El impacto de la pandemia de coronavirus ha dejado de fondo la tragedia de Zaldibar, pero Alberto Sololuze y Joaquín Beltrán, los dos trabajadores desaparecidos en el derrumbe del vertedero, siguen enterrados ahí 60 días después.
Los equipos de rescate encontraron ayer el coche de Sololuce entre los escombros, lo que da un impulso a la búsqueda de los trabajadores. Las labores continúan, pese a que el domingo 29 de marzo, la publicación del real decreto que endurecía las medidas de confinamiento dejó durante unas horas en el aire si podrían seguir con la búsqueda. Un día después, el Ministerio de Sanidad confirmó que los trabajos de estabilización y el operativo de búsqueda no se verían afectados porque son considerados servicios esenciales.
«El real decreto no va a afectar en absoluto a las labores de búsqueda de Alberto y Joaquín», confirmaba Aitor Zulueta, director de Patrimonio Natural y Cambio Climático del Gobierno vasco. «Durante las próximas semanas, las obras puedan continuar con el mismo ritmo que la semana pasada».
Las familias de Alberto y Joaquín también lo consideran esencial. «Para cerrar esta etapa será importante tener el cuerpo; si no, seguiremos dándole vueltas», señalaba Paulo Alberdi Sololuze, sobrino del primero, como recoge el diario Gara.
Aunque las acciones de protesta en la calle se han paralizado, los vecinos siguen reclamando una explicación y hoy han convocado una cacerolada a las 20:30 h. durante cinco minutos para formar “un gran estruendo” desde las ventanas y que escuchen sus reclamaciones. Después, encenderán dos velas por Alberto y Joaquín.
“Para nosotros es una fecha muy importante, aunque lo que más pesa es el día a día. Por eso, llamamos a la ciudadanía vasca a que participe”, explica Janire Lazcano, miembro de la plataforma ciudadana Zaldibar Argitu (Destapar Zaldibar). “No nos están dando información, es como que no existe, todo es hablar sobre el coronavirus. Necesitamos que nos den las explicaciones sobre cómo van los trabajos, cómo están midiendo el aire y el agua, qué es lo que ha pasado, quién es el responsable y cuáles son las responsabilidades administrativas de la falta de control”, añade.
Hasta ahora, se habían convocado caceroladas en los pueblos cercanos al vertedero, pero hoy buscan que se extienda a todo Euskadi.

Los trabajos de rescate
La tarde del 6 de febrero en la que desaparecieron, Joaquín y Alberto se encontraban cerca de la báscula del vertedero, el área B1 en el mapa de búsqueda del Gobierno, una «zona difícil» por el talud que tiene encima. Por ahora, los equipos han terminado la búsqueda en las Zonas B1.1 y B1.2, en la que ya se ha estabilizado la parte superior, y pronto se podrá reiniciar la búsqueda en el resto, según indican las autoridades en un comunicado.
Cerca de 100 personas de protección civil trabajan de 8:45 a 19:15 en las tareas de rescate, rastreo y cribado, junto con ingenieros, responsables de obra, maquinistas de extracción y ertzainas de Brigada Móvil en las zonas de búsqueda establecidas, de las que ya se han extraído 54.600 m3 de desechos.
Algunos de ellos ya han sido depositados esta semana en una de las dos celdas que se anunciaron y que el Gobierno ha construido en los terrenos adyacentes al vertedero para dar cabida a los 300.000 m3 de residuos de Zaldibar, que serán tratados como residuos peligrosos después de haberse mezclado con amianto durante el deslizamiento. Después, las celdas serán selladas.
Sin embargo, todavía no se ha construido la segunda celda, que le corresponde a Verter Recycling, la empresa que gestiona el vertedero, según informó el Departamento de Medio Ambiente a Newtral.es. El Gobierno vasco todavía está a la espera de que la empresa presente el plan de remediación que se le requirió.
Depurar responsabilidades
El desastre del vertedero de Zaldibar ha evidenciado las deficiencias del sistema de gestión de residuos, considera la organización Ekologistak Martxan, para la que “la existencia de vertederos es un indicador del fracaso del sistema de producción y consumo de una sociedad”, que debería centrarse en la reutilización de los materiales usados en la producción, según explican en su artículo para Ecologistas en Acción.
Pero, además, Ekologistak Martxan reclama que no hay una información clara y que “los trabajos de movimiento de tierras no se están haciendo de forma adecuada”, como explica Javier Vázquez, miembro de la organización. “Cuando se mueven residuos peligrosos, deberían seguir un protocolo y, sin embargo, los camiones van sin toldo, no van tapados, por lo que los residuos se volatilizan bastante y se dispersan a la atmósfera”, dice.
La querella que presentó la organización en el Juzgado de Durango por dos posibles delitos contra el medio ambiente y contra la seguridad de los trabajadores también se ha visto paralizada por el estado de alarma. “Entendemos que hay una situación de crisis extraordinaria, pero no quita para hacer el resto de las gestiones o trabajos, y no entendemos que todavía no se nos haya contestado a la solicitud de información que hicimos sobre los protocolos que se están siguiendo con los residuos que se extraen”, cuenta.
Mientras tanto, el Ejecutivo vasco tiene que hacer frente a otro problema: el colapso de Zaldibar ha dejado a Euskadi sin espacio para depositar los residuos y las autoridades calculan que hay unas 250.000 toneladas que no caben. Para tratar de reducir esa cantidad, el pasado 5 de marzo se aprobó una orden que limita el tipo de residuos que pueden ir a parar a los vertederos durante un año y se pide a los vertederos “que hagan lo necesario para alcanzar el máximo de la capacidad de tratamiento que tengan autorizada”. Aún así, la crisis todavía no acaba.
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