La calle Argumosa (Lavapiés, Madrid) es lo más parecido a un paseo marítimo en una ciudad sin mar. Hay puestecitos, terrazas y edificios construidos en la orilla del asfalto. Es un punto de encuentro y también el lugar en el que sentarte a tomar algo y observar a la gente pasar. Es turístico, sí, pero también un vecindario. Anita tiene una tienda de ropa y vive en Argumosa. Es de las pocas que aún resiste en el número 11, de donde fue desahuciada el pasado verano Teresa Sarmiento. Un viernes de septiembre ambas se encuentran en esta calle. “Cariño, ¡cuánto tiempo! ¿Qué tal por Torrejón?”, le pregunta Anita. “Bien, bien, la casa está muy bien, pero allá me siento un poco sola”, le responde Teresa.
A sus 73 años y tras tres décadas residiendo en Lavapiés, Teresa dejó su piso un día antes del segundo intento de desahucio. Unos meses antes, el 31 de mayo, vecinos e integrantes de diferentes plataformas por el derecho a la vivienda consiguieron paralizar la orden. Le dieron una prórroga de un mes —hasta el 1 de julio— para abandonar la vivienda. El 30 de junio, 24 horas antes, Teresa Sarmiento pudo entrar en el piso tutelado que le consiguieron desde los servicios sociales de la Comunidad de Madrid.

Fernando Bardera, vecino de Lavapiés y portavoz de Bloques en Lucha, explica a Newtral.es que la administración “le consiguió un piso tutelado a Teresa” en Torrejón de Ardoz, a unos 30 kilómetros del centro de la capital. Bardera, que ha acompañado a esta pensionista en su proceso judicial, señala que “todo comenzó en 2018”: “Rescindió su contrato de renta antigua, que era de 355 euros al mes [ella cobra 450 euros de pensión], y le pidieron más de 1.000 euros mensuales. Teresa no podía pagar tal cantidad, así que se quedó en el piso y la propiedad la demandó. Esa primera demanda quedó desestimada por un error formal, pero volvieron a demandarla”.
De esa segunda demanda, pandemia mediante, surgió la orden de desahucio para el 31 de mayo de 2022, que la acción colectiva logró paralizar. “En el piso tutelado [para mayores con autonomía personal] solo pago los suministros. Vivo con otra mujer, Ángela, que tiene 81 años. Es muy agradable y estoy contenta porque ahora puedo dormir mejor, sin pensar en cuándo me van a desahuciar o si tendré que quedarme en la calle, pero me han expulsado de mi barrio”, explica Teresa Sarmiento a Newtral.es.
Teresa Sarmiento: un desahucio a los 73 años
Teresa Sarmiento llegó desde Valparaíso, en Chile, a finales de los 80, huyendo de la dictadura de Pinochet. Al poco tiempo se instaló en Argumosa 11 y en la calle paralela, en Sombrerería, conoció a Rosita, que acababa de abrir el Obrador de Rosi, de comida chilena (empanadas y repostería). “Yo también me había ido por la situación tan terrible que vivíamos en Chile”, cuenta Rosita a Newtral.es. “Fuimos de las primeritas en llegar, en seguida nos hicimos amigas”, añade.

Teresa Sarmiento vuelve cada semana a Lavapiés para visitar a sus seres queridos (amigas, vecinas, conocidas): “En Torrejón no tengo a nadie y el complejo de pisos tutelados está a las afueras. Tengo que agarrar un bus hasta la estación y luego el Cercanías. Menos mal que todavía puedo moverme, no sé qué haría si no pudiese venir de visita habitualmente. Esto me da la vida: no tengo familiares, es lo único que me queda”.
Se baja en Atocha, cruza por el Reina Sofía y sube hasta la fuente donde confluyen Argumosa y Doctor Fourquet. Ahí comienza su recorrido. Son apenas 300 metros: cinco minutos para alguien que va con prisa hacia el metro, horas para alguien que quiere saber cómo le va la vida a cada una de las personas que veía cada mañana antes del desahucio. La primera parada es el Achuri, “el bar en el que me invitaban a desayunar cada día”, afirma Teresa. Después se dirige hacia la peluquería Corta Cabeza. Marta, una de las socias, le dice: “Pásate en un ratito, que casi no habrá gente y te cortamos un poco el pelo”. “Sí, por favor, ¡sobre todo las patillas!”, responde ella.

