El 14 de marzo de 2020, el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, tuvo que tomar “decisiones extraordinarias”, según dijo él mismo en rueda de prensa. España se enfrentaba a una emergencia pública sin precedentes en forma de pandemia: la COVID-19.
Sánchez decretó el estado de alarma para posibilitar el confinamiento domicilio de toda la población española, salvo algunas excepciones, y que duró hasta finales del mes de junio, a las puertas del verano.
“Les anuncio que durante la vigencia del estado de alarma, las personas únicamente podrán circular por las vías de uso público para la realización de las siguientes actividades: adquisición de alimentos, productos farmacéuticos y de primera necesidad; asistencia a centros, servicios y establecimientos sanitarios; desplazamiento al lugar de trabajo para efectuar su prestación laboral, profesional o empresarial; retorno al lugar de residencia habitual; asistencia y cuidado a mayores, menores, dependientes, personas con discapacidad o personas especialmente vulnerables; desplazamiento a entidades financieras y de seguro o por causa de fuerza mayor o situación de necesidad”, anunció el presidente.
Antes de ese anuncio, el país ya estaba inmerso en una adaptación al teletrabajo. Según un estudio del Banco de España, “prácticamente el 80%” de las empresas facilitaron en mayor medida el teletrabajo durante ese periodo.
Sin embargo, durante el tiempo que duró el confinamiento, no todos los trabajadores tuvieron esa opción. Fueron los ojos de unas calles vacías, y se encontraron con multitud de problemas.
Cuando quedarse en casa no era una opción
Evaristo Bastarrica es transportista y no abandonó el camión ni un día. El mismo lunes tras el decreto del estado de alarma ya estaba al volante. “Son imágenes que se me han quedado grabadas para toda mi vida”, comienza.
“Tengo compañeros que dicen que han tenido que ir al psicólogo porque conducir horas y horas solo fue un trauma”, bromea. “Era como si hubiera habido una guerra mundial”, dice.
Pero Evaristo se encontró con un problema importante. “Éramos como bichos raros, porque pretendías ir a hacer tus necesidades naturales de cualquier personas y no podías ni entrar a los servicios”, denuncia. Y lo mismo ocurría con la comida durante los viajes: “no tenías un sitio donde poder comer algo caliente”. “Estabas tirado en la carretera, nunca mejor dicho” concluye.
Otro ejemplo es Jesús Fernando Reigosa, que trabaja como cajero y reponedor en una conocida cadena de supermercados. Ya durante los días anteriores a la declaración del estado de alarma, él veía que algo estaba pasando. El nivel de ventas comenzó a subir como si de una campaña navideña se tratase, pero en marzo.
“Sucedió un saqueo civilizado, como me gusta decir a mí. La gente no sabía cómo iba a actuar el Gobierno y decidió hacer acopio civilizadamente, pero no dejó de ser un saqueo”, asegura.
Reigosa lamenta que en ese momento la plantilla “no estaba preparada” para hacer frente a ese volumen ingente de trabajo, “y eso que más tarde se reforzó”, pero la carga de trabajo “era excesiva”, insiste. “Era una víspera de Nochebuena, ese tipo de nivel de venta. Incluso un pelín superior”, denuncia.
Mercedes González Gomis es, por su parte, farmacéutica y secretaria también del Colegio Oficial de Farmacéuticos de Madrid. La farmacia se convirtió en un punto sanitario importante tras el cierre presencial de centros de salud y la priorización de la atención telefónica.
“Nos hemos quedado con el lema de que la cruz verde nunca se apaga, y es verdad, porque se veían las calles sin personas pero la luz verde de la farmacia se mantenía encendida”, recuerda.
Mercedes describe que fueron momentos “desagradables” pero “reconfortantes”. Desagradables porque se “cometieron robos con violencia” aprovechando que las farmacias eran los únicos establecimientos abiertos, pero reconfortante porque pudieron “ayudar” a muchas personas, “incluso llevar medicación a las casas”.
Y por último, Yolanda González. Ella es repartidora de Correos. “Parecía una película, que no era donde vivíamos habitualmente. Veías las calles vacías y coches de militares. Era surrealista”, recuerda.
Yolanda lo vivió como “algo raro” pero a la vez “triste”. “Como mucho podía ver a las personas por la ventana. De hecho, muchos te daban las gracias, otros te aplaudían”, dice. “Es verdad que eso era algo que se agradece”, admite.
Sin embargo, las cartas no eran lo único que Yolanda llevaba consigo durante las jornadas de reparto; también el miedo. “Yo vivo en casa con mi marido y mis dos hijos, que además son pequeños. Me daba mucho miedo llegar a casa. Lo primero que hacía era lavar la ropa y ducharme rápidamente”, asegura.
“El día era una incertidumbre”, prosigue. “Todavía lo sigue siendo, pero claro, al principio tenía mucho miedo de volver a casa habiéndome contagiado y sin saberlo”, dice.
En esa misma línea se pronuncia Jesús Fernando. En su caso, vive con su madre, que además de ser una persona mayor, padece una enfermedad pulmonar que la hace ser una “persona de riesgo”. Por eso tuvo que tomar precauciones importantes. “Teníamos que comer en horarios distintos, y una vez que comíamos, lavábamos los platos por separado y dos veces”, recuerda. Actuaban “como
Por otro lado, todos coinciden en que el uso de las mascarillas tardó en imponerse en el día a día. Así lo describe Evaristo: “Las empezamos a usar cuando el ministro nos regaló las primeras mascarillas (en abril). Tuvimos que ir a Correos a por ellas. En ese momento, nos las empezamos a tomar en serio. Antes, realmente, nos pedían guantes y nos miraban la temperatura pero de la mascarilla no hablaba nadie”.
Lo mismo dice Mercedes, farmacéutica. Ella se sintió durante los primeros días un poco “defraudada”. “Nos estaban diciendo que había que tomar unas medidas, y que teníamos que decírselas a la población, que acabaron siendo después justo lo contrario”. Pone el ejemplo de las mascarillas, que al principio no eran obligatorias y se prioriza su uso a las personas sintomáticas.
estamos en el periodo BOBO de la HISTORIA DE LA HUMANIDAD donde todos fuimod ESTULTICIOS o idiocia o estupidez masiva.....no ha sido publicado....no es verdad
En serio creeis que esto a servido para algo, bueno si para que sigan los ricos mas ricos y los pobres mas pobres, y también ha servido para que los que dirigen este planeta, sepan que aún somos mas manejable de los que pensaban....
estamos en el periodo BOBO de la HISTORIA DE LA HUMANIDAD donde todos fuimod ESTULTICIOS o idiocia o estupidez masiva
estamos en el periodo BOBO de la HISTORIA DE LA HUMANIDAD donde todos fuimod ESTULTICIOS