Pérdida de olfato o gusto y niebla mental. Son dos de los síntomas típicamente referidos por quienes han pasado por la covid, incluso de manera leve. Desde los primeros tiempos de la pandemia, en los centros sanitarios se empezó a ver que el SARS-CoV-2 era más que un virus respiratorio. Y poco a poco se han ido conociendo evidencias sobre cómo el cerebro termina tocado por la enfermedad. Ahora, han visto que directamente puede perder materia gris (masa de neuronas) y tejido tisular tras una infección.
La doctora Gwenaelle Douaud y sus colegas de la Universidad de Oxford (Reino Unido) han podido por primera vez observar cómo cambia el cerebro de una persona que padece la covid, respecto a antes de contagiarse. Lo hicieron tirando de los datos del Biobanco, un conjunto de británicos de entre 51 y 81 años que se someten a seguimientos de salud durante muchos años. Gracias a ello, tenían escáneres del cerebro antiguos y pruebas cognitivas.
Aproximadamente la mitad de este grupo se contagió de coronavirus, aunque sólo 15 entraron en el hospital. Los autores identificaron varios efectos a largo plazo después de la infección. Dejaron pasar una media de 141 días entre el diagnóstico covid y la segunda exploración por imágenes de sus cerebros. Y ahí es donde vieron que, en muchos casos, su masa encefálica había descendido. Muy especialmente en la región que procesa el sentido del olfato.
En concreto, vieron una reducción del grosor de la materia gris en la corteza orbitofrontal y la circunvolución parahipocampal (regiones asociadas con el olor y la memoria de eventos). Además, los participantes que tenían COVID-19 mostraron evidencia de daño tisular en regiones asociadas con la corteza olfativa, así como una reducción promedio en el tamaño del cerebro completo.
Con el envejecimiento normal, las personas pierden una pequeña fracción de materia gris cada año. Por ejemplo, en regiones relacionadas con la memoria, la pérdida anual típica es de entre 0,2 y 0,3 por ciento, señalan los investigadores en Nature.
Los pacientes con covid en el estudio perdieron entre un 0,2% y un 2% de materia gris en diferentes regiones del cerebro, sumada a la que se esperaría por el peso de la edad. Cada año que vivimos tendemos a perder alrededor de un 0,2% a 0,3% de nuestro cerebro de forma natural. Por así decirlo, pasar la covid, incluso leve, puede hacernos envejecer de golpe un poco más, a nivel cerebral.
La covid atrofia una parte del cerebro relacionada con la cognición
En promedio, los participantes infectados con SARS-CoV-2 también mostraron un mayor deterioro cognitivo entre sus dos escáneres. Esto se asoció con la atrofia de la región del cerebro conocida como cerebelo. Los autores también realizaron un análisis de control en personas que desarrollaron neumonía que no estaba relacionada con la COVID-19 para mostrar que los cambios eran específicos de la enfermedad del coronavirus y no debido a los efectos genéricos de contraer una enfermedad respiratoria.
Células del cerebro pueden infectarse por SARS-CoV-2 pero no parece que sea habitual.
Para la neumóloga de la SEPAR Olga Mediano (Hospital de Guadalajara), no podemos perder la perspectiva de que “la covid es una enfermedad eminentemente respiratoria, sin embargo tiene una serie de complicaciones a nivel sistémico, como muchas otras”, especialmente por el efecto inflamatorio.
“Hemos ido aprendiendo a evitar algunas, como tromboembolismos. Hacia donde va cambiando es a que no es tan grave en la mayoría de personas, sobre todo en jóvenes sin comorbilidad. La vacuna ha tenido mucho que ver”, precisa la doctora. Es decir, el virus se ancla fundamentalmente a las vías respiratorias, no otros órganos. Pero la reacción del propio cuerpo puede dañarlos.
Así pues, no está claro con este estudio si es el virus el sí el que produce esos daños en el cerebro o es el efecto inflamatorio, la respuesta del propio organismo para deshacerse de él, la que termina atacando a ciertos tejidos. Esta respuesta es responsable de una buena parte de las muertes por COVID-19 en la peor parte de la pandemia, cuando aún no estaba probado el papel de los antiinflamatorios para reducir la mortalidad.
Tampoco se puede decir que la característica pérdida de olfato sea exclusivamente por una reducción de la materia gris de la región olfativa. Entre otras cosas porque no hay una parte del cerebro que se dedique a una sola cosa. Hay pérdidas encefálicas que no tienen nada que ver con procesar olores.
No está claro que haya daño permanente ni pérdida de capacidades del cerebro tras la covid
En todo el mundo son muchas las personas las que desesperan por no haber recuperado el olfato tras haberlo perdido hace hasta dos años. La mayoría de estudios apunta a que es la inflamación de las células de apoyo de las neuronas olfativas las que atrofian este sentido. Pero este estudio añade algo más de evidencia sobre la posibilidad de que en el propio cerebro se destruyan células implicadas en el reconocimiento de olores.
Lo que no está tan claro es que sea irreversible o que el deterioro cognitivo sea tan evidente, más allá de la ‘niebla mental’ transitoria. La propia autora del estudio explica que los pacientes “mostraron una mayor disminución de sus capacidades mentales para realizar tareas complejas; este empeoramiento mental estaba relacionado en parte con estas anomalías cerebrales”. No de manera generalizada, sino en ejercicios concretos como el de ‘unir los puntos’ (aquí puedes probar a hacer uno de estos tests).

“Todos estos efectos negativos fueron más marcados a edades más avanzadas. Una pregunta clave para futuros estudios de imágenes cerebrales es ver si este daño en el tejido cerebral se resuelve a largo plazo”, añade la profesora Gwenaëlle Douaud.
El profesor Kevin McConway, profesor emérito de Estadística Aplicada de la Open University matiza:“Diría que la evidencia estadística de estas diferencias cognitivas es quizás un poco más débil que por las diferencias encontradas en los escaneos, aunque ciertamente hay evidencia de una asociación”.
Una hipótesis es que el cerebro se desentrena al dejar de oler, como pierde masa un músculo que no se ejercita. No tanto que se infecte mucho por SARS-CoV-2.
Por su parte el profesor de Neuropsiquiatría Alan Carlson (Universidad de Edimburgo) es más cauto aún: “El tamaño y la magnitud de los cambios cerebrales es muy modesto. Tales cambios pueden ser causados por un simple cambio en la experiencia mental. Pero sirve para resaltar que el cerebro se conecta al cuerpo en una relación bidireccional dinámica. En ese sentido, podemos usar la metáfora del cerebro como un músculo. Pero no creo que nos ayude a comprender los mecanismos que sustentan el cambio cognitivo después de la infección por covid”.
Estos hallazgos pueden dar pistas sobre las características de la propagación degenerativa de la COVID-19; ya sea a través de vías del sentido olfativo, la inflamación o la respuesta inmunitaria del sistema nervioso, o la falta de información sensorial debido a la pérdida del olfato. Porque cuando se pierde un sentido, el cerebro cambia ‘su cableado’. Y eso es justo lo que también ha podido ocurrir, una especie de atrofia o reconfiguración por falta de estímulos.
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