Mientras contábamos las olas, un equipo internacional presentaba una nueva versión, la más completa, del puzle del genoma humano. Nos faltaban algunas piezas que han terminado siendo muy interesantes. Mientras contábamos las olas, Willow Biden se convirtió en nueva inquina de la Casa Blanca. Una gata de granja de pelo corto gris, algo atigrada. Los dos acontecimientos tienen su relación, pues hay una creencia generalizada que asegura que no hay residente en la sede del gobierno estadounidense que no salga de ahí con el pelo blanco.
Hoy, genoma (y algo más) mediante, sabemos que Joe Biden saldrá sí o sí con el pelo blanco que ya tiene. No es posible que una cana vuelva a ser negra. Pero Willow no tendrá ese ‘problema’, que sí lució Obama con bastante evidencia. O Zapatero, al dejar la Moncloa.
¿Qué tiene el poder para encanecer? ¿Hay un gen presidencial? ¿Un gen que liga el poder con el pelo blanco? ¿Es el genoma de los mandatarios diferente al del resto de mortales, incluidos los gatos? Lluís Montoliu nos confirma en este capítulo de Mientras contábamos las olas que somos un 99,9% idénticos genéticamente entre humanos. Y las diferencias nunca son poblacionales. Con apenas 22.000 genes, tenemos que construir organismos enteros llenos de matices y, sobre todo, colores.

En su Genes de colores (Next Door, 2022) Montoliu habla menos del genoma –eterno protagonista de la genética desde 2002– y más de la casualidad y el ambiente. Hemos probado desde hace poco que un exceso sostenido de adrenalina y otras hormonas del estrés frenan la producción de células implicadas en el pigmento oscuro del pelo. Pero también hemos aprendido últimamente que algunos mandatarios salen de sus despachos presidenciales con el pelo decididamente amarillo. Como algunos gatos.
El genoma nada especial de la primera gata clonada… que salió ‘rana’
Rainbow, arcoíris en inglés, era una preciosa gatita calicó de pelo corto. Se llama calicó a las gatas que tienen tres colores de pelo: oscuro, naranja y blanco. Rainbow aportó una célula de la que se quedaron con el núcleo, donde está toda la información genética. Luego, metieron ese núcleo en un óvulo sin núcleo de otra gata, que se encargó de la gestación subrogada, por así decirlo.
El feto del gatito que tuvo dentro no era suyo en absoluto. No había una sola letra de su particular genoma. Toda la carga genética era de Rainbow. Así que aquel nuevo gatito tenía que ser idéntico a su ‘mamá clónica’, no a su gestante. El 22 de diciembre de 2001 nacía CC. Era gata. Teóricamente, una Rainbow renacida.
CC, la primera gata clonada, crecía sana pero empezó a mostrar un pelaje gris y blanco. Definitivamente no se parecía a Rainbow. Con Dolly no había dudas. Pero era difícil convencer a la familia de Rainbow de que CC es su reencarnación. No colaba. CC no se parecía en nada a su clónica Rainbow. Montoliu explica en el libro y en este pódcast por qué no puede haber dos gatas calicó idénticas en su pelaje. Y esto va mucho más allá del genoma.
Los primeros humanos tenían la piel negra, “los ‘diferentes’ mutantes quizás somos los blancos”
Hace millones de años, cuando nuestros ancestros homínidos salieron de las regiones selváticas, empezaron al perder pelo. Fue una estrategia adaptativa: por un lado, se desprendían de una pilosidad que da calor. Por el otro, la pérdida de pelaje nos permitió sudar y regular mejor nuestra temperatura. Pero la piel rosada de aquellos primeros Homo no hubiera soportado el pleno sol de la sabana africana.
La piel oscura tenía ventaja sobre la clara. “Al principio, todos éramos de piel negra”, recuerda Montoliú. Pero cuando los primeros humanos abandonaron África y fueron conquistando tierras del norte de Europa o las islas británicas, la piel negra no permitía sintetizar correctamente la poca vitamina D que debían a la escasa luz solar. Los mutantes ‘blancos’ tuvieron una ventaja.
Por eso, Montoliu dice que el racismo, además de no tener base biológica alguna (“el 99,9% del genoma es idéntico entre individuos y las diferencias no son poblacionales”), es contraintuitivo. “Los diferentes no serían los de piel negra. Quizás somos los diferentes, mutantes, los blancos”.
Del genoma humano. De la clonación de mascotas. De las canas y el estrés. De por qué no existen los ojos azules, ni los ratones de pelo blanco natural. De si las cebras son negras con rayas blancas o al revés. Y del CRISPR que nació en unas salinas cercanas al mar… hablamos con Lluís Montoliou, en este cuarto capítulo de Mientras contábamos las olas. Esta vez, desde una playa.
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