Moontira en la Luna

A más de 50 años de la llegada del primer humano a la superficie de la Luna, nuestro satélite natural está aún lleno de misterios. Es tal la influencia lunar en la Tierra y sus habitantes que hemos creado toda una cultura lunar. Pero, imagina que todo lo que sabes de la Luna es mentira.

Hace medio siglo la ciencia tenía, en muchos sentidos, una idea de ella distinta. Seguimos viviendo entre viejas creencias erróneas, leyendas, conspiraciones y bulos. Los humanos hemos llegado a la Luna. Pero –con el conocimiento actual… hace 50 años la Luna era otra.

Calentamos motores. Despegamos:

La Luna no es parte de Marte. Pero sí un pedazo violento de la Tierra. Lo sabemos desde hace poco, pero la Luna y sus orígenes han evocado algunas de las leyendas más bellas de la literatura, la música y la ciencia ficción. También ha sido campo de batalla político y ha inspirado hazañas y guerras en torno a su conquista. Repasamos esa mirada que la humanidad ha tenido a lo largo de la historia con distintos expertos como el geólogo planetario Nahúm-Méndez Chazarra y Felipe Gómez, del CAB-INTA y la mirada única de la astrónoma y divulgadora lunar Eva Villaver, dentro del especial de Newtral sobre los 50 años de la llegada de los humanos a la Luna.

En Melancholia Lars von Trier proponía que el choque de un planeta inesperado con la Tierra nos llevaría hacia la destrucción total. Aunque el cineasta danés pensó que el fin del mundo sonaría a Wagner, nadie sabe qué sonido produjo el mayor cataclismo que ha vivido el globo hace 4.500 millones de años. A diferencia de la peli, en aquella Tierra real, antigua y caliente impactó el llamado planeta Tea.

De aquel impacto se desprendió un enorme pedazo de roca, también caliente, que salió despedido. Eso sí, tan grande, que no pudo escapar del todo a la gravedad terrestre. Quedó atado para siempre en un baile tan peculiar que hizo que una de sus caras siempre mire a los ojos a la Tierra. Aquel pedazo terrenal hoy es conocido como la Luna. Y en su génesis está su misterio: quedó condenada a tener una cara indefectiblemente oculta.

La Luna es parte de la Tierra. Y a ella de debemos, en parte, el aspecto de cuanto nos rodea, desde que el día dure 24 horas (no como hace millones de años, que era más corto), hasta la propia la vida conocida. Una de esas formas de vida singular en el presente se llama Donald Trump.

El presidente del gobierno de los Estados Unidos dijo que quiere enviar una misión tripulada a Marte. Eso no es nuevo. Pero tuiteó, literalmente, que la Luna es una parte de Marte. En realidad creemos que quería decir que una misión a Marte incluiría, como una de sus partes, una visita humana a la Luna. Pero aquella literalidad provocó una airada reacción en las redes sociales.

La Luna no es de queso

Marte dista de la Luna unos 225 millones de kilómetros de media. Así que la influencia del uno en la otra es prácticamente inexistente. La Luna no es parte de Marte, pero sí de la Tierra. Un pedazo de sus entrañas. La Luna tiene un corazón de hierro y una corteza de magnesio, calcio, oxígeno y silicio. Nada de queso.

Pese a que la leyenda de que nuestro satélite es un pedazo de queso se remonta a 1564, fecha de publicación de los proverbios de John Hetwood. Uno de ellos sentenciaba literariamente que la Luna estaba hecha de queso joven. Después de todo, es un elemento de la Vía Láctea. Se solía decir tradicionalmente, en inglés, que cuando algo tenía un aspecto confuso era como confundir un gran queso con la luna reflejada en el agua.

Sin Luna, no tendríamos mareas, al menos, no como las conocemos. Sin Luna, tampoco habría mares lunares. Y es que a algunos accidentes geológicos de nuestro satélite los llamamos mares. Lo hicieron así los primeros astrónomos, que no descartaban que nuestro satélite tuviese agua en forma de océanos.

