El consumo habitual de ultraprocesados dispara el riesgo cardiovascular o de enfermedad mental según la mayor revisión de estudios

Etiquetado de alimentos y enfermedades en Colombia en ultraprocesados | Remberto Nieves, Shutterstock
Etiquetado de alimentos en Colombia en ultraprocesados | Remberto Nieves, Shutterstock
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Del blíster de salchichas a la bebida azucarada. De un bollo industrial al pan de molde refinado. Los alimentos ultraprocesados están en cada esquina del lineal de un supermercado. Su sabor y textura agradables y sus presentaciones económicas y de consumo rápido los han llevado a cada hogar del mundo. Y con ello, se han disparado los riesgos de distintas enfermedades, según venían sugiriendo distintos estudios. Ahora, Melissa Lane y Wolfgang Max, de la Universidad Deakin (Australia), se han dedicado a analizar 45 de esos trabajos previos, no financiados por la industria alimentaria, para evaluar cómo de malos son los ultraprocesados y cuánto de exageración podría haber en afirmaciones como que “nos conducen a muertes prematuras”.

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Las conclusiones, publicadas en BMJ, son claras: el consumo más o menos elevado de alimentos ultraprocesados se relaciona con más riesgo de hasta 32 enfermedades. Para algunas de ellas hay menos dudas que para otras. Así, por ejemplo, no hay duda alguna de que una mayor ingesta de comida ultraprocesada incrementa un 50% el riesgo de morir por enfermedad cardiovascular. En este caso, lo más probable es que sea por la presencia de gran cantidad relativa de sal, azúcar y grasa no saludable en los ultraprocesados, como se sugirió en otros dos estudios de 2021. Cada ultraprocesado que tomamos al día eleva el riesgo cardiovascular un 9%

También aumenta alrededor de un 50% del riesgo de ansiedad y un 12% el de diabetes tipo 2; en este último caso seguramente también por el contenido de azúcares libres, que alteran la resistencia a la insulina. De este modo, el daño al corazón y el sistema circulatorio, el riesgo de ansiedad o diabetes quedaría más que probado conforme a este metaanálisis. Pero hay otros escalones de evidencia, algo menos contundente, respecto a otras enfermedades relacionadas con los ultraprocesados.

El riesgo de depresión se desata cuando la dieta tiene un 30% de ultraprocesados

No es fácil hacer este tipo de estudios observacionales. Tampoco definir cuánto es mucho o poco en consumo de ultraprocesados. Según reconocen los autores, no se puede hablar de este tipo de alimentos en los mismos términos que el alcohol y tabaco, donde la evidencia es clara: no hay consumo mínimo seguro. Melissa Lane y Wolfgang Max han analizado estudios que tienen en cuenta el número de raciones o grado de presencia en la dieta de los ultraprocesados y otros que no, respecto a su vínculo con enfermedades.

Así, por ejemplo, un aumento del 10% en el consumo de alimentos ultraprocesados ​​se asocia con una incidencia un 12% mayor de diabetes tipo 2. Es decir, que se puede medir en cuanto a cambios en la dieta (comer más bollería, cereales procesados o bebidas azucaradas…), pero también según el peso que estos alimentos de baja calidad nutricional tenga en lo que cada día come una persona. Así, también llegan a la conclusión de que una dieta habitual que tiene un 30% de ultraprocesados se relaciona con un 22% de mayor riesgo de depresión.

Como explica Javier Sánchez-Perona (Instituto de la Grasa-CSIC) estos estudios plantean un enorme reto: la evidencia no siempre puede calificarse de muy contundente porque hay muchísimas variables y a las personas no se las puede someter a experimentos como cuando se hace un ensayo con un fármaco. Se trata de estudios observacionales y epidemiológicos. Y por eso los resultados se plantean con muchas cautelas y con “distintos grados de confianza”.

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Así, en un siguiente nivel que los autores consideran como “altamente sugerente“ (altamente probable) encuentran el riesgo de obesidad (+50%), muerte por cualquier causa (+21%) o el citado riesgo de depresión o problemas de sueño.

Ultraprocesados y enfermedades: Hacia un etiquetado más cercano al del tabaco, pero no la prohibición

No hay duda alguna de que el tabaco provoca o dispara el riesgo de múltiples cánceres. De ahí su contundente etiquetado y restricciones. Pero, como explica Sánchez-Perona en el SMC de España, la metodología de este estudio se basa en un sistema que no permite sacar grandes conclusiones. De hecho, respecto al cáncer, la evidencia que relaciona ultraprocesados y esta enfermedad tiende a ser débil. Esto contrasta con otros trabajos y los mecanismos inflamatorios que subyacen al consumo de estos alimentos, como explicaba en el pódcast Tampoco es el fin del mundo la nutricionista y bióloga molecular Emilia Gómez-Pardo.

La doctora apuntaba a Newtral.es que el organismo puede reaccionar a los ultraprocesados como inútiles o dañinos. En su receta, se combinan y someten a distintas temperaturas y fragmentaciones almidones, azúcares, grasas y aislados de proteínas modificados con colorantes, emulsionantes, espesantes y otros aditivos. Para la nutricionista, hay evidencias claras de su capacidad para producir inflamación, especialmente en ausencia de fibra. Y eso, derivar en enfermedades como los cánceres.

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Para Sánchez-Perona, “se ha sugerido que no se deben realizar recomendaciones en materia de nutrición con grados de evidencia baja y con calidades de estudios mediocres. Sin embargo, tal y como se expone en el artículo, en el caso de los alimentos ultraprocesados esto resulta extremadamente complejo”. Para el científico, “la evidencia existente es lo suficientemente robusta para sospechar que administrar este tipo de alimentos a personas en un ensayo clínico podría tener consecuencias nefastas para ellas”.

Por su parte, la doctora Maira Bes-Rastrollo, catedrática de Salud Pública de la Universidad de Navarra (IdiSNA y CIBERobn) cree que ya hay evidencia científica “convincente para poner en marcha medidas estructurales como impuestos a los alimentos ultraprocesados para poder abaratar los alimentos frescos”. Según analiza en el SMC de España, este es uno de los principales factores que influyen en los hábitos alimentarios de la población es el precio de los alimentos. “De lo contrario, la brecha social en salud aumentará sin remedio”.

Fuentes
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