Unos 150 millones de contagios después, el coronavirus sigue siendo una misteriosa ruleta inmunitaria. Factores de riesgo aparte, se desconoce por qué en algunas personas es asintomático y en otras –en igualdad de condiciones– termina en el hospital. Y la diferencia entre ser asintomático o no serlo puede estar en la nariz.
Aunque la covid severa suele cursar con neunomía, los detectives médicos del coronavirus suelen seguir el rastro de la sangre. Hematólogos y genetistas de Reino Unido han encontrado niveles elevados de anticuerpos en la nariz, típicos en el paciente asintomático.
En concreto, han observado la cantidad de células B que generaban en estas personas (nacen en su médula ósea). Estas células, también llamadas linfocitos B, son fábricas de anticuerpos. En la nariz, “se convierten en una primera línea de defensa”, explica desde Cambridge el investigador Fernando Calero-Nieto por videollamada.
Los anticuerpos que producen se instalan en conductos mucosos, como la nariz. El equipo observó a partir de muestras de sangre que estas células B protectoras, fabricantes de anticuerpos, faltaban en personas con síntomas graves.
130 muestras de sangre y estudio de célula única
La investigación, publicada en Nature Medicine, es de las pocas que se ha centran en personas asintomáticas. Ha sido posible a partir de análisis de sangre de 130 personas con COVID-19. Estos pacientes procedían de tres ciudades diferentes del Reino Unido, Newcastle, Cambridge y Londres.
Sus afecciones iban desde asintomáticas hasta graves, durante la primera ola, “justo cuando no se sabía qué era esto, hasta había quien pensaba que las muestras que íbamos a manejar no tenían el virus”, señala Calero-Nieto, que recuerda la dificultad de trabajar durante aquellas semanas caóticas.
Los equipos, del Instituto Wellcome Sanger, la Universidad de Newcastle, el University College London, la Universidad de Cambridge, el Instituto Europeo de Bioinformática de EMBL (EMBL-EBI) han empleado técnicas de secuenciación de célula única, dentro de la iniciativa Human Cell Atlas.
“El análisis requiere que separemos la señal biológica del ruido técnico, lo que puede ser muy complejo. El trabajo ha creado un recurso tremendo: el modelo más completo para las personas con diferentes respuestas al COVID-19”, explica John Marioni, jefe de investigación de EMBL-EBI.
Asintomático: De los huesos y la sangre, a la nariz
Pero, ¿cómo conecta realmente la sangre con la nariz? “Todas las células inmunes vienen de células madre hematopoyéticas de los huesos, de la médula. Son las que van a luchar contra los patógenos y regular la respuesta inmune”, precisa Calero-Nieto.
Las células mieloides son las que lanzan las alertas y llamamientos a linfocitos para que ataquen. “En los más graves están más presentes, cosa esperable”. Cuando se desaforan, pueden derivar en dañinas tormentas de citoquinas en algunas personas. “Pero vimos también células progenitoras en sangre, donde no deberían estar, y terminan propiciando plaquetas”.
En la superficie de mucosas proliferan los anticuerpos IgA muy particularmente en asintomáticos.
Publicidad
No es casual que voces expertas recuerden estos días que el riesgo de trombos en personas con covid sintomático, de moderado a grave, sea mucho mayor que el que pudiera provocar una vacuna.
En los asintomáticos, por el contrario, no se observa ese fenómeno. Al contrario, hay una proliferación de anticuerpos IgA 2, producidos por las células B. “Son interesantes, porque están específicamente en mucosas, en nariz, no en sangre y ganglios, como los otros”.
La importancia de estos anticuerpos ya se puso de manifiesto el pasado septiembre en una carta al British Medical Journal por un equipo que advertía que, en los test de seroprevalencia, quizás sería interesante medir la presencia de los IgA (además de los típicos IgG e IgM) para saber quién ha pasado la enfermedad como asintomático.
Igualmente, los anticuerpos en general pueden acoplarse a hasta 55 partes del virus. Lo ideal es que se ‘enganchen’ a sus puntas, para que el coronavirus no pueda usarlas para entrar en las células. Pero si se acoplan a otros sitios, el patógeno seguirá adelante. Si observamos eso, podremos anticipar la gravedad de la COVID-19, como han hecho en la Universidad de California-Irvine (EE.UU.).
La vacuna que apunta a la nariz
Eso correlaciona con la producción de linfocitos B, las fábricas de anticuerpos. ¿Podríamos producir anticuerpos sin que esas factorías estén a punto en nuestro organismo? Sí: con una vacuna.
La del laboratorio de coronavirus del CNB-CSIC ha hecho justo esa apuesta con su vacuna intranasal, que empezará a probar ahora en humanos. Su impulsora, Isabel Sola, explicaba esta semana a Newtral.es que “los antecedentes que tenemos hablan de una eficacia del 100%”. Incluso para prevenir casos asintomáticos.
Vacunas aparte, ¿por qué hay personas que tienden a tener más listas sus células B para asegurar una buena barrera a patógenos en la nariz? Más allá de que en las personas más mayores es normal que su sistema inmunitario la respuesta sea peor que en jóvenes, en población joven y sana, no se sabe, “pero creo que debe de haber un claro componente genético”, teoriza Calero-Nieto.
Este estudio colaborativo a gran escala es parte de la iniciativa para mapear cada tipo de célula en el cuerpo humano, para transformar nuestra comprensión de la salud, las infecciones y las enfermedades.
Justamemte, esta misma semana otro estudio en Nature ha usado la técnica de secuenciación de célula única para ver qué ocurre a nivel celular en los pulmones de quienes han tenido una COVID-19 extremadamente grave.