Nutri-score, el semáforo nutricional que penaliza al aceite de oliva

qué es nutri-score
Frasco de aceite de oliva | Dusan Zidar/Shutterstock
Tiempo de lectura: 11 min

Desde que comenzase el etiquetado frontal de alimentos con Nutri-score en España, en noviembre de 2018, el sistema ha levantado varias polémicas al etiquetar, entre otros, refrescos sin azúcar con una B o productos como el aceite de oliva con una D. Algunos mensajes en redes sociales critican esta situación y responsabilizan al ministro de Consumo, Alberto Garzón.

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Sin embargo, las calificaciones de Nutri-score no dependen del ministerio, aunque sí su aplicación y su regulación. Garzón se ha pronunciado, precisamente, al respecto del etiquetado del aceite de oliva, anunciando que la intención del ministerio es que quede fuera de este sistema una vez se implante este sistema de manera definitiva en España.

https://twitter.com/consumogob/status/1358721297946210309

Qué es y cómo funciona Nutri-score

Nutri-score es un sistema de etiquetado frontal de alimentos que informa de la calidad nutricional de los productos de alimentación funcionando como un semáforo nutricional, indicando, mediante letras y colores la calidad nutricional del alimento, partiendo de una A verde si esta es muy buena, a una E roja si es escasa.

Hay muchos tipos de modelos FOPL (del inglés Front-Of-Pack-Labelling) y su presencia en los productos alimentarios no es obligatoria por ahora, pero la Unión Europea comenzó a recomendar su uso en 2011 para facilitar a los consumidores la comprensión de la información alimentaria de los productos. 

Nutri-score fue elaborado por la Agencia Nacional de salud pública de Francia para cumplir con la Ley de modernización del sistema de sanidad francés, que contemplaba la creación de un etiquetado que facilitase la comprensión de la información nutricional de los alimentos.

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Bélgica, Holanda o Alemania decidieron implementarlo también, así como España. El Ministerio de Sanidad se sumó a esta iniciativa en noviembre de 2018, dejando a las empresas del sector de la alimentación la voluntariedad en el etiquetado hasta que se produjese su implantación definitiva en nuestro país.

A priori, su funcionamiento parece sencillo y muy visual. El sistema de etiquetado funciona mediante un algoritmo, definido por un comité científico bajo criterios de salud pública. “Lo que hace es calificar los alimentos con puntos positivos o negativos en virtud de los nutrientes que tenga”, explica a Newtral.es Beatriz Robles, dietista, nutricionista y tecnóloga de alimentos.

“Califica negativamente la energía, la presencia de grasas saturadas, de azúcares y de sal. Y luego califica positivamente la presencia de frutas, verduras, legumbres, frutos secos y algunos aceites, la fibra y las proteínas”, describe la divulgadora. “De ese compendio sale una nota final que se corresponde con la nota y el color”.

Según sus autores, esta clasificación permite a los consumidores “comparar rápidamente la calidad nutricional de los productos en el momento de la compra” tanto en alimentos pertenecientes a categorías diferentes como en alimentos de la misma familia.

En declaraciones recogidas por Europa Press, la médico y nutricionista Pilar Galán, miembro del equipo que diseñó y desarrolló el sistema de etiquetado explica que Nutri-score incita a la industria a “mejorar la calidad nutricional de los alimentos que fabrica ofreciéndoles la oportunidad, por el sistema propuesto, de valorizar sus esfuerzos en términos de reformulación”.

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El problema del aceite de oliva

El sistema de puntuación por el que se rige el algoritmo con el que funciona Nutri-score no ha sido siempre el mismo. Por ejemplo, cuando el Ministerio de Sanidad anunció este sistema en 2018, aseguró que se implantaría “en alimentos compuestos por más de un ingrediente. Por ello no es aplicable ni al aceite, la leche, la miel o los huevos, por ejemplo”.

Sin embargo, el sistema de etiquetado se acabó aplicando a estos productos y el aceite de oliva obtuvo una D roja “por su contenido en calorías, grasas totales y grasas saturadas”, como explican desde el blog de Nutri-score, donde indican que corrigieron dicha anomalía y el aceite de oliva pasó a tener una clasificación C.

“Al calificar los alimentos basándose en sus nutrientes y no en el alimento en su conjunto o en la calidad de esos nutrientes, tenemos un problema”, comenta la experta en nutrición, Beatriz Robles. “Lógicamente el aceite de oliva, aunque sea virgen extra, va a tener una mala puntuación respecto a la energía o las grasas porque aporta muchas. Un aprobado raspado en un alimento como el aceite de oliva no se corresponde para nada con la realidad nutricional de ese alimento”.

En su concepción inicial, Nutri-score iba a ser un sistema que permitiese comparar el etiquetado entre productos de diferente familia, pero dicho criterio “cambió tras la aparición de alimentos como las sardinas en aceite de oliva con mala calificación respecto a alimentos ultraprocesados que tenían buena nota”, explica Robles. “Ahora solo pueden compararse productos de la misma categoría o sustitutivos unos de otros. Es decir, no puedes comparar unos cereales con unas sardinas”.

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La experta critica este sistema porque considera que “a medida que se van produciendo errores graves, se van realizando excepciones. Es como el caso del aceite de oliva. Como tenía una D, corrigieron el algoritmo. Pasó a tener una C, y como sigue estando mal calificado, entonces se propone sacar este producto del sistema. Si se van acumulando excepciones es que el sistema no es válido, no es un sistema universal”.

