Tras un año de parón debido a la pandemia de coronavirus, los Juegos Olímpicos de Tokio 2020 comenzaron, por fin, el 23 de julio. Los juegos modernos se inspiran en los que se celebraban en Olimpia, en la antigua Grecia, entre el siglo VIII a.C. y el siglo IV d.C., cuando la adopción del cristianismo como religión oficial del Imperio romano conllevó la prohibición de las celebraciones paganas.
Los Juegos Olímpicos eran una oportunidad para el entendimiento entre las diferentes ciudades-Estado que participaban. La misma idea que regiría en los juegos modernos. La unión de los 5 continentes se expresa, de hecho, en el símbolo del Olimpismo, con los cinco anillos entrelazados.
A finales del siglo XIX, un noble francés llamado Pierre de Coubertin comenzó a interesarse en la forma en que valores del deporte como el esfuerzo, la superación o el compañerismo podían aplicarse a la educación. El historiador y pedagogo empezaría, además, a concebir una competición entre deportistas de todo el mundo como símbolo de la hermandad entre naciones, donde los atletas fueran “embajadores de la paz”.
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Estos valores, que comúnmente asociamos al deporte, son el caldo de cultivo perfecto para un guion. El género deportivo es inagotable en la ficción, y multitud de historias reales han sido llevadas a la pantalla, algunas con las Olimpiadas como telón de fondo.
El primer largometraje filmado en unos juegos olímpicos fue propaganda nazi
Los Juegos Olímpicos de Berlín 1936 tuvieron una importancia histórica debido al uso instrumental que el Tercer Reich hizo de los mismos, utilizándolos de manera propagandística para ensalzar la figura de Adolf Hitler y de la raza aria. Para ello, su ministro de propaganda, Joseph Goebbels, se apoyó en la fotógrafa y cineasta Leni Riefenstahl, que ya había dirigido El triunfo de la voluntad para el Partido Nacionalsocialista en 1935, creando un aura de divinidad en torno a la figura de Hitler.
Berlín había sido elegida como ciudad anfitriona de los Juegos Olímpicos en 1931, antes de que Hitler fuera elegido canciller alemán. Para 1936, año de su celebración, Alemania ya era una dictadura, y Hitler quería mostrar al mundo el poder del Tercer Reich y la supuesta superioridad aria.

Numerosos países trataron de boicotear los juegos tras la negativa inicial del partido nazi para permitir que en la delegación alemana hubiera presencia de atletas judíos o de otras etnias —España declinó participar antes de la sublevación franquista—. El Comité Olímpico Internacional presionó al Gobierno alemán para que se retractase y no convirtiera los juegos en una oportunidad para promover la ideología nazi.
Finalmente Alemania solo incluyó a un descendiente de judíos en su equipo, y Hitler instrumentalizó los juegos, también a través de la televisión y el cine. Fueron los primeros juegos televisados, y, con su Olimpiada, Leni Riefenstahl volvió a revolucionar el medio cinematográfico.
Este documental de dos partes contó con un presupuesto mucho más abultado que cualquier película europea de la época. Riefenstahl tardó dos años en completarlo gracias a un complicado montaje que abusa de la cámara lenta, de primeros planos y planos detalle que enfatizan la figura de los deportistas; así como grandes planos generales o aéreos que magnifican el evento.
Jesse Owens, ‘El héroe de Berlín’ que ganó 4 medallas de oro
Sin embargo, los juegos de Berlín acabarían pasando a la historia por otro motivo: las cuatro medallas de oro conseguidas por el atleta negro Jesse Owens, hecho que retrató recientemente la película El héroe de Berlín.
La cinta relata la hazaña conseguida por el deportista estadounidense, pero también el contexto vivido en la época, como la tensa situación política y el boicot que sobrevolaba los juegos. La película es, en líneas generales, bastante fiel a los hechos. Alemania fue el país en obtener más medallas, pero Owens (interpretado en el film por Stephan James) pulverizó récords y fue el atleta que más medallas de oro consiguió a título individual.
La película se posiciona sobre un tema ampliamente debatido: si Hitler felicitó o no a Owens por sus victorias. En el clímax del film, Hitler da la espalda a Owens, visiblemente airado por la victoria. Sin embargo, la prensa de la época refirió que el dictador le dio “un pequeño y amistoso saludo nazi”. Hitler no le dio la mano al deportista, pero excepto el primer día de los juegos, tampoco lo habría hecho con nadie más.
Owens, sin embargo, dijo haber sido despreciado por el presidente Franklin D. Roosevelt quien lo despreció. «No me invitaron a estrechar la mano de Hitler», dijo Owens, «pero tampoco me invitaron a la Casa Blanca para estrechar la mano del presidente». Dicha invitación era común para los campeones olímpicos.
El Olimpismo hecho película: ‘Carros de fuego’
Si hay una película que representa a la perfección los valores del olimpismo, esa es Carros de fuego. La película, muy presente en la cultura popular gracias a la banda sonora de Vangelis, repasa las vidas de Eric Liddell y Harold Abrahams, atletas olímpicos británicos.
Liddell (Ian Charleson), devoto cristiano, renunció a correr los 100 metros, la prueba que mejor se le daba, en los Juegos Olímpicos de París de 1924, ya que la carrera estaba programada para el domingo. A pesar de las presiones de la delegación británica o del príncipe de Gales, el atleta se entrenó duramente en los 200 y los 400 metros, haciéndose con el bronce y el oro respectivamente, e, incluso, logrando un récord olímpico.