Son manchas oscuras de basalto, procedentes del relleno de viejas erupciones volcánicas. Nada de agua, aunque Ahora sabemos que hay agua en la Luna. Pero no como océanos superficiales, sino como hielo. Y eso es muy muy interesante si queremos plantar allí una base lunar. Idea, que, por el momento, es cosa de ciencia ficción. Como lo fue pensar que el hielo reinaba en la Luna. Vamos, que la Luna no era de queso pero sí de hielo.

La Luna nazi

Aquella pajarada se hizo popular en la Alemania de entreguerras, y enmedio de un ambiente proclive a la antiintelectualidad. El ingeniero de minas austriaco Hanns Hörbiger y el astrónomo aficionado Philipp Fauth publicaron un libro llamado Cosmogonía Glaciar. Un invento sensacional, pero que se convirtió en Biblia de chiflados. Se dispararon las ventas.

Los seguidores de la Glazial-Kosmogonie afirmaban que la superficie de la Luna estaba hecha de hielo. El problema es que aquello les pareció un buen argumento a los nazis, que con tal de perseguir a los científicos, especialmente judíos, no estaban dispuestos a creer algo demostrado: que la temperatura lunar podía superar los 100 grados. Su mundo de los hielos imaginado era en realidad un infierno durante el día, pero cuando alguien osaba rebatir con argumentos, el mensaje era claro: «O me crees y aprendes, o serás tratado como un enemigo».

Litografía de los falsos hombres-murciélago de la Luna de 1935
Litografía de los falsos hombres-murciélago de la Luna de 1935 | NY Sun

El método científico observa los hechos y explora las conclusiones que se pueden extraer de ellos. El «método Velikovski» (y otros similares, como el del creacionismo) primero establecen conclusiones y luego buscan hechos que los apoyen. Si no los encuentran, se los inventan.

En la película Iron Sky en la Luna viven nazis. Ambientada en el año 2018, la distopía cómica viene a contar que tras la derrota de Hitler, parte del ejército huye a la cara oculta de la Luna donde construye una base que aguarda para invadir la Tierra.

Aquella ficción sería consistente con lo que oyeron los astronautas Stafford y Cernan, integrantes de la misión Apolo 10, cuando sobrevolaron el reverso lunar en 1969. En su conversación registrada, se les oye comentar lo extrañados que están ante un sonido, como de música, que parece venir de la cara oculta de la Luna. Un reciente documental vino a avivar el invento según el cual la NASA habría ocultado aquel documento. Pero lo cierto es que la conversación lleva años colgada en internet y no era información clasificada. Y ya en la misión Apolo 16 los astronautas, que oyen también esa especie de música lunar, explican el ruido como una especie de señal propia de los equipos de comunicación VHF.

Justamente, medio mundo pudo ver el momento histórico de la llegada de los humanos a la superficie lunar gracias a la VHF. La terrestre. La de la tele. La próxima visita humana a la Luna seguramente sea en ultra alta definición. En 8K. Igual que el primer pie en Marte. En la NASA ya hablan de que la Luna, en realidad, será un gran repetidor de televisión. Nuestro satélite natural, convertido en trampolín digital de nuestro homínido salto a las estrellas.

La Luna, en tiempos de pandemia

En este pódcast nos subimos a nuestra nave virtual y, cual cañón de los hermanos Melies, nos vamos de tour espacial con la astrofísica y profesora de la Autónoma Eva Villaver, autora de Las mil caras de la Luna. Y miramos más de medio siglo atrás, cuando otra pandemia estaba acechando y empezábamos a plantearnos si, al lanzar naves espaciales, no podrían viajar hasta otros mundos nuestros virus y bacterias:

¿Nos invaden los árboles lunares?

Nunca existieron árboles invasores extraterrestres más allá de la imaginación o los hilos irónicos de Twitter. Sin embargo, sí hay un puñado de ejemplares vegetales que se han paseado más por encima de nuestra atmósfera. Algunos de ellos son los conocidos como ‘árboles lunares’. Y no tienen nada que ver con otros invasores y que se han adueñado de cunetas, descampados y grietas: los ailantos Ailanthum altissima, una especie totalmente terrestre aunque devastadora fuera de su hábitat. Y su hábitat natural no es precisamente la Luna, donde cultivar algo es tarea casi imposible, pero tras la cual están las agencias NASA y ESA.

