Sabemos que la posible vida extraterrestre en Venus iría en un ‘barco’. Un barco que navega en mares de minúsculas gotitas de ácido sulfúrico. Pero quizás nunca lo podamos probar. Y lo que es peor, no podamos hacer gran cosa con esos posibles microorganismos. «Es altísimamente improbable que encontremos vida inteligente», explica el astrobiólogo y químico Carlos Briones en esta conversación que también puedes escuchar o descargarte aquí:
La ciencia ficción siempre ha sido un motor de la investigación científica. Pero también genera sesgos. «Deja patente nuestro deseo de comunicarnos con otras formas de vida extraterrestre. Es verdad que puede haber surgido en cualquier sitio del universo con las condiciones adecuadas. Pero no está claro que la evolución [en otros sitios] haya tenido como resultado seres parecidos a nosotros», explica Briones.
«Hay que desmontar el interés de la ciencia ficción por la vida inteligente». Lo más astuto, para la investigación, es buscarla en forma de microorganismos. Pueden estar bajo la superficie de Marte, en las nubes de Venus o bajo cortezas de hielo de satélites de Saturno. Pero también en alguno de los más de 4.000 exoplanetas descubiertos hasta ahora.
«Por probabilidad, es más fácil que haya vida en algunos de ellos (…) pero nos es más fácil acceder a planetas de nuestro sistema solar para comprobarlo».
¿Y si hay vida inteligente microscópica?
«Somos antropocéntricos, animalcéntricos, eucariocéntricos, pluricelularcéntricos… Nos vemos desde el final de una rama del árbol de la vida tendemos a pensar que ha ocurrido así en otros lugares, pero no hay ninguna evidencia de ello», señala el investigador. «No hay una finalidad ni flecha en la evolución. Lo ‘nuestro’ podría no haber ocurrido en ningún otro lugar».
No hay ninguna finalidad en la evolución. Lo ‘nuestro’ podría no haber ocurrido en ningún otro lugar del universo.
Más allá de guiarse por estímulos químicos, en posibles seres superdiminutos «no se me ocurre la manera en que puedan ser inteligentes». Puede ser «descorazonador».
Cosa distinta es que haya formas de vida que no estén basadas en carbono y agua, como la nuestra. Y quizás, alguna, se nos haya pasado desabercibida y esté ahí, delante de nuestros ojos. Aunque este químico cree que las características del carbono, para generar enlaces –y, por tanto, variedad de moléculas–, «son prácticamente imbatibles».
Equipos internacionales trabajan fabricando vida. Como en una sopa primigenia, tratan de ver qué procesos similares a los que dieron lugar a las primeras proteínas y genes después podrían reconstruirse en la Tierra. Sobre todo para reconocerlos en otros lugares.
Marte y Venus, ¿fósiles de una Tierra futura?
Venus tiene un potentísimo efecto invernadero. Su atmósfera es densísima y está cargada de CO2. Así que tiene algo de laboratorio climático. Alguna lección podemos aprender en la Tierra, porque, como ocurrió en Marte, parece que una vez tuvo grandes océanos.
En el planeta rojo ocurre lo contrario: la atmósfera casi desapareció. Pero la supuesta presencia de metano, gas, también, ligado a la vida y los volcanes, puede ser una clave de algo que también está ocurriendo en la Tierra, al calor de la emergencia climática.
Venus y Marte pueden ser imágenes de hacia donde va la Tierra. Pero todo dependerá de nuestro papel «en esa falsa cima de la pirámide evolutiva». Tenemos potencialidad para alterar el clima, producir efecto invernadero, provocando extremos de calor, tifones y ciclones… somos un factor que altera la propia vida. Tomemos nota de lo que puede llegar a pasar con lo que vemos en otros planetas».
Este científico se está equivocando hay altas posibilidades que se desarrolle vida inteligente en otros planetas.
Toda la vida esperando unos seres verdes con antenas, con botitas plateadas.
Y ahora, sólo son moléculas, y si son moléculas inteligentes, que se andén con cuidado, aquí las meterán en un bote y se convertirán en moneda de cambio.
Qué desilusión.