Prosigue su recorrido cruzándose con Marisol y Mirna. Se abrazan, se dicen cuánto echan de menos las tardes tomando una cerveza y se tiran besos con la punta de los dedos al despedirse. Después se cruza con Francisco, que va en su silla de ruedas: su mujer murió hace no mucho y sus hijos se alternan para cuidarle. Le achucha y le da unos cuantos besos sonoros. Hace lo mismo cuando ve a Rafa en la puerta del Levadura Madre: “Este me daba todo el pan que le sobraba y luego lo repartíamos en el edificio”, cuenta Teresa señalándole.
Unos metros más adelante, un grito de sorpresa: “¡No te veía desde agosto por lo menos!”, dice Eduardo, uno de los camareros de La Buga del Lobo. “Cómo echo de menos conversar contigo”, añade. Y llegando casi a la plaza de Lavapiés, Teresa se asoma por la puerta de A Tola de Migitana, donde saluda a Encarni, costurera, y le pregunta por sus hijos. Luego le pide una chaqueta: “Tengo que venir a por la ropa que me tienes guardada de cuando me fui, pero ¿me darías algo de abrigo ahora? Qué fresco hace”.
“Todo el barrio se volcó con ella. Cada uno pone lo que puede. Nuestro compañero Iñaki empezó cortándole el pelo en su casa después de que le contara su situación —que la iban a desahuciar y que cobra tan poca pensión—. Siempre pasaba y nos saludaba, nos daba charleta cuando estábamos fuera fumando y cuando veíamos que necesitaba un corte, le hacíamos un hueco en la pelu”, cuenta Marta, de Corta Cabeza.
Andrea, otra de las peluqueras de este local, recuerda que le daba “mucha alegría” verla porque hablaban de su tierra natal: “Yo también soy de Chile, así que cuando tenía algún rato muerto hablábamos de Santiago y de Valparaíso. A veces me traía alguna empanada de las de Rosita. Cuando viene a Lavapiés, siempre pasa por aquí a ver qué tal estamos”, explica a Newtral.es.

Mirna, vecina de Lavapiés, reconoce que “es una pena que se esté yendo tanta gente”: “El tejido vecinal se resiente. Hay familias que llevaban aquí décadas. Es un barrio, no un lugar de paso como algunos quieren hacernos creer”, añade.
El barrio y el arraigo
La noche previa a la ejecución de la orden de desahucio, en mayo, Teresa Sarmiento apenas durmió. Cuatro años antes se había involucrado en la Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH Centro) tras ver un cartel en su portal que decía: “Lucha contra los desahucios”. “¡Era lo que me iba a pasar a mí! Pensé: ‘Tengo que hablar con estos jóvenes’. Fui a una asamblea y, desde entonces, he estado muy volcada, no solo por mí, sino por todas las familias”.
Fernando Bardera, de Bloques en Lucha, recuerda “las llamadas intentando tranquilizarla”: “Tenía miedo. La salud, física y mental, se va resintiendo poco a poco. Es verdad que ahora tiene un piso, pero el arraigo aquí es muy importante para su bienestar. Ya no es solo el tema de tener cerca a tu médico de siempre, sino que su implicación en las asambleas, salir y hablar con la gente o pasar la mañana con amigas era sus sostén”.
“Yo aquí soy muy querida”, dice mientras muestra una foto de las pasadas fiestas del barrio, las de San Lorenzo, que se celebran en agosto. “Mira, pusieron mi cara decorando las calles. Por eso cuando me preguntan de dónde soy, yo digo: ‘Mitad chilena, mitad de Lavapiés’. ¡Soy una chulapa sudaca!”, bromea.

