El atolón de Aldabra es un pequeño paraíso en las Islas Seychelles. Declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, se consideran las Galápagos del Índico. Pero a su paisaje de tortugas y peces de colores se está sumando una ingente cantidad de basura de plástico. En concreto, chanclas.
Lejos de ser un endemismo, los restos de plástico llegan por el océano de todas partes del mundo. Ahora, un equipo ha evaluado el coste en horas de trabajo y millones de dólares que supone la retirada de esa basura que anualmente llega al atolón.

Según el trabajo liderado por Jilani Suleman y Lindsay Turnbull, publicado en Scientific Reports, eliminar la basura de plástico del anillo de islas alrededor del coral supondría 4,68 millones de dólares. Sumaría 18.000 horas de trabajo, algo prácticamente inasumible en solitario para pequeñas islas-estado.
El arrecife, en peligro por las chanclas y las redes
Aldabra consta de cuatro islas grandes que rodean una gran laguna y sustenta un ecosistema marino interconectado de arrecifes de coral, manglares y praderas marinas. Es el hogar de la última población restante de tortugas gigantes del Océano Índico, tortugas verdes que anidan y otras especies endémicas.
Hicieron el cálculo sobre los costes y el esfuerzo necesarios durante una limpieza de plásticos durante cinco semanas en la costa sur en Grande Terre por la Fundación de las Islas Seychelles, en 2019.

Durante la campaña se retiraron 25,7 toneladas de basura plástica de Grande Terre, la mayor isla de Aldabra. El 60% consistió en artículos de pesca como redes y cuerdas, algo relativamente común en toda la basura marina que llega a las playas del mundo.
Pero más característico de esta isla fue que y el 24% de la basura eran chanclas. La limpieza costó 224.538 dólares y requirió 980 horas de trabajo de 12 voluntarios durante un período de cinco semanas.
Sobre la base de encuestas realizadas en 20 lugares en Grande Terre, los autores estiman que la cantidad total de basura en las áreas costeras de Aldabra es de 513 toneladas.
Los hallazgos indican que para proteger los ecosistemas marinos y costeros, los pequeños estados insulares deben disponer de fondos internacionales para ayudar en las operaciones de limpieza, sugieren los autores.
Las islas de plástico que se comen a las de verdad
En los últimos años han aparecido islas de basura flotando en distintas partes del océano Atlántico, Índico y Pacífico. Son superficies cubiertas de basura de residuos hechos de plástico y microplásticos.
Estas islas juntas alcanzarían una superficie de 1,4 millones de km² (casi tres veces la de España). Las islas de plástico están concentradas en los giros oceánicos. Las corrientes marinas las arremolinan, como en el caso de la que existe en el océano Pacífico, entre Japón y la costa oeste de Norteamérica.
La costa mediterránea española no es ajena a este fenómeno, pero a otra escala. Más que islas de plástico, se encuentran restos con varias décadas de antigüedad entre lo que se pesca en sus costas.
Un estudio de 2019 demostró que casi un 30% de la basura mediterránea en España actual se compone de plásticos, algunos datan de 1989.
En 2019, un investigador de Torrevieja se puso en contacto con las cofradías de pescadores para recopilar toda la basura que se encontraban al faenar. De aquel muestreo por aguas de la Comunidad Valenciana, Murcia y Andalucía se publicó un estudio que reveló cómo esta parte del Mediterráneo está llena de: basura plástica (29,3%), clínker –subproducto del cemento– (28,4%), madera (10,2%) y metal (9,8%).
El primero es el que más preocupa, porque puede romperse en trocitos más pequeños dando lugar a microplásticos ingeribles por especies marinas. Como dato que revela la durabilidad de estos materiales. El investigador encontró el envoltorio de un flash de limón de, como mínimo, 1989.
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