De la escalada a la desescalada: así han respondido los Gobiernos en todo el mundo al COVID-19

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El confinamiento con el que los gobiernos plantaron cara al coronavirus ha empezado a relajarse en todo el mundo, que se enfrenta ahora a la tensión entre volver a la actividad y evitar un nuevo brote epidémico. 

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Para mostrar cómo evolucionan las medidas utilizamos el Oxford COVID-19 Government Response Tracker, una métrica que combina distintas variables para comparar la actuación de los gobiernos frente a la pandemia. El mapa refleja cómo ha tenido lugar la escalada en todo el mundo y, gracias a una actualización continua, cómo va produciéndose la desescalada. Puedes ver el índice general o seleccionar alguno de los indicadores que lo componen, como el cierre de colegios, las restricciones a las reuniones o las limitaciones del transporte público. 

Desde enero hasta abril, a medida que la epidemia de coronavirus iba extendiéndose por el mapa, los gobiernos respondieron con restricciones. La tendencia empezó a cambiar en mayo, a medida que se reducía la preocupación por los brotes y aumentaba la preocupación económica. Cuatro meses después de que la OMS diera la voz de alarma por el coronavirus, mantener las restricciones depende en gran parte de la opinión pública

Siguiendo el ritmo de la epidemia

El siguiente gráfico —que también se actualiza continuamente— muestra las respuestas de cada Gobierno en relación al brote en su país, empezando por el día después de registrar más de 50 casos. Así se puede ver el confinamiento repentino y masivo que impuso India, la actuación preventiva de Portugal o la singularidad del caso sueco. 

Suecia, efectivamente, rechazó tomar medidas restrictivas estrictas que comprometieran la economía. La comparación de las cifras de fallecidos entre los países vecinos permite ver la efectividad de la cuarentena para frenar la epidemia. Aunque es pronto para sacar conclusiones, todo apunta a que el impacto económico tampoco parece haberse evitado.

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“Al principio de la crisis, los gobiernos lo tenían más fácil porque la población estaba tan asustada y la emergencia sanitaria era tal que se aprobaban medidas incluso en parlamentos fragmentados”, señala el politólogo Luis Cornago, consultor de riesgo político en Teneo. España, donde el principal partido de la oposición votó a favor del estado de alarma y de varias prórrogas, es un ejemplo de ello.

Conforme pasa el tiempo y la situación sanitaria está más controlada, las consecuencias económicas de la pandemia se dibujan con más claridad. Los ciudadanos empiezan a ser más conscientes del impacto y a percibir las restricciones como una disyuntiva entre salud… y salud financiera.

“Por lo general, los países responden en función de cuándo emerge la epidemia. Y se ven algunas diferencias entre países que a igualdad de condiciones responden un poco más tarde, como México o Brasil”, explica el analista. Lo vimos a principios de marzo y se refleja en el mapa: las barbas víricas de los vecinos no han puesto a remojo los confinamientos propios. 

Y la política importa, como demuestran los ejemplos de Boris Johnson en Reino Unido o Donald Trump en Estados Unidos. “En México el gobierno sigue diciendo que testar no es importante. Y en Brasil hay un gobierno que no reconoce el brote y va a nombrar al tercer ministro de salud en lo que va de pandemia”, apunta Cornago. Pese a todo, sí ha habido un cierto aprendizaje, como puede ser el caso, en Europa, de Portugal o Austria.

[¿España tomó medidas antes que los países vecinos?]

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El dilema de volver

El equilibrio entre economía y salud varía por regiones, como también lo hace la capacidad de las instituciones para implementar las medidas. “Los países occidentales pueden mejorar el ‘trade-off’ en muchos casos porque el 30-40% de sus trabajadores puede trabajar desde casa”, explica Cornago. “Esto no ocurre en países como Brasil, Argentina o Sudáfrica, donde el porcentaje de gente que vive de poder salir a la calle es  mucho mayor. No es una coincidencia que países como Brasil, Indonesia, México o Sudáfrica sigan teniendo la curva descontrolada y estén empezando a rebajar el confinamiento”. 

La vuelta gradual a la actividad en Europa, Estados Unidos y algunos países asiáticos ha llevado a que economías emergentes también rebajen las restricciones. “Las disyuntivas y los tiempos dependen del país”, señala Cornago. 

Los equilibrios son distintos y los gobiernos afrontan la situación de formas diferente. En el caso de países con economías menos sólidas, existe una presión de relajar el confinamiento para recuperar su papel exportador en la cadena mundial de suministro, pero sus brotes no están bajo control. Como explicaban en el Financial Times, los gobiernos se enfrentan aquí a un dilema considerable: retomar la actividad sabiendo que el virus seguirá cobrándose vidas o mantener las restricciones a la actividad económica en un país donde la pobreza mata.

Por contra, otros países mantienen muchas restricciones a pesar de tener sus brotes controlados. Es la estrategia de países asiáticos como China o Singapur, cuya cronología epidémica antecede a la europea, que han vuelto a la actividad pero mantienen el ´índice de actuación’ en un nivel alto. En Europa, Alemania también sigue ese camino. 

Ahora que la coyuntura propicia la apertura pero sigue sin haber vacuna ni tratamiento efectivo para el coronavirus, el peso recae sobre cada uno de nosotros. “Es un momento de responsabilidad individual”, apunta Cornago. La relajación de las restricciones exige una confianza en el ciudadano particular que en países como España es reducido. “España es un país con muy poca confianza interpersonal. Y eso se le pega un poco al Gobierno, que considera que la gente va a seguir las medidas más bien poco y por eso las toma tirando al extremo”.

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Sobre el índice

El Oxford COVID-19 Government Responser Tracker es un proyecto de la Escuela de Gobierno Blavatnik, de la Universidad de Oxford, para medir la respuesta de los gobiernos a la crisis del coronavirus.  

El índice es una métrica compuesta por nueve indicadores: cierre colegios, cierre de lugares de trabajo, cancelación de eventos públicos, restricciones a las reuniones, cierre del transporte público, campañas de información pública, medidas respecto al confinamiento en casa, restricciones a los movimientos internos y controles a los viajes internacionales.

Desde la Universidad de Oxford avisan de que se trata de un proyecto en continuo desarrollo y de las limitaciones de los datos. “Se trata de un registro del número y la severidad de las políticas gubernamentales, y no debería ser interpretado como una puntuación de lo apropiado o efectivo de una respuesta en un país. Que un país tenga una posición más alta en el índice no significa necesariamente que su respuesta sea mejor”. Asimismo, la información se limita al nivel nacional, por lo que no tiene en cuenta posibles políticas a escala subnacional.

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