“Una sobrecarga de trabajo a la que no nos habíamos enfrentado nunca”. Javier Carmona, editor de la revista científica Nature Medicine, una de las más prestigiosas en el ámbito de la medicina, cuenta a Newtral.es que desde que estalló la pandemia el número de investigaciones que han recibido para revisar y publicar ha aumentado en “un 300%”, lo que es caldo de cultivo para la infodemia.
Los artículos, cartas, editoriales y comentarios sobre el coronavirus también han inundado las bases de datos científicas en lo que llevamos de año. Solo entre el 1 de enero y el 30 de junio, se publicaron más de 23.600 documentos en dos de las más populares, Web of Science y Scopus, según un estudio internacional liderado por el investigador Jaime Teixeira da Silva.
Detrás de esta avalancha de trabajos se esconde la máxima que dicta que publicar es imprescindible en el sistema científico. “Es como gritar en mitad de un bosque vacío. Si investigas, pero no publicas los resultados, nadie te escucha”, señala Carmona.
La publicación da prestigio a los investigadores, aporta rigor a los estudios y permite compartir el conocimiento con el resto de la comunidad científica “para que otros puedan construir a partir de lo que tú has descubierto”, añade este biólogo español.
“A hombros de gigantes” es una expresión, muy utilizada en el mundo científico, que describe esa cualidad colectiva de la ciencia que ha permitido “avanzar en la investigación contra el coronavirus, del que al principio no se sabía nada, gracias a la acumulación y la difusión del conocimiento de otros compañeros”, explica.
La revisión por pares de los artículos vs. la infodemia
Desde las cuatro paredes de un laboratorio, la ciencia puede viajar al resto del mundo a través de los artículos científicos, que describen en revistas de ciencia las investigaciones y sus resultados. En este formato se han publicado, por ejemplo, los resultados de los ensayos clínicos de las vacunas contra el coronavirus, aún en fase experimental.
Antes de salir a la luz, estos artículos son revisados y evaluados por investigadores expertos en esa misma área, que pueden exigir a los autores experimentos adicionales, considerar teorías alternativas o simplemente rechazar el trabajo. Este proceso se conoce como revisión por pares o peer review.
“A mí me llega un trabajo y busco expertos en la materia, pero que tengan cierta distancia con el tema para que no haya conflicto de interés. Ellos revisan la rigurosidad y validez de la metodología, las conclusiones y la interpretación de resultados”, detalla Carmona.
Además de los artículos científicos, hay otros tipos de publicaciones —como las cartas, las revisiones, los comentarios o las perspectivas— “que también son evaluados por pares antes de su publicación en las revistas para verificar los datos que presentan y la interpretación que hacen los autores de ellos”, explica el editor de Nature Medicine.
Hay campos científicos, como la física, en los que es una práctica común enviar los trabajos a congresos, donde suele haber un espacio, físico o virtual, para la presentación de investigaciones, que se denominan ‘comunicaciones’. “Antes de aparecer en estas conferencias, los estudios también son evaluados por expertos. La validez es la misma que la del resto de publicaciones que han pasado revisión por pares”, añade.
Revistas de investigación y la infodemia
Según Carmona, la publicación de un documento revisado por pares en una revista científica aporta “un sello de calidad” para los trabajos. No obstante, dentro del mundo científico, no todas las revistas cuentan con la misma consideración profesional.
Entre las revistas científicas más conocidas y con mayor prestigio “se encuentran Science y Nature -multidisciplinares, cubren diversos ámbitos científicos- y The New England Journal of Medicine (NEJM), British Medical Journal (BMJ) y The Lancet -sobre biomedicina-“, según recoge el informe “Difusión y comunicación de la ciencia” del grupo de análisis científico sobre el coronavirus del Instituto de Salud Carlos III (ISCIII).
Para medir la calidad de las revistas, uno de los indicadores más utilizados es el denominado factor de impacto, calculado a partir del número de veces que un artículo es citado, y que sirve de aproximación cuantitativa al interés que dicha publicación suscita entre la comunidad científica.
“En cada área de conocimiento existe una clasificación o ranking de revistas dependiendo de su factor de impacto. Así, los artículos científicos se evalúan en función de dónde se han publicado, y alcanzan un mayor prestigio cuanto más alto esté en el ranking la revista en la que aparecen”, se informa en el documento del ISCIII.
“Ahora mismo hay bases de datos , como Scopus o Web of Science, que contienen índices de citas sobre las revistas. El hecho de que una revista esté indizada en estas bases también es una garantía de su calidad”, explica el profesor del departamento de Biblioteconomía y Documentación de la Universidad Carlos III de Madrid, Antonio Eleazar Serrano.