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De los árboles lunares a las patatas de Marte: el reto de la flora en el espacio

Nunca existieron árboles invasores extraterrestres más allá de la imaginación o los hilos irónicos de Twitter. Sin embargo, sí hay un puñado de ejemplares vegetales que se han paseado más por encima de nuestra atmósfera. Algunos de ellos son los conocidos como ‘árboles lunares’. Y no tienen nada que ver con otros invasores y que se han adueñado de cunetas, descampados y grietas: los ailantos (Ailanthum altissima), una especie totalmente terrestre aunque devastadora fuera de su hábitat. Y su hábitat natural no es precisamente la Luna, donde cultivar algo es tarea casi imposible, pero tras la cual están las agencias NASA y ESA.

Por partes. Los árboles lunares no son más que los ejemplares nacidos de las semillas que el astronauta de la misión Apolo 14 Stuart Roosa llevó consigo a la superficie lunar en 1971. Aquellas semillas, unas 500, eran parte del conjunto de amuletos y recuerdos que la NASA dejaba llevar consigo a los hombres que visitaban nuestro satélite natural. Roosa había trabajado en los años cincuenta extinguiendo incendios y estaba bastante sensibilizado con el tema forestal.

Las semillas, una vez en la Luna, se salieron de su contenedor y quedaron expuestas al tóxico ambiente selenita por unos instantes. Aquello, en realidad, podría haber sido el germen de un interesantísimo estudio científico sobre la radiación, la ausencia de gravedad, la luz y la temperatura en semillas. Sin embargo, hoy hemos perdido la pista a muchas de aquellas simientes que, en efecto, terminaron por convertirse en frondosos árboles: arces, plátanos o pinos, sobre todo, esparcidas por jardines de instituciones de Estados Unidos.

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Las mujeres afroamericanas que pusieron en órbita a los hombres

La misión Apolo 11 no habría tenido éxito sin el trabajo de mujeres afroamericanas que hacían los cálculos a mano. Katherine Johnson elaboró el cálculo que hizo posible que los astronautas volviesen a la Tierra Descubre la historia de las mujeres afroamericanas que lograron poner el órbita el Apolo 11.

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Las mujeres afroamericanas que pusieron en órbita a los hombres

Katherine Johnson le gustaba contar y ser contada. Lo primero, como una forma numérica de describir la realidad con los dedos de sus manos cuando era pequeña —«contaba los pasos que había hasta la iglesia o los platos que lavaba», relataba ella misma—; lo segundo, como un reconocimiento a su trabajo, que durante años permaneció invisible.

Le gustaba contar porque era matemática. Pero a pesar de haber sido la mujer que realizó los cálculos que llevaron al hombre a la Luna, su hazaña no fue contada hasta hace poco, cuando la escritora Margot Lee Shetterly investigó y rescató su historia y la de otras mujeres afroamericanas en el ensayo Figuras ocultas (2016).

Que Katherine fuese mujer y afroamericana jugó en su contra. Dos cuestiones inevitables que la ponían en desventaja respecto a hombres —y también mujeres—.

La matemática Katherine Johnson / NASA

Nacida en agosto de 1918 —aún vive y está a punto de cumplir 101 años—, estudió Matemáticas en la West Virginia State College —una universidad racialmente segregada—. Después, comenzó a trabajar como profesora de matemáticas hasta que, en 1950, se enteró de que en el National Advisory Committee for Aeronautics (NACA) —predecesor de la NASA— estaban reclutando a mujeres para hacer cálculos a mano en el departamento de Guía y Navegación. Literalmente, querían computadoras humanas. No tuvo suerte ese año, pero sí tres después, en 1953.

Katherine Jackson entró a formar parte del equipo de computadoras del área oeste (West Area Computers), supervisado por otra matemática afroamericana: Dorothy Vaughan. Vaughan y Jackson son dos de las figuras que la escritora Margot Lee Shetterly recupera en su ensayo Figuras ocultas, junto a la de la ingeniera aeroespacial Mary Jackson. El libro cuenta la historia de estas mujeres olvidadas, cuyo trabajo fue indispensable para hacer realidad el viaje de los astronautas a la Luna y otras misiones espaciales.

