Los ‘evaluadores’ piden que la OMS eleve las futuras pandemias al máximo nivel de la ONU

Controles de temperatura. Aeropuerto Su Yang - China / EFE
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“Era evitable”. Trece momentos clave hicieron que el coronavirus conquistase prácticamente todos los rincones del planeta. El Panel Independiente de Respuesta a la Pandemia, evaluadores de la respuesta de Organización Mundial de la Salud (OMS) y estados ha presentado sus conclusiones, destacando el éxito de países asiáticos que sabían lo que se les podía venir encima entre enero y febrero de 2020.

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Entre esos momentos y factores cruciales en que el virus se hizo fuerte en 2020: la falta de preparación pese a los avisos; la pérdida de un tiempo (“febrero perdido”) valioso antes las primeras neumonías; las crisis de confianza; la falta de suministros; tensiones geopolíticas y ausencia de multilateralismo; el golpe económico –desigual por países y estratos sociales–; el nacionalismo vacunal; las presentes y futuras mutaciones del SARS-CoV-2.

A su juicio, parte de esos agujeros tienen que ver en parte con la acción de la OMS, limitada por sus miembros, donde están representados los ministerios de sanidad, pero no los jefes de estados y gobiernos. Aunque también han hecho un repasos a las luces y sombras del papel chino en el inicio de la epidemia.

Por ello piden que, de cara a futuras pandemias, las emergencias de salud mundiales se gestionen al máximo nivel de la ONU, sin descartar su Asamblea General. No tanto como una cesión de testigo, como de implicación política tan vital como lo es para la emergencia climática o los conflictos bélicos.

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Para los evaluadores, la OMS debería tener un rol importante en Convención de Pandemias y definición clara de un marco: ¿qué estrategia seguir ante un virus, bacteria o parásito de infección con potencial pandémico? ¿Contención, mitigación o erradicación? ¿Qué herramientas en cada contexto y con unas determinadas cifras?

Lo que funciona en unos sitios no funciona en otros

El equipo de evaluadores destaca cómo la experiencia previa del SARS marcó a países de Asia-Pacífico que han sabido ahora responder de manera más exitosa.

De Tailandia a Singapur, estas naciones contaban con planes de preparación ante epidemias, sistemas de respuesta y, sobre todo, “mentalización ente la ciudadanía, que tenía interiorizadas ciertas pautas de protección individual y colectiva. El aspecto psicológico ha sido muy importante”, señala una de las personas que ha participado en la evaluación, conocedora de estos países.

África también ha sido ejemplo de contención del virus. Como recordaba aquí Elena Gómez-Díaz, experta en malaria en este continente, ha habido muchos puntos ciegos en varios países por ausencia de tests. Pero aunque se haya infraestimado el número de contagios africanos, su disciplina a la hora de abordar epidemias y su engrasada maquinaria de respuesta ha contado a su favor.

Sin embargo, el grupo de evaluadores ha hallado que no hay receta buena y única. Lo que funciona en unos países no necesariamente es válido en otros. “Quienes lo han hecho bien destacan por tener un puzzle de medidas, si quitas una pieza, se puede desmoronar”, señala otra fuente que ha trabajado con panel de evaluadores.

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Los ránquines mundiales de salud, patas arriba

A veces tendemos a confundir salud pública con sanidad pública. Y, en este sentido, los evaluadores han visto como quienes puntuaban alto en los escalafones mundiales de lo segundo no necesariamente han respondido mejor a la pandemia. Básicamente, porque esa es sólo una pieza de un sistema de preparación complejo.

Los trabajadores sanitarios no han sido tratados como se merecían y como merecía el propio sistema, para funcionar adecuadamente. Recuerdan que más de 17.000 han fallecido por COVID-19 desde 2020.

En los habituales top 20 mundiales de indicadores de calidad de la salud no suelen figurar los países que más airosos han salido –o están saliendo– de la pandemia. Una sanidad pública de calidad y reconocida como la española o británica, por si sola, no ha impedido su colapso ante la COVID-19.

Por el contrario, Nueva Zelanda, por ejemplo, con un limitadísimo sistema de sanidad pública, ha conseguido casi erradicar el virus dentro de sus fronteras a base de una estrategia muy agresiva contra los contagios, mucho antes de que llegasen a sus hospitales.

De la misma manera, una vez más, países de África azotados por otras epidemias han conseguido evitar más muertes por COVID-19. Liberia –arrasada por el ébola en 2014– es uno de ellos, con una estrategia de erradicación desde la primera alerta.

Por regla general, los evaluadores han visto que la concienciación ciudadana es una de las mejores claves de control pandémico. Y, desde el punto de vista de la gestión, diseñar normas y recomendaciones realistas, que se puedan cumplir y hacer seguimiento. Por eso no hay una receta única mundial.

Mejor sin pelea política partidista

¿Es mejor un liderazgo fuerte? Hasta cierto punto, sí. Podríamos pensar en el de una de las más aclamadas durante la pandemia: Jacinda Adern, primera ministra de Nueva Zelanda, que se puso en manos de sus técnicos y tomó decisiones contundentes.

Pero el ejemplo de Hong Kong rompe con esa regla. Esta región administrativa especial de China llegó a la pandemia en medio de las revueltas contra el gobierno de Pekín. Un polvorín para los contagios que no estalló.

Pese al previsible liderazgo cuestionado de Carrie Lam, la realidad es que “los rebeldes no sólo cumplieron las normas. Concienciaron a la ciudadanía de que habían de seguirse otras aún más estrictas contra el virus”, explican desde el grupo de evaluadores.

Como regla general, países donde no ha habido una confrontación partidista muy marcada en la gestión de la pandemia han podido capear mejor con ella. Sin que, por sí solo, este factor haya permitido su control.

Liberar patentes y desigualdades vacunales

Los evaluadores llaman a acelerar la vacunación en los países en desarrollo. No descartan fórmulas como la liberación de patentes. Pero también que se distribuyan dosis que acumulan algunos países, por encima de sus necesidades.

“El sistema ha fallado en protegernos de la pandemia de COVID-19. Y si no actuamos para cambiarlo ahora, no nos protegerá de la próxima amenaza pandémica, que podría ocurrir en cualquier momento”, ha apuntado la copresidenta del panel de expertos Johnson Sirleaf.

Entretando, esta evaluación deja una pregunta en el aire: ¿Cómo nos prepararemos coordinadamente para la próxima emergencia sanitaria global? Y, aún más: con un horizonte covid más despejado por las esperanza de la vacuna –todavía muy desigual–, ¿cuál será el nivel de muertes aceptables con el que convivir para asumir que todo ha pasado?