Algoritma

Las tecnologías que nos trajeron hasta aquí no nos sirven contra la emergencia climática

Tecnologías contra la emergencia climática
La huella de carbono fue una campaña de desinformación | Foto: Maxim Tolchinskiy
Tiempo de lectura: 10 min

Cuando se celebró la última cumbre del clima en Glasgow el año pasado, cientos de líderes y empresarios acudieron en aviones privados. No está confirmado que fueran 400, como se dijo, pero al menos 118 lo hicieron, y emitieron unas 1.400 toneladas de dióxido de carbono a la atmósfera ese día, según cálculos de Forbes. En esas aeronaves se transportaron varios líderes y personalidades internacionales como los presidentes de Estados Unidos, Joe Biden, y de Reino Unido, Boris Johnson, el príncipe Alberto de Mónaco, el príncipe Carlos de Inglaterra, y los empresarios Jeff Bezos y Bill Gates.

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Aunque ya hay consenso en que la emergencia climática es el mayor problema actual de la humanidad, en la acción contra ella no parece que estemos del todo orientados. Los mitos que nos han traído hasta aquí no nos sirven para enfrentarnos a los desafíos que tenemos por delante, y las tecnologías innovadoras tampoco. 

Más bien al contrario, estamos viviendo una época en la que nos volvemos conscientes de la toxicidad de esos algoritmos que adorábamos hasta hace pocos años. Este es el mensaje de Marta Peirano en su libro Contra el futuro, recién publicado por la editorial Debate.

“Los sistemas de segmentación poblacional no son nuevos, pero unidos a la automatización y al acceso gratuito, no consentido, centralizado y no regulado a los datos de geolocalización de miles de millones de personas, son herramientas de control, manipulación y destrucción masiva”, dice Peirano en conversación con Newtral.es cuando le preguntamos por las tecnologías más nocivas que nos han hecho llegar a esta situación. “Nadie debería saber dónde están y qué hacen 3.000 millones de personas en todo momento. Mucho menos una empresa de marketing sin responsabilidades de servicio público”. 

Mitos que nos paralizan y una tecnología que nos salva

Fernando Valladares, doctor en Biología e investigador del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, está preocupado por “el tecnoptimismo, esa visión idealizada de la tecnología salvadora”. Dice que las tecnologías tipo geoingenierías y las relacionadas con la captura de CO2 son áreas de innovación, pero no son las adecuadas para hacer frente a la emergencia climática. 

Los relatos que la civilización se ha contado a sí misma son determinantes en nuestra manera colectiva de ver el mundo. Esto es así incluso en los conceptos centrales de la ciencia, la ética y la filosofía, como explica el psiquiatra Carl Jung, y recoge Peirano en el primer apartado de su libro. 

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“La historia más vieja y repetida de la historia es la de un desastre medioambiental y una tecnología que nos salva. Sabiendo eso parece natural que abracemos esa idea cuando estamos en crisis”, señala. Pero para ella, el de las tecnologías contra la emergencia climática es un mito que nos paraliza, porque “en el arca solo caben Noé y los suyos, igual que en el cohete solo caben [Jeff] Bezos y los suyos”, dice haciendo referencia a los planes espaciales del multimillonario fundador de Amazon.

“Necesitamos abrazar mitos que nos impulsen a la acción en el lugar en el que estamos, con las personas con las que compartimos el aire, el agua y todo lo demás. Necesitamos ser una sociedad civil, no los usuarios de un conjunto de servicios”.

Huella de carbono: una campaña de desinformación viral 

La famosa huella de carbono, esa medida del impacto medioambiental que origina un solo individuo en su vida cotidiana, es algo que entiende todo el mundo, porque fue una exitosa narrativa pagada por la British Petroleum para ser viral. La campaña, ejecutada por Ogilvy & Mather, introdujo este concepto, que quitaba protagonismo a la petrolera y distribuía las culpas entre toda la población. 

La desinformación es un fenómeno antiguo, pero hoy funciona como un arma masiva. Se ve impulsada por tecnologías que la potencian y que explotan las características psicológicas y las necesidades sociales del ser humano. “La tecnología permite acceder de forma instantánea y opaca a miles de millones de personas de golpe y decirle a cada una cosas distintas sin que nadie lo sepa”, dice Peirano. Para explicarlo, pone un ejemplo: “La imposibilidad de fiscalizar los contenidos que llegan a través de Telegram en las campañas políticas se ha convertido en un problema, no solamente para la democracia, sino también para la salud mental y física de la población”. 

¿Podemos combatir la desinformación con tecnología? Peirano no lo cree. “La solución no es técnica, porque refleja una crisis de las instituciones, que han dejado de cumplir sus responsabilidades. Refleja la inestabilidad y el desconcierto de una ciudadanía que ya no sabe en quién confiar. Necesitamos un estándar de transparencia y buenas prácticas que favorezca la honestidad y la responsabilidad tanto de las administraciones cómo de las empresas. Y no debería ser voluntario”. 

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No es cambio, es emergencia climática

Cada año que pasa confirma que el planeta no deja de calentarse a un ritmo que nunca antes había conocido. Ocho de los 10 años más cálidos de nuestro planeta se produjeron en la última década, según análisis de varias organizaciones (NASA, Administración Nacional Oceánica y Atmosférica –NOAA–, y Berkeley Earth). Lo que está calentando al planeta es resultado de actividades humanas, que expulsan gases de efecto invernadero a la atmósfera. La concentración de CO2 en la atmósfera ha batido un nuevo récord en 2021, según el Organismo Nacional de Administración Oceánica y Atmosférica, y el mes de julio ha sido el más caluroso en 142 años, a pesar de la pandemia. 