La ingeniera Mary Jackson / NASA

«También había mujeres blancas trabajando en la NACA/NASA que fueron contratadas antes que estas ‘figuras ocultas’. Estas mujeres, las ‘computistas o computadoras del este’ (las blancas), realizaban las mismas labores que ‘las del oeste’ (las negras). Solo empezaron a fichar a afroamericanas cuando no les quedó más remedio: no había más mujeres blancas para contratar», cuenta la matemática y divulgadora Marta Macho-Stadler en conversación con Newtral.

«En ese momento, estaban todavía vigentes las leyes [de segregación racial] de Jim Crow en Virginia, así que todo el personal negro estaba separado del blanco en todos los espacios, en particular en los lugares de trabajo. El problema racial existía. Si las mujeres blancas eran discriminadas por ser mujeres (recibían menores sueldos porque eran consideradas personas sin cualificación, a pesar de que la mayoría de ellas tenía diplomaturas en Matemáticas o Física), las mujeres como Katherine Johnson o Dorothy Vaughan eran doblemente discriminadas al ser mujeres y negras. Ellas empezaron a ser contratadas por pura necesidad, en un momento en el que muchos hombres habían partido a la guerra. Se consideraba un trabajo rutinario: debían computar o repasar los miles de cálculos involucrados en los vuelos de aviones y cohetes, pero bajo la supervisión de los ingenieros de la NACA/NASA. Llegaron con el rechazo inicial de sus colegas masculinos», añade la matemática y divulgadora.

Como escribe Margot Lee Shetterly en Figuras ocultas:

¿Cómo podía la mente de una mujer procesar algo tan riguroso y preciso como las matemáticas? ¡Invertir quinientos dólares en una máquina calculadora para que la utilizara una chica!

«Pensada como una labor rutinaria y concienzuda, la tarea ‘mecánica’ de calcular y repasar parecía adecuada para las mujeres. En muchas ocasiones se consideraba a las mujeres más pacientes y trabajadoras, y además se les pagaba sueldos más bajos [sobre todo, si eran afroamericanas]», apunta Macho-Stadler. De hecho, como señala el libro de Margot Lee Shetterly, las mujeres negras no podían ni siquiera usar el mismo baño que las mujeres blancas.

Aunque los cálculos que hacían las mujeres afroamericanas fueron esenciales para diferentes misiones espaciales, la contribución de Katherine Johnson a la misión Apolo 11 —de la que ahora se cumplen 50 años— fue especialmente importante: ella calculó el momento preciso en el que la sonda debía abandonar la superficie lunar para engancharse al módulo de servicio justo a tiempo. Es decir, que se encargó de calcular el momento exacto en el que los astronautas debían abandonar el satélite para que su trayectoria coincidiese con una órbita en la que tenían que acoplarse para regresar a la Tierra. A pesar de ello, ninguna foto refleja en primer plano la presencia de Johnson en la misión gestada desde el centro de control.

Sala de control a la llegada del Apolo 11 / NASA

También su trabajo posibilitó que los astronautas pudiesen regresar de nuevo a la Tierra sanos y salvos en la fracasada misión Apolo 13 (1970), después de que estallase uno de los tanques de oxígeno.

«Lo que enfatiza la historia de Katherine, y de otras mujeres como Dorothy Vaughan o Mary Jackson, es que hicieron cosas extraordinarias pero pasaron desapercibidas. Es un problema de racismo no solo en Estados Unidos y no solo en esa época, sino actual. Todavía hoy a las mujeres negras se nos suele asociar a determinadas áreas profesionales y laborales. Y cuando no estamos en esas áreas o sobresalimos en otras, se nos invisibiliza porque se asume de manera natural que no son nuestros espacios. Es una barrera de entrada inmensa. Además, una vez alcanzas esta posición, luego te toca mantenerla con el doble y el triple de trabajo porque los obstáculos que te atraviesan para mantenerte ahí son muchos. Los errores que cometes como mujer negra se juzgan con más dureza», explica a Newtral Georgina Marcelino, publicista y una de las portavoces de Afroféminas, una «comunidad en línea para las mujeres afrodescendientes/negras y racializadas».

