La mascarilla se va… para quedarse: dónde será obligatoria y dónde no (aunque la seguiremos usando)

Mascarilla obligatoria en transporte público | Prostock Studio
Mascarilla obligatoria en transporte público | Prostock Studio
Tiempo de lectura: 12 min
(*) Actualización 20/04/2022

El fin de la mascarilla obligatoria, en 4 claves

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  • ? Desde el 20 de abril, sólo es necesaria en centros (socio)sanitarios (incluidas farmacias, ópticas o centros de fisioterapia), transporte público y algunos puestos de trabajo.

  • ? Personas expertas creen que algunos seguirán usando la mascarilla por sentirse más seguros. Entre otros, mayores con percepción de más riesgo propio y niños que han pasado a la adolescencia en pandemia. El decreto lo recomienda para vulnerables cuando no puedan mantener más de 1,5 m de distancia interpersonal.

  • ??  Puede quedar una cierta cultura de la mascarilla, como en algunos países asiáticos, con usos más o menos puntuales en el interior o aglomeraciones.

  • ❄️ La mascarilla puede volver a ser obligatoria en interiores en invierno, ante aumentos de virus respiratorios, pero es pronto para saberlo.

20 de abril del 22. Ya no quedaba casi nadie de los de antes. De quienes usan los cubrebocas en exteriores, en todo momento. Pero llega el adiós a la mascarilla obligatoria en los interiores. Los que hay, ¿han cambiado? ¿Vamos a mudar nuestra costumbre de entrar a los sitios con ella o la mantendremos voluntariamente en algunos sitios?

En realidad, cae sólo parcialmente el último de los símbolos de una pandemia que oficialmente no ha concluido, pero de la que nos llevamos despidiendo durante meses. Tras 699 días, los rostros no se desprenden del todo de un complemento que, con mayor o menor incomodidad o disgusto, hemos interiorizado. Puede que por ello tengamos más ganas de olvidarla definitivamente más pronto que tarde. O puede que España sea un nuevo ‘Japónen lo que a uso público de la mascarilla no obligatoria se refiere.

[BOE | Real Decreto 286/2022, de 19 de abril, por el que se modifica la obligatoriedad del uso de mascarillas durante la situación de crisis sanitaria ocasionada por la COVID-19]

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Empecemos por matizar dos cosas. El uso del cubrebocas no estaba tan extendido por Asia, antes de la pandemia, como quizás creemos. Alrededor de un 3% de los japoneses la usaban en su día a día inmediatamente antes de la aparición del coronavirus SARS-CoV-2. La cifra se había elevado una década antes hasta el 22,8%, en plena pandemia de gripe A. Todo muy lejos del casi 100% desde 2020.

La segunda cuestión: en España pasamos en apenas un mes de no usar casi en ninguna circunstancia la mascarilla –que hasta se contraindicó– a llevarla en todo momento fuera de casa. Hemos sido uno de los países del mundo más estrictos en su uso. Tanto, que aunque seamos de los pocos estados que no aísla a los positivos con covid, el uso de la mascarilla en interiores por decreto se ha mantenido ininterrumpidamente durante 23 meses.

Explica a Newtral.es el profesor Mitsutoshi Horii que hay mucho de percepción individual en lo que a la cultura de la mascarilla se refiere. “El uso de máscaras ha brindado a las personas una sensación de control sobre una situación que, de otro modo, se experimenta como fuera de su dominio”. Este sociólogo experto en historia de los rituales de la Universidad de Shumei (Japón) y el Chaucer College Canterbury (Reino Unido), precisa que en Japón existe un componente cultural que quizás no compartimos en occidente.

El cubreobocas construye “el límite entre el ‘santuario interior’ y el exterior ‘contaminado’”, explica citando a otros estudiosos. “Usar máscaras y decirle a otros que lo hagan indica un compromiso individual más cercano a este orden simbólico”. ¿Es posible que en España algunas personas terminen desarrollando un sentimiento parecido?

El éxito de la mascarilla en España: ¿por ser obligatoria, por solidaridad o por miedo?

Partamos de que el uso de la mascarilla en España ha tenido más bien poco de místico. Se ha regulado de manera muy clara pero, también, muy amplia. Es decir, la norma cuya primera versión data de mayo de 2020, no dejaba lugar a dudas: mascarilla en (casi) todo momento, especialmente cuando en verano las comunidades autónomas la impusieron también en la calle. Nos gustase o no, era fácil de cumplir. Y no hacerlo nos enfrenta a multas de hasta 100 euros.

