Las tecnologías como la captura de carbono, claves en la «transición» de los combustibles fósiles acordada en la COP28

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El sultan Ahmed Al Jaber, presidente de la COP28. Fuente: EFE/EPA/MARTIN DIVISEK
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El acuerdo alcanzado este miércoles en la COP28 celebrada en Dubái plantea una transición que nos aleje de los combustibles fósiles (gas y petróleo principalmente) y aunque no recoge específicamente la eliminación de su producción, sí que pone sobre la mesa el uso de tecnologías alternativas. Es decir, lo fía a no sólo a la reducción en el uso de fósiles, sino que abre la puerta a mantener la dependencia de estos combustibles si se cuenta con métodos que permitan neutralizar las emisiones.

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Así, abre la puerta a seguir explotando el petróleo, gas (y carbón, con muchas más restricciones) si se usan tecnologías de captura de carbono (aún inmaduras) o hidrógeno renovable o de bajas emisiones. Analizamos en sus promesas y limitaciones.

[Claves de un resultado de la COP28 de mínimos: acuerdo para “transitar” a energías alejadas de los fósiles]

Qué son las tecnologías de captura de carbono

Océanos, praderas y bosques son los principales sumideros de carbono, que se conocen como BECS. Absorben y retienen el CO2, aunque hay indicios de que están llegando al límite. Y, por ejemplo, un bosque cuando arde, suelta de golpe ese CO2 que ha estado reteniendo durante años.

Las soluciones de captura de carbono, que idealmente permitirían seguir quemando combustibles fósiles cumpliendo con los objetivos de París, no son capaces a día de hoy de absorber la enorme cantidad que se emite cada año a la atmósfera.

La captura de carbono por tecnologías artificiales (llamadas DACCS) “básicamente emplean grandes ventiladores que filtran el aire y, mediante reacciones químicas, se absorbe y retiene el CO2. Después, empleando un aporte importante de energía se extrae el CO2 puro”, explica el investigador Ángel Galán (Universidad de Jaén). Son caras y, por tanto, aún ineficientes. Distintas organizaciones cuestionan que su despliegue sea posible en lo que queda de década, algo fundamental para llegar a 2050 con cero emisiones netas (que se capture o compense todo lo que se emita).

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Desde la Facultad de Ciencias de la Tierra de la Universitat de Barcelona, la profesora Patricia Cabello explica que la captura y almacenamiento de carbono se conoce desde hace décadas, “es una tecnología que permitiría salvar bastante” en algunos contextos, como las plantas de producción de electricidad. “En centrales térmicas, por ejemplo, se puede capturar el CO2, inyectarlo en en el subsuelo y contribuir también a la descarbonización”. Pero eso sólo es práctico en ámbitos industriales. “Cuando lo quemamos en donde sea, cuando lo consumimos, como el gas en casa, esto ya no es posible“, pero en parte del proceso”.

En último informe del Panel Intergubernamental del Cambio Climático (IPCC) de la ONU se plantean algunas opciones para la captura de carbono, basadas en soluciones naturales. Por ejemplo, las políticas de reforestación: los árboles absorben CO2. Sin embargo, reconocen que puede tener impactos negativos en comunidades por los cambios de usos del suelo y las cosechas. “Depende de la escala en que se implementan estas soluciones”. Hay otras opciones, incluidas las de fabricación humana (máquinas), pero están aún poco desarrolladas.

Raffaele Bernardello, investigador del departamento de Ciencias de la Tierra del BSC explicaba, tras la presentación del último informe del Carbon Budget, que “la única manera de limitar en intensidad y duración [del periodo en que estemos por encima de +1,5ºC respecto a la era preindustrial] es una aceleración radical en la implementación de la transición energética hasta alcanzar cero emisiones netas, seguida de un rápido aumento en la implementación de tecnologías de captura de carbono de la atmósfera, las cuales, de momento, contrarrestan tan solo una millonésima parte de las emisiones de CO2 de origen fósil”. 

El gas y el hidrógeno, como energías de transición

“La retórica del ‘gas como energía verde‘ de transición viene de hace más de diez años”, dice Alfons Pérez. ”Pero se vio que desplazaba las inversiones en renovables y que era amigo del clima sólo parcialmente, porque como combustible fósil, es el que menos emite, pero si miramos en toda la cadena desde la extracción, el metano tiene muchos impactos antes de su combustión”. Para las petromonarquías, extender su uso ha sido un largo anhelo.

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De igual modo, el hidrógeno (incluso de origen renovable, el llamado ‘hidrógeno verde’) plantea aún muchas dudas como sustituto directo del gas o el petróleo. Aurèlia Mañé, profesora de la Universitat de Barcelona, precisaba a Newtral.es que “estamos hablando a veces de hidrógeno como posibilidad de transición energética y producción de energía. Pero el hidrógeno es una forma que ‘creamos’ para gestionar el almacenamiento de energía (que se produce en otro lugar), es una energía secundaria. No es equivalente al petróleo, al carbón o al gas”. Quizás, igual que los electrocombustibles o efuels, sí sea útil en medios de transporte como los aviones o maquinaria pesada, como explicaba a Newtral.es Mar Reguant, profesora de Economía Northwestern University y BSE. Los efuels son carburantes convencionales, pero no obtenidos del petróleo, sino de captura previa de CO2, por ahora, algo muy costoso.

En el caso de los efuels, se supone que el carbono que emiten los vehículos luego podrá ser absorbido por dispositivos de captura para, a su vez, fabricar nuevo electrocombustible. Es decir, no retira CO2 de la atmósfera, pero en un modelo teórico 100% eficiente, en que se capture todo, no contribuye a arrojar más carbono a la atmósfera.

Puerta abierta a la nuclear

Más allá de las tecnologías de captura de carbono, la nuclear sí es una energía con cero emisiones de CO2 en la producción de electricidad, por lo que sus defensores creen en la necesidad de un despliegue de reactores de nueva generación. Pero la nuclear no se considera renovable, pues requiere de unos combustibles muy concretos, como isótopos de uranio que no están disponibles en la naturaleza listos para su uso. Genera unos residuos peligrosos con una vida radiactiva larga y supone un reto costoso para su gestión. Sus detractores argumentan que, en general, la nuclear es muy cara. Y el IPPC, en su último balance de coste de transiciones energéticas, valora como mucho más rentables (económica y ecológicamente) la solar y la eólica.

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Para la catedrática de Urbanismo Climático en la Universidad de Sheffield Vanessa Castán Broto, “Lo más preocupante de la resolución [de la COP28] es su énfasis en soluciones tecnológicas que tarde o temprano nos rescatarán del desastre porque consolida un modo de pensamiento tecnocrático que nos aleja de la necesidad de una transición negociada (que es una condición para que sea justa)“.

Explica en el SMC de España que “no hay soluciones mágicas que nos saquen de este atolladero. Aunque las tecnologías de eliminación y desarrollo de las emisiones de gases de efecto invernadero han avanzado en la última década, su implantación a gran escala es, todavía, un logro que solo veremos en un futuro lejano. Son tecnologías que presentan sus propios desafíos: altas necesidades de energía y suelo, impactos ambientales y sociales desconocidos, conflictos sociales y de planeamiento, etc.”.  

Fuentes