En 2017, la neurocientífica de la Universidad de Stanford Tal Iram tuvo una especie de revelación. Sacarle líquido del cerebro de ratoncitos muy jóvenes e inyectárselo a mayores. Pareciera que pensaba en un elixir de la eterna juventud por la vía rápida. Pero aquello tenía sentido desde el punto de vista biológico. ¿Y si daba con una terapia contra el alzhéimer?
Su supervisor, Tony Wyss-Coray, había demostrado que dar a los animales viejos sangre de animales más jóvenes contrarresta algunos de los efectos del envejecimiento. Eso sí, con limitaciones. “Cuando discutimos (lo del líquido del cerebro) inicialmente, dije: ‘Esto es tan difícil que no estoy seguro de que vaya a funcionar’”, explica ahora Wyss-Coray. Ambos han publicado en Nature el éxito de su atrevimiento.
Iram perseveró, trabajando durante un año entero para descubrir cómo recoger el líquido cefalorraquídeo de los ratones. Una semana de infusiones de esta sustancia del cerebro joven mejoró la memoria de los ratones más viejos.
Sin embargo, convertir esa idea en un tratamiento contra el alzhéimer es un desafío más grande, reconocen los autores del estudio. Trabajos anteriores sobre cómo la sangre joven puede revertir algunos signos del envejecimiento han llevado a ensayos clínicos con resultados no determinantes.
Probablemente no sea posible infundir el líquido de un ser humano joven en un paciente mayor; extraer el líquido generalmente requiere una punción lumbar, y los científicos dicen que existen cuestiones éticas sobre cómo recolectar suficiente líquido cefalorraquídeo para las infusiones.
Unos ratones que guardaron en su cerebro el miedo
El primer paso para Iram y su equipo fue brindarles a los ratones envejecidos una experiencia que recordaran. El equipo aplicó a ejemplares de 20 meses de edad tres pequeñas descargas eléctricas en el pie junto con destellos de luz y sonido, para crear una asociación entre las luces y la descarga. Luego, infundieron los cerebros de un grupo de ocho ratones con líquido de otros de 10 semanas de edad.
Estos ratones viejos recordaban una experiencia traumática tras inyectarles líquido cefalorraquídeo de jóvenes.
Después de tres semanas, los ratones se enfrentaron a los mismos sonidos y luces, pero esta vez sin shock, recreando el contexto del miedo sin la acción real que los induce. Casi el 40% de los ratones que recibieron la inyección joven recordaron la conmoción y se congelaron de miedo. Eso sucedió solo en alrededor del 18 % de los ratones que recibieron líquido artificial.
“La implicación más amplia es que el cerebro aún es maleable y hay formas de mejorar su función», dice el coautor Tony Wyss-Coray. “No todo está perdido”. Hay esperanza para el alhéimer. Por ahora, sólo esperanza. Porque trasladarlo a humanos y que funcione siempre no será fácil.
Una empresa nueva cofundada por Wyss-Coray, Alkahest en San Carlos, California, ha realizado pequeños ensayos que sugieren algunos beneficios cognitivos en ratones y personas con demencia dados los productos derivados del plasma de la empresa. Otros grupos están explorando diferentes métodos para usar plasma joven, pero el campo aún está en pañales.
El líquido del cerebro no es el elixir de juventud o medicina anti alzhéimer… todavía
Si no podemos extraer líquido del cerebro o de la espina dorsal a personas de manera fácil, ¿qué potencial contra el alzhéimer podría tener este descubrimiento? La segunda clave de este estudio es que hila más filo y no habla sólo de líquido cefalorraquídeo. Precisa qué moléculas son interesantes para ese rejuvenecimiento de los ratones.
Para Juan Lerma, director del Centro Internacional de Neurociencias Cajal (CINC-CSIC), “es un trabajo bastante bueno. Hace surgir preguntas acerca de su alcance terapéutico, y acerca de qué más moléculas y mecanismos pueden estar involucrados en los efectos rejuvenecedores del líquido cefalorraquídeo joven”, apunta en SMC España.
Algo parecido se ha probado ya en humanos, pero no con líquido cefalorraquídeo, sino con sangre y con moléculas concretas. Y resulta que en plasma sanguíneo y líquido del cerebro de ratones hay unas proteínas similares.
Han visto que es el factor de respuesta al suero (SRF) y una proteína llamada Fgf17 las que lo orquestan todo. El primero “es un factor de transcripción que pone en marcha la expresión de varios genes relacionados con el citoesqueleto [las proteínas en el medio celular] la proliferación de los oligodendrocitos [células que forman la cobertura que protege los nervios]”, señala Lerma.
Un aspecto interesante es que, aunque al principio estos efectos beneficiosos los estudian con infusión en cerebro de líquido cefalorraquídeo de ratones jóvenes, “luego prueban las [moléculas] de humanos jóvenes (24 años) y ven que ejerce el mismo efecto en ratones. Es decir, que el panorama bioquímico que favorece los procesos cognitivos en jóvenes y los empobrece en mayores está conservado. Así que esto tiene valor traslacional serio”.
Una molécula clave con la edad ‘impresa’ para trasladársela al cerebro
El líquido cefalorraquídeo es como ‘la sangre’ del sistema nervioso central: una sopa de iones y nutrientes esenciales que protegen el cerebro y la médula espinal y es esencial para el desarrollo normal de los animales. Los médicos lo usan con frecuencia como un indicador de la salud del cerebro y un biomarcador de enfermedades neurológicas. Pero a medida que los mamíferos envejecen y pierde algo de fuerza.
Estos datos confirman que el líquido del cerebro y sistema nervioso representa un medio nada simple. Su composición tiene la firma de la edad y que determina ciertas cualidades cognitivas “a través de actores importantes como son los oligodendrocitos y factores asociados, como el factor de respuesta al suero y el Fgf17.
Esto abre una esperanza para tratamientos relativamente fáciles de administrar que puedan paliar las pérdidas de memoria en alzhéimer y otras demencias, pero también el declive conjuntivo fisiológico. “Naturalmente, hay que aprender más, hacia un lado (aspectos básicos mecanísticos) y hacia el otro (en qué grado esto es posible que funcione en humanos como terapia)”, concluye el investigador español, ajeno a este trabajo estadounidense.