El metano es nuestro gas natural doméstico. Está presente mucho más allá de las cocinas o calderas. Nace de forma espontánea de las entrañas de la tierra y de las de las vacas, entre otros animales. Los humanos hemos convertido lo natural de este gas en algo bastante más artificial. Sobre todo porque llevamos décadas forzando un aumento en las emisiones.
Si el acumulado de CO2 en pleno confinamiento batió récords mientras se desplomaban sus emisiones, el de metano está rayando las cifras históricas en lo que a producción se refiere.

Las emisiones mundiales de este potente gas de efecto invernadero han alcanzado los niveles más altos según dos estudios. Entre 2000 y 2017, las cifras están en la senda de los modelos climáticos que sugieren un calentamiento de 3 a 4 grados antes de finales de siglo.
Se trata de un escenario pesimista y de un umbral de incremento de temperaturas peligroso en el que la ciencia advierte de que los desastres naturales, incluyendo los incendios forestales, las sequías e inundaciones, y las hambrunas y las migraciones masivas se volverían casi normales.
Extracción de combustibles fósiles y cría de ganado, principales focos de emisión.
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El aumento de metano principalmente se ha debido al crecimiento de las emisiones de la minería del carbón, la producción de petróleo y gas natural. También tiene importante peso la cría de ganado vacuno y ovino y los vertederos, según estos estudios que destacan a Europa como la única región en la que estas emisiones han disminuido en las últimas dos décadas.
Los dos artículos se publican en Earth System Science Data y Environmental Research Letters por investigadores del Global Carbon Project. En 2017, último año del se disponen de datos completos sobre el metano a nivel mundial, la atmósfera de la Tierra absorbió casi 600 millones de toneladas de este gas incoloro e inodoro, el cual es 28 veces más potente que el dióxido de carbono a la hora de retener el calor (en un lapso de tiempo de 100 años).
Equivalente a 350 millones de coches más
Más de la mitad de todas las emisiones de metano ahora provienen de actividades humanas, advierten los autores, que señalan que las emisiones anuales aumentan un 9% (50 millones de toneladas por año) desde principios del año 2000, cuando las concentraciones del gas en la atmósfera eran relativamente estables.
En términos del potencial de calentamiento, agregar este metano adicional a la atmósfera desde el 2000 es similar a poner 350 millones de coches más en las carreteras del mundo o duplicar las emisiones totales de Alemania o Francia, advierten los científicos.
Para el investigador del CSIRO Pep Canadell, del Global Carbon Project, el metano es ahora responsable del 23% del calentamiento global debido a los gases de efecto invernadero, con emisiones que crecen rápidamente en muchas partes de Asia y América (también aumentaron en África).
Los principales impulsores se dan en el sur y el sudeste de Asia, y en China (agricultura y ganadería). En el caso de América del Norte, el crecimiento de las emisiones está dominado por el uso de combustibles fósiles.
Según estos estudios, Europa es la única región en la que las emisiones de metano han disminuido en las últimas dos décadas, en parte gracias a la reducción de las emisiones de la fabricación de productos químicos y al cultivo de alimentos de manera más eficiente.
La gente bromea sobre los eructos de las vacas sin darse cuenta de lo importante que es esta fuente de metano.
Rob Jackson, Universidad de Stanford
«Las políticas y una mejor gestión han reducido las emisiones de los vertederos, del estiércol y otras fuentes en Europa. La gente también está comiendo menos carne de vacuno y más aves de corral y pescado», explica Marielle Saunois de la Universidad de Versailles Saint-Quentin en Francia, otra de las autoras, en palabras recogidas por Efe.
En cuanto a las fuentes, el investigador de la Universidad de Stanford Rob Jackson recuerda que las emisiones del ganado y la de los combustibles fósiles son «motores gemelos» a la hora de incrementar el metano: «la gente bromea sobre los eructos de las vacas sin darse cuenta de lo importante que es esta fuente».
Un problema para cumplir con París
Los autores recuerdan que durante la pandemia del coronavirus, las emisiones de carbono se desplomaron al detenerse la fabricación y el transporte terrestre, pero «no hay ninguna posibilidad de que las emisiones de metano hayan disminuido tanto como las de dióxido de carbono», apunta Jackson, quien añade: «seguimos calentando nuestros hogares y edificios, y la agricultura sigue creciendo».
Si las emisiones de metano continúan aumentando a este ritmo, puede resultar muy difícil cumplir los objetivos del Acuerdo de París, concluyen los investigadores, que abogan por comer menos carne, reducir las emisiones asociadas al ganado y cultivo del arroz y sustituir el petróleo y el gas natural en coches y hogares.
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