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“Una norma de protección sanitaria a veces tiene tanto éxito como su capacidad para aplicarse y ser comprendida”, señalaba (coincidiendo con el segundo aniversario pandémico) el epidemiólogo social e investigador de la UAH y el Johns Hopkins de EE.UU. Manuel Franco Tejero. La idea de ‘mascarilla todo el rato’ cumplía esos requisitos. Aunque en el exterior su eficacia fuera cuestionable.

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Ahora, quien quiera autoprotegerse en un mundo sin mascarillas, puede usar una FFP2, con mayor poder de filtración ante aerosoles y gotículas de los demás, mientras que las quirúrgicas e higiénicas homologadas pueden ser útiles para quien quiera evitar contagiar a terceros, si bien su poder de filtrado es menor, a falta de buen ajuste.

Ahora que decae la norma, puede que no nos volvamos ‘tan asiáticos’. “Con el soniquete de fin de pandemia que tiene la retirada de medidas (y la forma de comunicarlas) es previsible que haya muy poca adherencia a las obligatorias y a las recomendadas”, añade el epidemiólogo Salvador Peiró (FISABIO). 

Para este experto, “con los niveles de transmisión actuales, la adherencia (seguimiento) a las recomendaciones es aún muy importante”, toda vez que no descarta un aumento importante de la incidencia tras la Semana Santa, explica en el SMC España.

Dónde sigue siendo obligatoria la mascarilla en España

Puede parecer que el 20 de abril implica el fin automático de las mascarillas. Sin embargo, seguirán usándose en la mayoría de lugares en que solíamos verlas hasta ahora:

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Dicho de otro modo, la mascarilla deja de ser obligatoria en comercios y otros establecimientos de atención al público, gimnasios, cines o teatros y restaurantes mientras no se está sentado. En estadios y otros eventos multitudinarios en recintos también decae, aunque la ministra Carolina Darias ha hablado de “hacer un uso responsable” en contextos como estos, dados a aglomeraciones.

Para las oficinas, “por regla general no será necesario su uso”. Sin embargo puede haber puestos en los que sea oportuno mantenerlas. Determinar su uso o implantar otras medidas de protección alternativas queda ahora queda bajo el criterio de Prevención de Riesgos Laborales de cada empresa (aunque la decisión corresponde al empresario), en función del riesgo y conforme a las guías y códigos de buenas prácticas de Sanidad ante la covid. En ausencia de indicación expresa, no será necesaria por norma.

Medidor de CO2 en aire interior | M. Viciosa

Con “carácter general”, se acaba la mascarilla en el trabajo. Personas expertas creen que la clave para tener oficinas seguras estará en la ventilación.

Para Adrián Aginagalde, experto de la Comisión de Salud Pública (Observatorio de S.P. Cantabria), “quizá el aspecto más complicado de valorar sea el de los centros de trabajo, con una transmisibilidad elevada (superior al 15%), situaciones muy distintas y personas en edades con mayor vulnerabilidad”. Explica en el SMC que en estos entornos es “necesario establecer primero medidas que garanticen la ventilación”, valorando la distancia y el número de personas que trabaja en el mismo recinto.

Uno de los lugares más esperados donde deja de ser obligatoria la mascarilla es la escuela. Quique Bassat es coautor de un estudio en que se vio que no había mucha diferencia entre los contagios entre clases de pequeños de Infantil (sin mascarilla) y Primaria (con mascarilla). Los colegios han sido de los pocos lugares donde la ventilación ha sido más estricta. Ahora, este epidemiológico y pediatra de ISglobal cree que el fin de la mascarilla es “adecuado, valiente y en sintonía con el nuevo paradigma de convivencia con el virus”.

La mitad de la infancia está vacunada (alrededor de 1,5 millones de niños y niñas de España). Eso sí, “que no sea obligatorio no quiere decir que todos debamos dejar de usarla. Que aquellas personas que se sientan protegidas por su uso sigan llevándola hasta que no la sientan más necesaria”. Es decir, hay que evitar el estigma entre quienes seguirán llevándola sine die. Toda vez que Sanidad aconseja su uso entre vulnerables y en entornos de mayor riesgo.