En la línea con lo que expone Marcelino, la astrofísica Jedidah Isler contaba en una charla TED la discriminación racial y de género que ha sufrido en su ámbito:

Se hizo evidente de inmediato que no todo el mundo estaba encantado de tener ese grado de liminalidad en su espacio. Muchos compañeros me condenaron al ostracismo, y uno de ellos se atrevió a invitarme a «hacer lo que vine a hacer» mientras empujaba los platos sucios frente a mí para que los limpiara. Me gustaría decir que fue un hecho aislado, pero para muchas mujeres negras en ciencia, tecnología, ingeniería, matemáticas o ciencias básicas esto es algo que han soportado durante mucho tiempo. El 100% de las 60 mujeres negras entrevistadas en un reciente estudio de Joan C. Williams en UC Hastings informó enfrentar sesgo de género racial, como ser confundidas con el personal de limpieza. Esta confusión de identidad no fue informada por ninguna mujer blanca entrevistada en ese estudio, que comprendía 557 mujeres en total. Si bien no hay nada inherentemente malo en una posición de limpieza, y de hecho mis antepasados pudieron ir a la universidad gracias a que sus padres tenían estos trabajos, fue un intento claro por ponerme en mi lugar

Por eso Georgina Marcelino considera que hacer genealogía es importante no solo para que las mujeres afrodescendientes conozcan su realidad, sino para que todos y todas conozcamos la Historia de manera más plural: «Sin estos relatos, la realidad está incompleta. Todavía hay un problema de infrarrepresentación que hay que subsanar. No es que no existamos, es que no cuentan con nosotras».

La última gran creencia errónea sobre la Luna está en nuestro imaginario televisivo. En las semidesérticas lomas entre Almería y Murcia recuerdan algunos el impacto de aquel 21 de julio de 1969. Alguno asistía incrédulo a lo que la televisión mostraba como una conquista lunar, en lo que claramente era un paisaje propio de lo que había al otro lado de sus propias ventanas. Hoy todavía hay quien dice que en aquel tiempo hubo vecinos que pensaron que aquello no era ni la Luna real ni un plató, sino las afueras de su pueblo.

Pero la tele engaña al ojo y la NASA nos mostró en directo una pobre señal en blanco y negro que construyó una imagen colectiva de la Luna en (menos de) 625 líneas. La Luna real no se ve en VHF y no es siempre como la pintamos, ni real, ni metafóricamente.

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Nada es ‘Moontira’: entrevista con Pedro Duque

En 2002, el documental-parodia ‘Operación Luna’ aseguraba irónicamente que la llegada a la Luna fue rodada en un plató por Stanley Kubrick. Todavía hoy hay quienes creen que la llegada a nuestro satélite (o el resto de hombres en el espacio) responden a montajes cinematográficos. Una de las conspiraciones más manidas de la historia reciente. Llevamos a Pedro Duque a un plató para distinguir mitos de hechos.

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Las teorías de la conspiración apuntan a aspectos como que en la Luna, sin atmósfera, la bandera plantada parece ondear; que se proyectan sombras en varias direcciones o que en ninguna foto del cielo lunar aparecen las estrellas. También cuestionan que se pudiera conseguir un presupuesto tan abultado en los años sesenta e incluso sugieren la posibilidad de que se abortase una misión ante la creencia de que alguna forma de vida alienígena podía poner en peligro a los astronautas en la Luna.

Sin embargo, en plena Guerra Fría, cualquiera de estos supuestos hubiera sido explotado por los rivales soviéticos que, en todo momento, admitieron que los estadounidenses les habían tomado la delantera en la carrera lunar.

En Newtral hemos decidido preguntarle por todo esto a un astronauta. Llevamos a Pedro Duque a un plató para comprobar si Todo es Moontira. Pero, además de confirmar que las misiones Apolo fueron tan reales como las visitas al espacio del actual ministro de Ciencia e Innovación, repasamos cómo van los trabajos del Gobierno para catalogar lo que son pseudoterapias, engaños o terapias con evidencia; la participación de España y Europa en futuras misiones a la Luna o Marte; la posibilidad de que sea una europea la primera astronauta en pisar nuestro satélite y la brecha de género que aún existe en las profesiones relacionadas con el espacio y la ingeniería.

Créditos

Tripulación
Mayor Tom: Mario Viciosa
Ground Control: J.Nadales
Starwoman: Noemí López Trujillo
Starman: Gonzalo Gómez
Ziggy Stardust: Patricia Gallego
Imágenes: NASA / ESA