Los estragos de la ola de primavera en India hacía presagiar lo peor. Reino Unido, con estrecho contacto con este país, veía con preocupación el ascenso de casos en Inglaterra con una de las subvariantes (B.1.616.2) surgidas en el país asiático, que terminaría por denominarse Delta. Era aparentemente más contagiosa, pero ¿era sólo cosa de la variante que India se hubiera metido de lleno en un caos de infecciones y muertes?
La variante Delta terminó imponiéndose a la dominante Alfa, la que empezó a extenderse por Reino Unido en diciembre, para conquistar después casi toda Europa. Pero los hospitales estuvieron lejos de convertirse en los trágicos escenarios que venían de India o que recordaban a los propios británicos de enero. La vacunación estaba funcionando. También con Delta. Pero el arranque de verano ha demostrado que no es suficiente.
An update on Delta, vaccination protection and viral loads from the aggregate data available, with new @PHE_uk data
— Eric Topol (@EricTopol) August 6, 2021
1. Delta infections are characterized by very high viral loads (low Cts). When a breakthrough occurs, the load is similar to unvaccinated, but clears more rapidly pic.twitter.com/HUD8wqmwNf
Estados Unidos ha sido el último en incorporarse a la lista de países con altas tasas de vacunación que ven con verdadera preocupación el ascenso de Delta en su territorio. La alarma ha llegado hasta los Centros de Control de Enfermedades (CDC), y el borrador de un documento interno ha recopilado parte de la evidencia sobre una variante que consideran que ha cambiado el curso de la pandemia. Estas son algunas claves que la comunidad científica ha ido desentrañando de Delta:
Más mutaciones acumuladas y dos nuevas en Delta
Vamos intuyendo características que la hacen diferente al coronavirus que veníamos conociendo, aunque en lo esencial, sigue siendo el mismo. Pero con más mutaciones acumuladas. Dos de ellas son novedosas en la parte que usa para acceder a células que infectar. En concreto, en los extremos de las puntas del virus o espículas, la llamada zona de ‘dominio de unión al receptor’.
Hay dos mutaciones específicas que la caracterizan y parecen ayudarle a entrar más fácilmente en las células: L452R y T478K. Se suman a otra conocida que le permiten escaparse algo de los anticuerpos o la inmunidad adquirida: K417N, presente en la Beta (detectada primero en Sudáfrica).
Eso sí, no está la mutación «Erik» (E484K), que se asoció a reinfecciones e algo de inefectividad vacunal en otras variantes en países como Brasil o Sudáfrica. Sin embargo, la capacidad de neutralización de los anticuerpos de otras variantes o los de las vacunas si se ha observado más limitada en laboratorio cuando se enfrenta a Delta.
Delta, hasta un 60% más contagiosa que Alfa
No es particularmente peor, pero sí más contagioso. Hay algunos modelos matemáticos que estiman entre un 40% y 60% de mayor contagiosidad que la variante Alfa. El ‘exepidemiólogo jefe’ de Reino Unido Neil Ferguson se atrevió a dar estas cifras y anticipar una nueva ola. Y eso hace que cada persona con covid, de media, contagie a otras cinco o hasta ocho, según cálculos
Dependiendo de dónde miremos. En EEUU ya dicen que esto se parece más a la contagiosidad de una varicela que la de un catarro común. Por fortuna, eso sí, la letalidad del coronavirus en sí no parece subir demasiado. Sigue siendo baja en comparación con otros patógenos.
La tasa reproductiva básica (número R₀) pasa de 2 o 3 a 5 a 8, según cálculos de los CDC de EE.UU. Es decir, si un contagiado tiene relativamente fácil contagiar a 5 o incluso 8 personas de media, tiene un impacto en la inmunidad de grupo. Como referencia, los CDC proponen la contagiosidad de la varicela, que cifran en una R₀ de aproximadamente 5, aunque otros documentos la sitúan más cerca del 10.
La inmunidad de grupo, más lejos
Las vacunas parecen tener un impacto en la transmisión con el que no se contó en su diseño. Eso son buenas noticias. Pero no son vacunas esterilizantes desde la nariz o garganta, por donde entra y empieza a reproducirse el coronavirus. Con Delta lo tienen más difícil. Y si hasta ahora, distintos modelos hablaban de inmunidad de grupo a partir del 70% de población vacunada (con datos de otros virus respiratorios).
Con la contagiosidad estimada de Delta, necesitaríamos vacunar con lo que tenemos a más del 80% de toda la población para decir adiós a la pandemia sin restricciones. Esto se calcula conforme a una fórmula clásica, tal como explica el investigador del Instituto Franklin de Estudios Norteamericanos y Universidad de Alcalá Manuel Peinado Lorca:
“La ecuación de la inmunidad de grupo se define como Inmunidad de grupo = 1 – 1/R₀, donde R₀ es el número de reproducción básico, esto es, el número promedio de nuevas infecciones causadas por un individuo infectado típico durante la etapa temprana de un brote en una población totalmente susceptible a la infección”.
