Tras un portón de madera oscura, en un corralón junto a la calle Elvira de Granada, una criatura llamada Ana Orantes rompió a llorar en los brazos de Rosario, su madre. Era un 6 de febrero de 1937, y a 500 kilómetros de allí se alzaban otros gritos al cielo: los de los hombres que se enfrentaban en una de las ofensivas más sangrientas de la Guerra Civil española, la batalla del Jarama.
En aquella casa donde vivió hasta los 19 aprendió a coser. Con 15 años perfilaba las mantillas que las mujeres llevaban en Semana Santa. Y con las pesetas que se sacaba, a veces se compraba telas y se hacía su propia ropa. Pasaba horas delante de la máquina de coser y su madre le decía: “Anita, te vas a quedar ciega”. Así lo recuerda una de sus hermanas, Carmela Orantes: “Ella quería ropa moderna porque ha sido siempre muy coqueta. Pero no había para nada más que para un vestido y ya está. Ella se quedaba por la noche, hasta las dos o tres de la mañana, perfilando para comprarse ropa. Y si no, se la hacía ella”.
Carmela también cuenta que “siempre se iba de fiesta” con su hermano mayor, Manolo. “En una de esas, cuando tendría 15 o 16 años, conoció al pintor Manuel Díaz, que era amigo de mi tío Manolo”, relata Raquel Orantes, hija de Ana. “Se prendó de ella, porque era tan guapa… Y le pidió retratarla. Pintó un cuadro precioso en el que ella sale con la pandereta, que es como salía cuando se iba de fiesta con su hermano. Era una mujer alegre y disfrutona. Me encanta ese retrato porque es ella en estado puro, al margen de los malos tratos”, añade.

Ana Orantes y su vida tras la separación en 1996
Hace 25 años, un 4 de diciembre de 1997, Ana Orantes acudió a la televisión pública andaluza a contar por qué había decidido separarse tras un matrimonio marcado por los malos tratos físicos y psicológicos continuados. El 17 de diciembre de ese año, 13 días después, su exmarido la asesinó en la casa que todavía compartían, en Cúllar Vega (Granada). “Ella lanzó aquella tarde un grito de libertad, de independencia”, apunta Raquel.
Y así es como sus hijos e hijas rescatan su memoria, desprendiéndola del relato único sobre una vida marcada por la violencia: “Mi madre era mucho más que el daño que le hizo él [José Parejo]. Su valentía salvó la vida de otras mujeres gracias a que su caso dio pie a la ley de violencia de género [aprobada en 2004], pero su historia es también la de una madre que nos sacaba a escondidas del colegio, sin que él se enterase, para llevarnos a la churrería de mi tía Matilde. La de una mujer que cuando se separó volvió a ser ella, viviendo uno de los años más felices de su vida”, apunta Raquel.
Tras la separación en 1996, su hijo Rafa Orantes recuerda que “tenía tantas ganas de divertirse”. “Me pedía que la llevase a sitios de música. Recuerdo que un día acabamos en El rincón del artista, donde hacían espectáculos drags y cantaban canciones de Rocío Jurado, que le encantaba a ella. Se lo pasó tan bien… Siempre quería volver”, cuenta.
Ese año, desde la separación en septiembre de 1996 a su feminicidio en diciembre de 1997, Ana Orantes pudo ver la nieve por primera vez en su vida. Fue con algunos de sus hijos. “Tenía 60 años y nunca había podido ir a Sierra Nevada. Intentó aprovechar el tiempo todo lo que pudo porque tenía ansias de vivir. Se lamentaba de no haberse separado antes, pero a dónde iba a ir sin un trabajo remunerado y ocho hijos”, explica Raquel. Lo cierto es que Ana Orantes trató de separarse en 1986, pero el juez desestimó la solicitud y tuvo que regresar a casa con su agresor.

Durante aquel año de libertad, sus hijos e hijas también la llevaron de vacaciones a la playa de La Herradura y, poco a poco, comenzó a teñirse de rubia. “El asesino decía que las rubias eran unas putas, siempre apagaba la tele cuando salían Rocío Jurado o Lina Morgan, a las que mi madre admiraba. Despreciaba a las mujeres, y despreciaba que se mostrasen poderosas. Cuando se separó, empezó a poder ir a la peluquería, que le encantaba, y se fue aclarando el pelo como ella siempre quiso”, relata Raquel. Y su hija Charo recuerda que aquel traje rojo que llevó a la entrevista en Canal Sur se lo regaló ella. “Lo vio en un escaparate y se enamoró de él”.

Cuando aprendió a leer y a escribir con 52 años
En los 80, Ana Orantes vivía en El Fargue (Granada), una casa en la que José Parejo provocó dos incendios tras quemar las pertenencias de ella y de sus hijos. Tras aquello y el intento frustrado de separación, Ana se apuntó a una escuela de mayores. “A mi madre le daba mucha vergüenza no saber firmar ni escribir su nombre cuando le tocaba renovar el DNI. Tenía que poner la huella. Ella quería aprender al menos eso porque le hacía sentir grande, le daba fuerzas frente al agresor, que la humillaba y quería que se sintiera tonta. Mi madre quiso aprender a escribir su nombre porque él intentaba borrar su existencia”, apunta Raquel.
En 1989, a los 52 años, Ana Orantes comenzó a asistir a la escuela de mayores de El Fargue, a la que acudió hasta 1991. “Tuvo una profesora feminista, Gertru, con la que hacían redacciones y dictados sobre los derechos de la mujer. Yo creo que aquello sembró una semillita en mi madre”, recuerda Raquel.
En algunos de sus cuadernos se pueden leer textos de su puño y letra. “Yo no me tengo por torpe ni he sido torpe en mi vida. Lo que pasó es que en mi vida muy pocas escuelas había. Y otras muchas cosas que no voy a contar ahora”, escribe en uno de ellos. Y en otro: “Aunque creo que para ser oída hubiera tenido que retrasar mi nacimiento al menos dos o tres décadas porque nunca me han respetado mis derechos”.
En sus cuadernos hay transcripciones de poemas de García Lorca y Miguel Hernández o dictados sobre cómo la Constitución ampara la igualdad de género y del origen del 8 de marzo, Día internacional de las mujeres. Y también hay textos propios sobre su infancia, sumas, restas, refranes y su firma.

25 años después de su denuncia en televisión y su posterior asesinato machista, Ana Orantes forma parte de la historia de España por usar su experiencia propia para evidenciar una realidad para la que ni siquiera existía protección institucional. Su nombre está en calles, parques, jardines, glorietas, libros, pancartas feministas, ilustraciones, colegios y programas. Está en la memoria colectiva.

Gracias por continuar su memoria! Una mujer tan buena, tan sabia y tan entrañable!
Gracias por este artículo que hace grande a esta mujer.
Muchas gracias por este artículo, es emocionante saber nuevas cosas sobre su vida. Ana Orantes siempre será recordada.
Qué bonito lo has explicado, me he emocionado. Gracias por rescatar su historia.
Gracias por este artículo, me ha emocionado mucho. Nunca olvidemos a Ana Orantes
Muy grande la señora Ana