“No queremos ver una erupción explosiva de verdad. Es duro decirlo, pero es una ventaja porque nos lo estamos evitando [en La Palma]”. El profesor de petrología de la UCM Pedro Castiñeiras es consciente del “dolor y daños profundos que este volcán está provocando a la población”. De hecho, hasta cierto punto sorprende que un volcán relativamente modesto a nivel mundial como el de La Palma esté causando semejante catástrofe y devastación. Pero no hay duda de que el daño podría ser mucho peor. Y, hasta la fecha, no le ha costado la vida a nadie.
“La capacidad de anticipación de la ciencia y la comunicación han sido clave”, explica por su parte la investigadora del Instituto Geológico y Minero (IGME) Rosa Mateos. “En una isla con un territorio reducido y muy ocupado y poblado, quizás se la erupción en las Islas Canarias que más daño está causando”, explica, mientras lo compara con otras en lugares como Islandia. Allí, el volumen de población afectada es mucho menor, al menos en tierra firme, puesto que aún recordamos el caos aéreo que provocó el Eyjafjallajökull en 2010.
La erupción volcánica en Cumbre Vieja ha devastado hasta este lunes cerca de 790 hectáreas. Ha sepultado o derruido 1.835 edificaciones, a razón de un centenar nuevo en cada parte que ofrece Copernicus desde los cielos, donde la red de satélites monitoriza el avance de las coladas. La más extensa supera el kilómetro de ancho y ha devorado o provocado daños, junto con su paralela al norte, decenas de hectáreas de platanera y vid.
#EMSR546 #ErupciónLaPalma
— Copernicus EMS (@CopernicusEMS) October 18, 2021
Our #RapidMappingTeam has released its 2️⃣4⃣th updated product for #LaPalma??#CumbreVieja eruption using optical imagery acquired on 17 Oct. at 11:47 UTC
▶️Extent of the?lava flow: 789.6 ha (+35.8 ha in 41h)
▶️1,835 destroyed buildings?detected (+121) pic.twitter.com/OxJXusI1vq
Desde el inicio de la erupción, el 19 de septiembre, más de 7.000 personas han tenido que ser desalojadas de sus viviendas, dejando atrás la mayor parte de pertenencias y cultivos. Otra parte de la isla vive pendiente de los sismógrafos, toda vez que los terremotos se han intensificado en la última semana, con magnitudes superiores a 4,5, aunque mayoritariamente en profundidad, “mostrando que no hay indicios de que se vaya a abrir una nueva boca en otro lugar [alejado de la fisura actual]”, apunta Mateos.
Puede parecer que “las últimas erupciones [canarias] del siglo XX no tuvieron tanto impacto en la población, pero también porque desconocemos todo el efecto completo”, señala el geólogo y divulgador Nahún Méndez-Chazarra. “Si revisamos los documentales, especialmente los del volcán San Juan de 1949, parece que no hubo daños graves sobre las poblaciones, pero sabemos en que en aquella erupción se dio un fenómeno migratorio muy importante, en la que se sumó la hambruna de la posguerra y la generada por la destrucción de terrenos de cultivo y viviendas”. Un 30% del PIB de la isla se ha evaporado.
Todo esto puede cambiar el La Palma y provocar más daño, pero es improbable
Los volcanes en España no tienen nada que ver con las explosividades a las que está acostumbrada la vulcanóloga Laura Becerril. En comunicación con Newtral.es, explica desde la Universidad de O’Higgins (Chile) que “tanto los depósitos de las erupciones históricas, como las que están en el registro geológico de la isla, apuntan a erupciones de baja explosividad, principalmente estrombolianas, con alguna fase más explosiva, asociada a la interacción de agua-magma”. Y es lo que se está viendo en La Palma. ¿Puede cambiar esto bruscamente?
En principio, no. La tierra avisa. El muestreo y análisis continuo de cenizas y lavas durante la erupción “permite detectar precozmente variaciones peligrosas en la composición del magma. Por lo tanto, es un instrumento eficaz de cara a tomar decisiones sobre evacuaciones y protección de los profesionales que trabajan en el seguimiento científico de la erupción, y en protección civil”, explica el catedrático de Petrología de la Universidad de Barcelona Domingo Gimeno.
En un artículo en The Conversation, explica que es importante ver si empieza a llegar magma muy ‘destilado’ de una cámara magmática más superficial de la corteza terrestre. Ahí sí que estaríamos en un escenario eruptivo “altamente explosivo” en potencia. La forma de las cenizas y piedras de algo más de tamaño dan información sobre si el sistema explosivo del volcán está recibiendo agua meteórica de los acuíferos. “Esto es extremadamente peligroso porque puede generar fenómenos piroclásticos de oleadas o flujos muchísimo más veloces y destructivos” que los típicos de una erupción estromboliana.
Por el momento, parece que la actividad se está desplazando hacia el sureste, mientras que lo llamativo es que se produzca de manera sostenida ese enjambre de terremotos a gran profundidad, a más de 35 km. Pero, más que la monitorización sísmica y de emisiones, es importante modelar y reajustar los cálculos de por dónde puede ir la lava y sus daños. Es muy difícil decir de manera precisa cuándo y por donde se desplazará la devastación.
Según Méndez-Chazarra, una cosa llamativa es cómo los modelos iniciales que proyectaban por donde podría discurrir el material incandescente se quedaron pequeños. Hay multitud de factores cambiantes y, sobre todo, depende de la orografía. El relieve acelera o frena el avance de las coladas, que cambian también su viscosidad.
No veremos la devastación de un Krakatoa en el volcán de La Palma
Por fortuna, dentro de los enormes daños que está provocando en volcán de Cumbre Vieja, en La Palma no parece posible tener erupciones mucho más explosivas con los datos que se manejan. Ni los históricos, ni los que se monitorizan en tiempo real. Otra cosa es, por ejemplo, el Cono Sur de América.
En la cordillera de los Andes, por ejemplo “se han formado en contextos geológicos diferentes –señala Laura Becerril–. La superficie de la Tierra está formada por placas tectónicas (como si se tratara de piezas de un puzzle) que se mueven unas respecto a otras. En el caso de los volcanes de los Andes, estos se forman porque una placa está subduciendo bajo la otra, es decir, se está metiendo por debajo una de la otra. Esto genera volcanes de mayores dimensiones y más explosivos”.

La Palma, como Hawái, son islas volcánicas. Han ‘salido’ en medio de una placa. “Es lo que se conoce como zona de punto caliente o hotspot, donde la actividad volcánica es normalmente menos explosiva y donde se
generan múltiples bocas o volcanes, normalmente de menores dimensiones”, precisa la investigadora desde Chile. Sin embargo, una vez más, algunos de estos megavolcanes están en zonas despobladas (aunque no siempre, como ocurre con el Vesubio).
En La Palma, la recuperación del daño se circunscribirá a la mitigación. La regeneración natural de la zona tardará miles de años. La roca comenzará a cambiar en no menos de dos décadas. Pero hay zonas de malpaís (restos rocosos de coladas, completamente yermos) de 1585 y que siguen sin ser aptos para el cultivo o la construcción. “El material puede seguir caliente durante meses o años”, precisa Méndez-Chazarra. No basta con meter una excavadora y retirar esa masa rocosa negra.
Tan solo los lugares cubiertos por ceniza fría se vuelven claramente fértiles. Y áreas como la nueva isla baja se convertirán en explosiones de biodiversidad en pocos años, debido, sobre todo, al aporte de minerales nutrientes como el hierro, contenido en la lava.