El ejemplo de la mascarilla en los mayores

Habrá grupos de población que sí se sientan más seguros llevándola aun no siendo obligatoria. Recientemente, una encuesta realizada por SigmaDos para El Mundo detectaba una verdadera brecha generacional al respecto. Las personas de 18 a 44 años se mostraron mayoritariamente a favor del fin de las mascarillas. De los 45 en adelante, en contra.

Matilde Cañelles, filósofa e inmunóloga del IFS-CSIC cree que “un papel importante lo han tenido las personas mayores. Pienso que se ha hecho poco énfasis en el gran ejemplo que ha dado este colectivo tanto a la hora de vacunarse como en el uso de mascarilla”.

En este sentido, la experta ve que el uso de la mascarilla a partir de ahora tiene que enfocarse a proteger a esos perfiles, sobre todo. “Sabemos ya de antes de la pandemia que a ellos les cuesta generar una respuesta inmune duradera. Juntar la retirada de medidas puede poner en peligro a estas personas, o bien inhibirlas de comenzar a hacer una vida más normal. Cualquiera de los dos escenarios me parece triste después de todo lo que han aguantado”.

Los casos positivos en mayores de 60 años se ha disparado en las últimas semanas. El último informe de Sanidad, de 19 de abril, apunta a que la incidencia acumulada a 14 días ya ha superado los 1.000 casos por cada 100.000 habitantes en esas franjas de edad en las comunidades de Navarra y Galicia.

Cañelles defiende una retirada de mascarillas inteligente y orientada a la protección de los mayores, muy especialmente. La ministra de Sanidad ha destacado que la incidencia de hace un año era la mitad pero la ocupación hospitalaria era del 8% (UCI del 21%). Ahora, las UCI apenas se ocupan en el 4% por coronavirus. Es decir, que importa poco que nos contagiemos más o menos siempre que no afecte a los perfiles con riesgo de ingreso y muerte.

La mascarilla en 2022, entre la medida de protección y bandera identitaria

Retrocedemos a mayo de 2020. El mundo se despereza de su primer gran confinamiento. Las mascarillas ya no escasean. Se han incorporado a las leyes y rutinas de los países. La nueva normalidad no es del gusto de todos. Llegan los ‘antibozales’.

En ese contexto, Calvin Munerlyn, de 43 años, recibe un disparo en la nuca. Ocurre el viernes 3 en la tienda Family Dollar en Flint, Michigan, uno de los estados de EE.UU. más afectados por la pandemia. Munerlyn es el vigilante de seguridad que acaba de decirle a una chica que no puede entrar en la tienda sin mascarilla. Su madre, Sharmel, se encara con él, saca un arma y lo mata al instante. 

Es un caso extremo que se produce en un contexto muy concreto. En los Estados Unidos de Trump, la mascarilla se había convertido en un símbolo de polarización entre partidarios y detractores del presidente, como explicaba desde allí Emilio Doménech. ¿Volverán los fantasmas de la polarización de las mascarillas?

Para Cañelles, “nos ha costado, pero pienso que el paradigma ha cambiado y ya no se considerará extraño el ver a una persona con mascarilla, sólo un signo de que esa persona se quiere proteger a sí misma o a los demás”. Ahora mismo, sólo debe usar mascarilla en todo momento la persona contagiada. Pero cree que en la cultura de la mascarilla en España, no habrá demasiado estigma ni miedo. Esa idea que asociaba mascarilla a enfermedad, antes de la pandemia.

“Recuerdo que al principio de pandemia (cuando no había mascarillas) vimos a un enfermero con una puesta todos nos miramos con miedo. Pienso que esas escenas no se repetirán”.

Matilde Cañelles, filósofa e inmunóloga CSIC

Cañelles retrata un ejemplo: “Recuerdo que al principio de la pandemia (cuando no había mascarillas para el público) estaba yo un día en un hospital y apareció un enfermero con mascarilla. Todos nos miramos con miedo, él se dio cuenta y nos dijo: ‘no se preocupen, no hay ningún peligro’. Pienso que ese tipo de escenas no se repetirán”.

Concluyen desde la Sociedad Española de Epidemiología: “El uso de la mascarilla en interiores es una medida muy icónica, muy visible, y su eliminación también transmite el mensaje de que ya no hay necesidad de ninguna medida”. Y dan una recomendación, al margen de la norma: que los “no vulnerables protejan a quienes sí lo son con su comportamiento y el cumplimiento de mínimas medidas”. La mascarilla –en un país bien vacunado– puede ser la última barrera de protección y el fósil de una época con prisas por olvidar.