En la película, Abrahams (Ben Cross), vinculaba la discriminación que siente por ser judío con su motivación para ganar el oro en París y así ser aceptado dentro de la élite británica. Sin embargo, de acuerdo a la Enciclopedia Britanica, el atleta difícilmente habría sido considerado un intruso.
El deportista ya había participado en los juegos de Antwerp en 1920, y su motivación en París habría sido redimirse de sus malos resultados. Ganó el oro en los 100 metros, pero un año más tarde sufriría una lesión que acabó con su carrera.
Liddell, por su parte, volvió a China, país en el que se crio, ignorando el culto hacia su persona generado tras su victoria. Allí pasaría casi toda su vida como misionero, al igual que sus padres. Tras la invasión japonesa del país, fue internado en un campo de prisioneros, donde moriría en 1945 consecuencia de un tumor cerebral.
El duro camino hacia los juegos: ‘Yo, Tonya’
Ser un atleta olímpico no solo requiere de unas determinadas habilidades físicas. La dureza de los entrenamientos supone entrega y mucha disciplina. Se trata de valores que, la mayoría de películas deportivas muestran de una manera dulce, conduciendo a la victoria final del protagonista y buscando demostrar que los sacrificios tienen su recompensa.
Pero, en ocasiones, la presión ejercida sobre estos deportistas de élite estalla de otra manera. Es el caso de la patinadora sobre hielo Tonya Harding, cuyo entorno desestructurado, encabezado por una madre exigente y un marido maltratador, acabó por destrozar su carrera.
En Yo, Tonya, Margot Robbie interpreta a esta estadounidense que ve cómo su carrera se va a pique cuando un matón trata de destrozar la rodilla de su principal rival para los Juegos Olímpicos de Invierno Lillehammer en 1994.
Las sospechas recayeron en su entorno y Tonya nunca fue condenada por ello, pero sí por encubrirlo. Se armó un revuelo mediático y la Asociación de Patinaje Artístico de los Estados Unidos suspendió a Harding de por vida.
La película está basada en una serie de entrevistas, y juega con las contradicciones de los personajes, que dan su propia versión de los hechos, para crear un biopic diferente en el que el espectador tendrá que sacar sus propias conclusiones.
Los atentados de los Juegos Olímpicos de Munich y de Atlanta
La Segunda Guerra Mundial no fue el único episodio oscuro que se vivió en unos juegos olímpicos. Dos ediciones, la de Munich en 1972, y la de Atlanta, en 1996, sufrieron atentados terroristas.
En Munich (2004), Steven Spielberg relató la operación Cólera de Dios. Una misión encubierta en la que varios agentes del Mossad recibieron el encargo de encontrar y matar a los terroristas palestinos de Septiembre Negro que asesinaron a 11 atletas israelíes en la villa olímpica.
La película no gustó nada a organizaciones sionistas estadounidenses, que llamaron a su boicot, porque consideraban que ponía en el mismo plano a los terroristas palestinos y a los espías del comando israelí encargados de su asesinato. Spielberg, que es judío, se defendió de las críticas que tildaban al film y a su guionista de antisionista asegurando que “si fuera necesario, daría mi vida tanto por Estados Unidos como por Israel”.
Según el autor de Venganza, la novela en que se basa el guion de Munich, el dilema ético que sustenta la película de Spielberg y que atormenta a su protagonista, Avner (Eric Bana), es una elección dramática interesada. Su escritor, George Jonas, considera que el Avner real, la fuente que le habría relatado toda la historia de la operación Cólera de Dios.
“Avner puede que hubiese puesto en cuestión la utilidad de su misión hasta el final, ya que los asesinatos selectivos apenas frenan el terrorismo”, relató Jonas en El País en 2006. Pero “nunca habría dudado de la moralidad de lo que su país le ordenó hacer”.
Recientemente, Clint Eastwood llevó a la pantalla otro atentado terrorista que tuvo lugar en unos juegos olímpicos, los de Atlanta 1996. El 27 de julio detonó una bomba en el Parque Olímpico del Centenario, causando la muerte de una espectadora y de un cámara, que murió de manera indirecta a causa de un infarto, así como 111 heridos.
Las investigaciones iniciales señalaron como sospechoso número uno a Richard Jewell (protagonista de la película homónima de Eastwood e interpretado por Paul Walter Hauser), guarda de seguridad que encontró la bomba antes de que se detonara, lo que logró que se desalojase a la mayor parte de la gente del lugar a tiempo.
Los medios se hicieron eco de la investigación del FBI, y la opinión pública pasó de considerar a Jewell un héroe a convertirlo en un villano. Meses después, el guarda de seguridad fue exonerado. En 2003, las autoridades consiguieron capturar al verdadero terrorista, Eric Rudolph, fundamentalista católico contrario al gobierno, al aborto o a la homosexualidad.
La película generó controversia por una escena en la que la periodista del Atlanta Journal-Constitution Kathy Scruggs (Olivia Wilde) consigue el soplo del FBI a cambio de acostarse con una fuente. El medio criticó que no hay pruebas de que los hechos sucedieran de esa manera y que la periodista no puede defenderse de una acusación así de grave, que denigra la profesión periodística, puesto que ya ha fallecido.
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