Un dato que el lector puede comprobar desde las propias páginas web de las revistas de ciencia porque “aunque su contenido sea de pago, la información de en qué bases de datos están indizadas suele ser pública”, continúa Serrano.
Las prepublicaciones, sin evaluación y sin filtros
La ciencia se cocina a fuego lento y cada uno de los pasos que da el investigador hasta que publica sus resultados requiere tiempo. “Aunque la revisión de los artículos por los expertos solo tarda semanas, desde que un científico envía su artículo hasta que este se publica en una revista pueden pasar meses”, explica Carmona.
Pero con la pandemia pisando los talones, el miedo y la incertidumbre apremian el hallazgo de soluciones y esos tiempos se vuelven inasumibles. Por eso, en los últimos meses han aumentado los llamados preprints o prepublicaciones, trabajos científicos que, sin filtro ni evaluación previa, se publican en repositorios gratuitos.
“Con prudencia y pensamiento crítico”. Así pide Carmona que se lean estos documentos. “Los preprints son un arma de doble filo. Por una parte, permiten compartir los trabajos antes y los científicos pueden recibir un juicio sobre qué aspectos del estudio mejorar antes de enviarlo a revisión. Pero, por otra parte, se trata de resultados que no han sido evaluados. Cualquiera puede publicarlos”.
Por esto último, entre las prepublicaciones puede haber trabajos bien elaborados mezclados con otros con resultados erróneos, mal ejecutados o mal interpretados. Muchos de los mensajes que circulan por las redes sociales estos meses utilizan estos documentos para apoyar sus afirmaciones y disfrazarlas de evidencias científicas.
La directora de la Biblioteca Nacional de Ciencias de la Salud del Instituto de Salud Carlos III, Elena Primo Peña, subraya a Newtral.es que “cuando te llega un texto sobre ciencia lo primero que hay que hacer es comprobar la fuente para ver si es fiable y si la información ha sido revisada por pares”.
También es importante “comprobar la fecha, porque la ciencia no es absoluta y puede haber actualizaciones más recientes sobre el tema”. Y si se tienen dudas sobre la interpretación de los contenidos “que suelen ser muy técnicos o muy complejos”, el siguiente paso sería “consultar a un experto en la materia”.
“La ciencia es tan amplia que no puedes saber de todo. Yo estudié Biología y claro que voy a tener dudas cuando leo un texto sobre física”, dice Primo. Por eso, es necesario “recurrir a científicos que sean especialistas en esa línea de investigación en concreto”.
Acudir a la fuente y contextualizar los resultados
Para las prepublicaciones sobre física y matemáticas, existe el repositorio llamado arxiv.
El de bioRxiv está centrado en biología y hace poco más de un año, en junio de 2019, se creó medRxiv, para la investigación clínica en medicina.

En una nota, añadida en estas plataformas de acceso abierto durante la pandemia, se alerta de que “no se debe confiar en las publicaciones fuera de contexto a la hora de guiar prácticas clínicas o comportamientos relacionados con la salud”. Los medios tampoco deben informar sobre las prepublicaciones como hechos comprobados “sin consultar a múltiples expertos en la materia”, avisa el texto.
“No siempre tenemos acceso a un científico para consultarle nuestras dudas, así que la otra opción que tenemos es acudir a los medios que comunican ciencia”, explica Primo, quien incide en la importancia de que estos medios “verifiquen, contextualicen y hablen con expertos” para hacer periodismo de ciencia “riguroso pero accesible a todos los públicos”.
Porque “la información incorrecta trunca vidas”, dijo en septiembre la Organización Mundial de la Salud (OMS) en una declaración conjunta con otras organizaciones internacionales. En especial durante una crisis sanitaria, en la que las mentiras “pueden perjudicar la salud física y mental, incrementar la estigmatización y amenazar los valiosos logros conseguidos en materia de salud”, destaca la OMS.
Fuentes:
-Javier Carmona, editor de la revista Nature Medicine.
-Informe del grupo de análisis sobre el coronavirus del Instituto de Salud Carlos III.
-Estudio liderado por el investigador Jaime Teixeira da Silva.
-Antonio Eleazar Serrano, profesor de la Universidad Carlos III de Madrid.
-Elena Primo Peña, directora de la Biblioteca Nacional de Ciencias de la Salud.
-Declaración de la Organización Mundial de la Salud sobre la gestión de la infodemia.
Excelente contenido en este momento de tanta incertidumbre donde la infodemia, intrusismo, pseudo ciencia estan haciendo mas daño que la covid 19.
desde valera. edo trujillo venezuela estoy preparando audios y entrevistas en la radio, desde el conocimiento medico para educar, orientar, transmitir confianza y vacunar la mente de los ciudadanos con una buena dosis de alfabetizacion en informacion cientifica . Soy infectologo