“Todos tenemos una familia ‘postiza’, elegida. Pero cuando eres migrante, como Teresa Sarmiento, es más importante si cabe. Ha construido una vida durante 30 años y de repente se ve sin ella. No se puede seguir expulsando a la gente del barrio. A la gente que queda en Argumosa 11, como en otros edificios que son símbolos de resistencia, se les sigue desgastando moral y económicamente con diferentes estrategias para que dejen sus casas y poder hacer pisos turístico o alquilarlos por el triple”, explica Bardera.
“En el Cercanías de vuelta suelo llorar”, reconoce Teresa. “Es duro, me hubiese gustado quedarme en mi casa o haber podido irme a un barrio cerquita”, añade. Querría volverse, pero dice que no puede “por el maldito dinero”. “La pensión que tengo es tan poquita porque trabajé cuidando a mayores enfermos y muchas veces sin cotizar. Ahora pienso en quién me va a cuidar a mí cuando yo sea más viejita”.
Antes de salir de la peluquería, Andrea le dice: “Tienes nuestros móviles. Cualquier cosa, escríbenos y vamos a Torrejón si hace falta”. Parafraseando la famosa frase de la película Chavalas (Carol Rodríguez, 2021), donde le recuerdan a la protagonista que “la chica puede salir del barrio, pero el barrio no puede salir de la chica”, en el caso de Teresa Sarmiento, la vecina sale del barrio, pero el barrio no sale de la vecina.

Seguro que en este publirreportaje no le han hecho la foto en la plaza de los drogatas y borrachos, cerca de su antigua casa de alquiler.
Que hipócritas
Porque igual prefiere a esa gente que tiene más sensibilidad que a gente de fuera que se fija en todo y se creen los dueños de la calle.
Viví un mes en Lavapiés y es un sitio hermoso y acogedor. Lleno de historia y colorido. Allí estudiaron mis hijos en una gran institución, el cual fuimos recibidos con mucho cariño sin importar ser de otra nacionalidad. Espero que Doña Teresa pueda seguir visitando a sus vecinos o mejor aún pueda volver a su barrio de siempre.
Un triste historia para alguien que ha dado cosas buenas a este país. Ojalá las pensiones aumenten y las personas de la tercera edad en vez de preocuparse puedan disfrutar de sus años dorados. Merecen lo mejor. Es un honor y lujo llegar a esas edades.
No entiendo una sociedad que maltrata, como maltratamos, a personas mayores. Que estamos haciendo mal las personas, porque la sociedad esta compuesta de personas y no es un ente etereo al que muchos recurren para culpar de los males y así no culparse a uno mismo, para que Teresa, Francisco Rodriguez, etc... les amarguemos los pocos, o muchos, años que les quedan. Entiendo que la ley, sino se paga, hay que aplicarla pero esa misma ley , creada por personas, debería tener muy encuenta la situación de cada persona y no aplicarse sin sentimiento, porque ahi es donde estamos errando como sociedad, como personas, en estos casos.
Un excelente artículo que detalla con precisión y cariño el paseo de Teresa por su calle, y eso que todo el mundo de tu barrio te salude no todos lo pueden decir. Recordar que los jovenes de hoy, y los maduros, sereis los mayores de pasado mañana, podreis ser Teresa o cualquier otra persona mayor con recursos limitados.
No lo olvideis.
Gracias Fernando fuiste y seguirás siendo un apoyo para todas las personas que están en está situación tan lamentable.
Gracias por vuestra plataforma que nos han ayudado a tener un poquito de dignidad y ganas por la lucha de nuestros derechos,para seguir manteniendo un barrio vecinal y no en lo que se está convirtiendo, en una feria turística, de pisos turísticos, para llenar los bolsillos de los más ricos.
Pero gracias a vosotros de todas las plataformas antidesahucios, nos sentimos apoyados y protegidos por todos los que nos ayudan a seguir luchando.
Yo estoy infinitamente agradecida, a Fernando Bardera y a todos que nos dieron apoyo, en la lucha por Francisco Rodríguez (Paco el del F. M. Que lucharon por qué se quedara en su piso de toda la vida, que ahora se encuentra en una residencia cercana a nosotros, donde pueden ir y visitarle, en la Clle General Ricardo 177.
Pero esta en esta residencia gracias a vuestra ayuda.
Yo estoy infinitamente agradecida y les admiro por vuestro compromiso, que siendo tan jóvenes, estáis, muy comprometidos por la lucha de personas mayores y sin recursos, logísticos y humanos, siempre sin ánimo de lucro, luchas por los derechos humanos... ????????