Entre las opciones para detener esta situación, está evidentemente reducir o parar el consumo de combustibles fósiles, que suponen el 84% de nuestras fuentes de energía. Y la solución tiene que ser urgente, porque en lo climático estamos ante una emergencia. Para Valladares, “las únicas tecnologías útiles para algo tan urgente como el cambio climático son las que existen, las que están a mano y las que se pueden implementar a gran escala en uno o dos años”. 

Estas son las energías renovables, (“imperfectas e insuficientes, pero clave para la transición hacia una nueva economía”), las relacionadas con el aumento de la eficiencia energética y la electrificación de la energía, según el investigador. Pero las demás (como por ejemplo, el hidrógeno verde, o la nuclear de fusión) no están desarrolladas en la medida en que puedan ayudarnos contra este desastre. “Cuando estén, bienvenidas, de momento, no hacer planes con ellas ni soñar ni detraer un minuto de tiempo que pueda emplearse en lo que sí funciona. El cambio climático no espera”, urge Valladares.

La captura del dióxido de carbono: una ‘no-solución’ 

El Acuerdo de París, el pacto internacional que guía la lucha contra el cambio climático, marcó como objetivo que el aumento medio de la temperatura del planeta en 2100 se quede por debajo de los dos grados, y dejarlo en 1,5 grados, en la medida de lo posible. Para ello estableció que se tendrá que alcanzar «un equilibrio entre las emisiones antropógenas» y «la absorción» de los gases de efecto invernadero en la segunda mitad del siglo. De esta manera abrió la puerta a las llamadas “tecnologías de emisión negativas” como herramienta para poder alcanzar los objetivos de París.

Estas tecnologías contra la emergencia climática, que básicamente son la captura y almacenamiento del carbono, son las que más se mencionan por parte de muchas empresas como parte de su responsabilidad hacia el planeta.

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La captura o secuestro del CO2  (CAC o CCS, por sus nombres en inglés) consiste en retirar el dióxido de carbono de la atmósfera, o impedir que llegue a ella en cuanto se forma. Hay distintas técnicas, pero sobre todo se trata de separar el CO2 emitido por la industria y la generación de energía y transportarlo a un lugar de almacenamiento geológico para aislarlo de la atmósfera a largo plazo. 

A pesar de lo bonito que suena, no parece estar funcionando, o al menos no en la escala que necesitamos, según los expertos. Un informe del Comité Científico Asesor de las Academias Europeas (Easac) ha advertido sobre el riesgo de pensar que la tecnología puede salvarnos del desastre climático y, según Valladares, en general en la comunidad científica se comparte el escepticismo. 

El investigador dice que los resultados de estas tecnologías están siendo muy pobres. “Requieren energía; y la captura y almacenamiento no son muy estables. A corto plazo el margen de que sean útiles en la lucha contra el cambio climático es muy pequeño. Por eso, la opción pasa por reducir emisiones, no por secuestrarlas de la atmósfera una vez realizadas”, señala. 

Tecnologías contra la emergencia climática y soluciones conocidas

Los cientos de aviones privados llegando a la última cumbre del clima en Glasgow han sido la imagen de lo primero que hay que cambiar, empezando por los comportamientos de los líderes mundiales. Reducir emisiones implica, más que insistir en nuevas tecnologías contra la emergencia climática, en cambiar los hábitos de consumo. Según Peirano, estos son los medios técnicos que tenemos no solo ante la emergencia climática sino también ante el gran problema alimenticio y energético mundial.  “Hay soluciones conocidas. La más productiva sería cambiar de dieta: la industria agroganadera es la más contaminante, la que más recursos consume y la que más muertes causa, principalmente porque es muy ineficiente”, explica. 

Cambiar los hábitos de grandes masas de población puede ser muy difícil, ¿es realista apostar por esto? Valladares asiente: lo es “mucho más que hacer planes con tecnologías que no existen o que no funcionan bien, o que no se pueden implementar a escala global”, zanja. 

Peirano indica que la industria agroganadera también es de lejos la fuente principal de deforestación. “Buscamos tecnologías de secuestro y captura de CO2, pero seguimos talando las únicas que realmente funcionan. Finalmente, las ciudades son máquinas de contaminar y consumir cuando podrían ofrecer soluciones implicando de forma activa a las comunidades de vecinos”, dice, y pone como ejemplo su ciudad. 

“Ahora mismo en Madrid es imposible conseguir una ayuda para instalar aerotermia [una tecnología limpia que extrae energía ambiental del aire], cuando se han destinado fondos europeos para hacerlo, pero la opción ‘sensata’ sigue siendo el gas natural. Un gobierno sensato financiaría esas instalaciones y pondría una moratoria para el gas y el aire acondicionado, antes de que arda la ciudad”.

Fuentes

1 Comentarios

  • Si hay alternativas a la utilizacion de combustibles fosiles hay que emplearlas aunque no supongan la eliminacion total de estos.
    Debe haber compromiso explicito de reduction progresivo y complementario a la utilizacion de las medidas realizables compensatorias.
    También tiene que haber inversion en technologies que supongan un uso de recursos fosiles viable medioambientalmente por las partes interesadas.