Un edificio en concreto salvó a Japón del desastre nuclear total, el Centro Alternativo de Gestión de Emergencias, conocido como CAGE. A partir de aquel accidente en la central nuclear de Fukushima Daiichi, desatado por el tsunami de 2011, las centrales nucleares españolas han incorporado a su infraestructura ese mismo edificio, como recoge en su web la empresa de ingeniería encargada de su construcción.
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Junto con el de Chernóbil, el de Fukushima fue el segundo desastre nuclear más grave de la historia. Los temblores de tierra y las olas dejaron inutilizados todos los edificios del complejo nuclear de la ciudad, varios reactores se vieron gravemente afectados y, en consecuencia, el material radiactivo escapó al exterior.
Allí acudió, como jefe de misión de la Organización Internacional de la Energía Atómica, el español Juan Carlos Lentijo. El actual presidente del Consejo de Seguridad Nuclear estuvo en el epicentro de la tragedia, que recuerda como “dantesco”: “Lo que ocurrió allí fue un accidente muy serio que llegó incluso a fundir diversos reactores de las unidades que estaban operando”, explica en una entrevista a Gabinete de Crisis (laSexta).
El CAGE, por dentro
El suceso se calificó como ‘accidente grave’ en el nivel 7 -el máximo- de la escala internacional de sucesos nucleares (INES). A España no llegó la nube radiactiva pero sí las consecuencias en materia de seguridad nuclear.
“Son muchas las lecciones que se han aprendido. Lo que es más visible es que ahora te encuentras un edificio inmenso, que es el equivalente al que tenían en Japón y que les permitió gestionar la terrible emergencia que tuvieron que gestionar”, señala Lentijo.
¿Cómo es por dentro este edificio? ¿Cómo funciona? El equipo de Gabinete de Crisis lo ha comprobado en primera persona, visitando el Centro Alternativo de Gestión de Emergencias de la Central Nuclear de Vandellòs II, en Tarragona.
En caso de que durante la emergencia los trabajadores tengan que abandonar la sala de control o el resto de instalaciones, se pueden trasladar al CAGE para, desde allí, tomar los mandos de la central.
El CAGE puede operar de manera independiente, como si se tratase de la sala de control o de apoyo técnico de la central, durante 72 horas. Los factores de diseño que hacen posible este edificio alternativo son la protección radiológica, la resistencia sísmica, la integridad de su estructura, la capacidad en las telecomunicaciones, o la provisión eléctrica y medidas contraincendios.
El Centro Alternativo de Gestión de Emergencias, por dentro
A la entrada del CAGE unos sensores miden la radiación. Si algún operador de la planta fuese llamado a trabajar en la emergencia, lo primero que se realiza es la comprobación radiológica. Si está contaminado, no puede entrar a realizar las labores de mitigación del incidente. Además, esta especie de búnker está aislado con diferencia de presión.
“Es una manera de garantizar que las personas, que tendrían que trabajar atendiendo la emergencia, tienen un espacio perfectamente habitable, respirable y seguro habiendo lo que haya fuera, lo que sea”, explica durante el recorrido Montse Godall, jefa de comunicación de la Asociación Nuclear Ascó – Vandellòs (ANAV). El número de personas puede variar entre las 70 y las 120 personas según la central.
Así, en este entorno estéril se da apoyo a la gestión de una emergencia en el caso de que, a juicio del director de la Central, se deba abandonar alguno de los lugares que habitualmente dan soporte a la Sala de Control, es decir, el Centro de Apoyo Técnico (CAT) y el Centro de Apoyo a la Operación (CAO).
La lección aprendida del CAGE
El espacio está vacío los 365 días del año, pero se podría poner a punto en cualquier momento, y tiene capacidad para funcionar de manera aislada y autónoma durante setenta y dos horas, sin ningún tipo de apoyo exterior, según aseguran desde la central.
Las autoridades nucleares confían en que el Centro Alternativo de Gestión de Emergencias está preparado para «casi cualquier cosa». De hecho Godall explica que la maquinaria del recinto está preparada para temblores como los del terremoto que sacudió Japón.
Un desastre natural que sacudió los cimientos de la central nipona y también los de la cultura de la seguridad nuclear. El CAGE fue una de las lecciones aprendidas más importantes. Actualmente en España ya supone una mejora en cuanto a las medidas de seguridad de las plantas.
Durante el paseo por el CAGE de Vandellòs II, Godall admite que “tras lo que ocurrió en Fukushima, aprendimos, todas las centrales del mundo, que había que pensar más allá de lo que habíamos pensado en un inicio. Terremotos, fenómenos naturales varios, lo que sea”, asegura.
En marcha desde 2017, el CAGE de Vandellòs II es una de las aportaciones principales del proyecto de refuerzo de la seguridad. Un edificio que, como una isla, cuenta con suministros propios: eléctrico, radiológico, médico, alimenticio, etc. Es la última respuesta en la preparación frente a emergencias que pretende ir más allá de las bases de diseño que se pensaron en un primer momento, para estos gigantes de la energía.
- Visita a la Central Nuclear de Vandellòs II
- Montse Godall, jefa de comunicación de la Asociación Nuclear Ascó – Vandellòs II (ANAV)
- Juan Carlos Lentijo, presidente del Consejo de Seguridad Nuclear
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