fracaso. Hay que intentarlo una y otra vez”.
Se pusieron a patronar, diseñar y coser ropa para bebé en un modelo sostenible donde pretenden disfrutar del proyecto. “Creamos Eleven & Mía, una tienda online en la que ya tenemos dos centrales en Barcelona y Logroño. Es una marca transgresora, partiendo de personas que pensamos que sin un mundo capitalista, más personal, nos iría mucho mejor, y donde mi misión no es montar una gran empresa, sino rodearme de grandes personas”.
Deporte educativo: “Los niños tienen que aprender a frustrarse”
Ahora que es madre, observa el balonmano desde la perspectiva educativa. “Aunque ya era consciente, me doy cuenta de la importancia que tiene el deporte a nivel motriz y de desarrollo, y en este caso tu cuerpo entero está activo”. Pero sobre todo, Mireia Rodríguez lo valora desde el punto de vista mental. “Los niños tienen que aprender a frustrarse y en el deporte es más fácil porque estás rodeada de personas que te ayudan a afrontarlo. Personalmente me ha salvado de épocas difíciles de socialización. Un equipo te ayuda a canalizar y superar inseguridades”.
Después de su debut, donde el entorno celebró su integración, percibió que a través de las pantallas las reacciones eran inversas. Cuestionamientos y argumentos en redes sociales que venían a indicar que los rivales se dejarían ganar por no chocar con ella, o que se iría al banquillo en cuanto hubiera un hombre más en el equipo. “Lo que no piensan es que me van a dar un leñazo igual que se lo voy a pegar yo a ellos”, dice riendo. “No hago mucho caso, tengo la suerte de estar en un ámbito con cabezas muy bien amuebladas”.
Esa actitud, incide Mireia Rodríguez, es la que le lleva a superarse, a mirar la vida de una manera optimista donde solo ella puede decidir qué hacer. “Si me sentara y dijera que soy afortunada, si me pasara los días esperando a que mi marido llegara a casa de jugar al fútbol, dejaría pasar el tiempo y la vida. Y solo mirarían que soy la mujer de un futbolista. Mi mentalidad es ambiciosa, hago cosas por satisfacción. Al menos, como siempre digo, las intento”.