El profesor de nutrición y dietética en la Universidad de San Jorge, Juan Revenga se muestra de acuerdo con Robles: “Los bandazos que han dado sus creadores han sido importantes”. Revenga se pregunta por qué no hay ningún aceite con calificación A si ahora los aceites solo deben compararse entre ellos. “¿Por qué lo máximo a lo que puede aspirar un aceite es a la letra C? Como no lo han podido arreglar, han dado otro bandazo más: se saca de Nutri-score”.

Es posible obtener una buena calificación sin mejorar la calidad del producto

A pesar de que, por ahora, el etiquetado es voluntario, las empresas lo están incorporando a sus productos aunque la calificación no sea buena. “Muchas empresas no tienen ninguna motivación en ponerlo, pero si el resto de empresas si lo está poniendo, se crea una diferenciación”, aclara Robles. “Pasa también con la exportación de productos. Si una empresa no lo utiliza, quizá tiene una desventaja competitiva”.

La experta incide en la poca utilidad que tiene para ella este semáforo nutricional explicando que algunas empresas reformulan sus productos para obtener una mejor calificación en Nutri-score sin recurrir a una mejora en la calidad.

La explicación a este “truco” se encuentra en el algoritmo del sistema. “No se puede reformular el aceite de oliva, pero los alimentos procesados y, sobre todo, los ultraprocesados pueden modificar su receta rebajando su cantidad de azúcar, añadiendo nutrientes ricos en fibra, de manera que la puntuación sea positiva”, describe Robles.

Para el nutricionista Juan Revenga esta posibilidad de “disfrazar cosas negativas como positivas” es “uno de los dos grandes problemas” que acumula Nutri-Score. El otro es que el sistema “aplica un mismo algoritmo a todos los productos, y eso no es lógico”.

Producto de alimentación con la etiqueta Nutri-score | Hadrian/Shutterstock

El experto de la Universidad de San Jorge explica que la Organización Mundial de la Salud (OMS) establece 17 categorías de alimentos y distintos puntos de corte para cada una de ellas. “No es lo mismo comparar la calidad nutricional de aceites vegetales con la de pizzas congeladas. Tener en cuenta la cantidad de grasas saturadas en los refrescos es ridículo”, opina.

Las alternativas que España podría adoptar

Para Juan Revenga, Nutri-score es una herramienta cuya idea “era muy buena sobre el papel, pero sobre la marcha es un despropósito”. La experta en nutrición, Beatriz Robles está de acuerdo en que “si necesitamos un sistema de instrucciones para interpretar Nutri-score, el sistema es fallido. No es intuitivo, no podemos utilizarlo para hacer elecciones correctas que nos permitan mejorar nuestra alimentación”.

Revenga menciona otros sistemas de etiquetado que podrían ser más útiles que Nutri-score, si el Ministerio de Consumo decidiera adoptarlos. “Me gusta el etiquetado chileno, ya que señala con un sello aquellos elementos que están fuera de rango desde el punto de vista de la salud, ya sean las grasas, la energía, la sal o el azúcar. Y eso es imposible de disfrazar”.

El experto señala que, en caso de recibir una etiqueta negativa, el producto “no puede incluir ningún reclamo en su publicidad o en su packaging dirigido a los niños”. El otro sistema que destaca es el Healthy Choices made easy, desarrollado por Suecia y al que, posteriormente, se adhirieron Noruega, Dinamarca e Islandia.

Este sistema “establece las categorías de alimentos y para, cada una de ellas, unas variables críticas (azúcar, grasas saturadas, sal) a las que aplica un punto de corte”, explica Revenga. Los productos que cumplen con estas condiciones se marcan con una cerradura sobre fondo verde.

Yuka, la aplicación que utiliza Nutri-score para advertir del impacto en la salud de un producto

Revenga se lamenta que este tipo de sistemas tengan que existir porque “al consumidor le falta muchísima formación. Sabiendo a qué categoría de producto nos enfrentamos y sabiendo interpretar su información nutricional, sería más que suficiente”, valora.

Precisamente, con el objetivo de orientar al consumidor aterrizó en nuestro país la aplicación Yuka en 2019 procedente de Francia. Esta app califica de 0 a 100 lo positivo o negativo que, presuntamente, es cualquier producto alimenticio (o de belleza) para nuestra salud. El 60% de esta nota procede de Nutri-score.

Sin embargo, el otro 40% no obedece a criterios científicos, ya que se premia con un 10% a aquellos productos que cumplen con la normativa ECO, mientras que el otro 30% refleja si tiene aditivos, penalizando el producto si es así.

“Si los aditivos están autorizados en la Unión Europea es porque son seguros”, explica Beatriz Robles. Sin embargo, la aplicación los califica como ‘de riesgo’ redirigiendo a estudios que, supuestamente, prueban ese peligro. Según Robles, estas aplicaciones están generando “quimiofobia” en los consumidores. “La mayoría de estos estudios se han hecho en ratones o en líneas celulares con dosis que nunca, en tu vida, podrías consumir”.

La experta en nutrición considera que “hay cierta arbitrariedad en el modo en el que este tipo de aplicaciones califican los productos. Con la de Carlos Ríos (MyRealFood) pasa más o menos lo mismo, porque los califica como controvertidos o seguros y dice basarse en lo que dice la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA, por sus siglas en inglés). Pero la EFSA en ningún caso califica un aditivo como controvertido. En ese caso directamente no lo autoriza”.

La experta no es partidaria de las aplicaciones para escanear alimentos, pero reconoce que El coco es la que más le gusta porque “no se centra en aditivos y califica en función del grado de procesamiento del alimento, como MyRealFood. Además utiliza los sellos chilenos y los perfiles nutricionales de la OMS, que establecen 17 categorías de alimentos. Es decir, que si tu producto está en la categoría de refrescos azucarados, por mucho que se reformule, va a seguir apareciendo como negativo”.

Fuentes

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