O sea, 1 – 1/5 = 0,8. Es decir, que hay que vacunar a 8 personas de cada 10 para pensar que las no vacunadas o inmunodeprimidas estén protegidas. El 80% de una población, asumiendo que cada personas contagiada pega el coronavirus a otras 5 de media y sin restricciones.
Eso sí, asumimos que las actuales vacunas están lejos de frenar la transmisión al 100%, así que los CDC manejan varios escenarios de efectividad. Y algunos elevan la necesidad de vacunar al 90% o más. “Esta cifra de personas inmunizadas se antoja inalcanzable si no incluimos a los niños. Esto abriría otro debate, sobre la pertinencia científica y moral de vacunar por debajo de los 15 años, con la necesidad de vacunas que tienen algunos países“, apunta Alfredo Corell, que da más detalles sobre su experiencia con Delta aquí.
Media vacuna no vale, pero Delta no aguanta una pauta completa
Para hacer el cálculo no vale la ‘media vacunación’ con Delta. Sin pauta completa, es ‘casi’ como no llevar nada para evitar el contagio, puesto que la efectividad puede caer por debajo del 33%, aunque otros informes referidos a la vida real en Inglaterra la elevan al 45% a 55% (dependiendo de la formulación). Con vacunación total la protección frente a la enfermedad sintomática sí que se existe, aunque baja respecto a Alfa, según otros trabajos preliminares basados en la experiencia británica y estadounidense. Datos muy preliminares de brotes de Israel, Estados Unidos y Catar recortan la efectividad de la vacuna de Pfizer frente a la infección leve a entre el 50% y 60%, aunque el Servicio Público de Salud de Inglaterra la mantiene en el 88%.
If we use figures for 1 and 2 dose vaccine effectiveness against hospitalisation from PHE of 80% and 96%, the relative risk by age compared to a fully unvaccinated population looks like this.
— Colin Angus (@VictimOfMaths) August 10, 2021
Shaded areas = remaining risk so less colour = better.
Not a great picture for the US pic.twitter.com/s3lHJudKu8
La buena noticia es que Delta no aguanta la embestida de la vacunación completa en lo importante: evitar muertes y hospitalizaciones. Incluso parece que la persona que adquiere el virus cuando está vacunada tiende a tener síntomas muy leves o ninguno. Y tiende a contagiar (y seguramente contagiarse) entre un 50% y un 60% menos que los no vacunados.
Es posible que Delta haya tumbado el desarrollo de la candidata vacunal de CureVac (Alemania), como aseguró su laboratorio. Aunque puede que tampoco hubiera funcionado con las variantes anteriores, dada la arriesgada tecnología de ARNm propia que habían planteado.
Mucha carga viral y pico de contagiosidad corto
Parece que todo el lío de Delta viene de que se reproduce muy rápido en cuanto entra en el organismo. Eso lleva a algunas personas a tener muchísimas copias del virus durante un breve periodo de tiempo y ser muy contagiosas durante una ventana de tiempo más o menos corta. Se tiende a pensar que corta y no necesariamente sintomática, aunque no está claro que el periodo en que alguien se vuelve contagioso sea tan tan rápido, según un reciente seguimiento de infecciones en hogares de Singapur.
Esto también ocurre en las personas vacunadas que se contagian. Pero se libran del virus mucho antes. De los siete a diez días de media dando positivo ‘contagioso’ en PCR (técnicamente, lo que llaman Ct<25), se pasa a apenas cuatro o cinco.
Seguramente porque tiende a reproducirse mucho en las vías respiratorias superiores. Eso no es en sí malo. Mejor ahí que en el pulmón. Además, cuanto más virus haya en nariz y garganta, más se evidencia en un test. Sobre todo los de antígeno. Y se tiende a presentar como un catarro, si bien esto también puede tener que ver con los perfiles de contagiados en la actualidad, más jóvenes y sin vacunar plenamente.
Además, se ha visto que los picos de virus se alcanzan mucho antes. Se pueden detectar enseguida, pero también se es contagioso al poco tiempo de haber estado con el contagiado original. Y ese contagio puede ser perfectamente asintomático. ¿Será necesario redefinir el concepto de ‘contacto estrecho?

No todo se puede achacar a una variante
Y dicho todo esto… ten en cuenta que no todo lo que pasa en la pandemia ahora es por una variante. De hecho, los estragos que hizo Delta en India no tienen nada que ver con la dinámica de Reino Unido o de España. Y los estudios que se hacen sobre sus características son complicados, se están haciendo sobre la marcha y puede haber muchos sesgos.
Desde la Universidad de Alcalá de Henares, el experto en Salud Pública y profesor de Epidemiología Manuel Franco Tejero explica a Newtral.es que “no podemos echarle solo la culpa a Delta cuanto tenemos un descontrol de muchas medidas de salud pública. La inmunidad de grupo llegará cuando el control de los contagios y los datos lo indique. Fiar la inmunidad de grupo a una cifra es ponerse en manos de modelos predictivos que no han terminado funcionar”.
Por eso, toma esto como indicios, con toda cautela. Porque, en realidad, no hay variante buena ni cepa tan mala como para que volvamos a la casilla de salida.
Hay un test específico para cada variante?