Santiago Domínguez: “Muchos problemas en ámbitos como la química pueden resolverse con software”

Parte del equipo de Mestrelab en sus puestos
Parte del equipo de Mestrelab en sus puestos
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En las grandes farmacéuticas, en los gigantes del sector biotecnológico y en las universidades top del mundo la ventana del software que vende Mestrelab es paisaje cotidiano, como el Office o el Google Docs para muchos de nosotros.

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La NASA, la Agencia de Alimentos y Medicamentos de los Estados Unidos (FDA), la policía forense alemana (Bundeskriminalamt) o el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) están entre las organizaciones que lo utilizan, además de las empresas que producen vacunas contra la COVID-19, como Pfizer, BioNTech, AstraZeneca y Moderna Therapeutics.

Esta startup gallega que empezó con 3.000 euros y tres empleados en 2004, hoy es líder en el sector del software científico y vende a 75 países. Ha cerrado 2020 con una facturación de 6,5 millones de euros, un beneficio neto de 1,4 millones y prevé facturar 7,97 millones este año. 

Parte del secreto de su éxito es que venden algo muy particular, que nació con la tesis de Carlos Cobas, uno de sus fundadores, ante el Departamento de Química Orgánica de la Universidad de Santiago de Compostela. Este químico planteaba un proyecto para solucionar un problema que tenían en su laboratorio: había muchos instrumentos de resonancia magnética nuclear de fabricantes diferentes y ningún software podía procesar los datos que producían. Las iniciales de ese software MRC, se transformaron mediante un juego de palabras en MestreC y luego en Mestrelab. Mestre en gallego es maestro. 

Se especializan en leer, procesar y analizar datos que salen de instrumentación de laboratorio. Una de las principales formas de trabajar en un laboratorio es utilizar instrumentos para hacer mediciones, por ejemplo para confirmar que una investigación va en la dirección en que el investigador quiere. 

Algunos lo llaman software científico, biotech, o biotecnología, pero es más correcto llamar software que se aplica en el ámbito científico o “tecnología de la información y la comunicación (TIC) aplicado a las Ciencias de la Vida” a lo que hacen. 

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Mnova, software de Mestrelab que utilizan las grandes farmacéuticas
Mnova, software de Mestrelab en una tablet

Cada vez que se hace un experimento con un aparato en un laboratorio se generan unos datos que no son entendibles por el ser humano. A bajo nivel lo que se ve tiene forma de ceros y unos; y a medio nivel genera distintos tipos de datos matemáticos, que son medidas de intensidades, de flujos eléctricos, de campos magnéticos, entre otros. Este programa coge esa información y la procesa para mostrársela al ser humano como algo entendible. 

Las máquinas que se utilizan ya traen un software incorporado pero el de Mestrelab va más allá. Si un químico usa seis técnicas de laboratorio, cada una con tres fabricantes distintos, para utilizar el software de esos dispositivos tendría que aprender a usar 18 programas, y no podría comparar datos entre ellos.

Mestrelab crea un entorno común que elimina esa variedad de lenguajes, para que el científico pueda analizar los datos de todo tipo de instrumentos y todo tipo de técnicas. Es como la piedra Rosetta del laboratorio. Así lo define Santiago Domínguez, su CEO y uno de los tres fundadores, con quien hablamos vía videollamada desde Reino Unido. 

Santiago Domínguez, CEO de Mestrelab
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P: ¿Estáis fijando un standard? 

Para los instrumentos de laboratorio no hay estándares. Hay intentos de desarrollarlos pero hasta ahora no habido ningún formato de datos que realmente haya tenido éxito como tal. Yo diría que nos estamos convirtiendo en un estándar de facto en la industria. Lo que pasa es que tú no quieres que un estándar pertenezca a una empresa privada. Es como decir que el formato de Microsoft Word es un estándar del procesador de texto, no, no lo es. Pero de facto, lo es. Porque la gente lo usa, y las otras aplicaciones como LibreOffice le dan soporte, entonces de facto, lo es.

P: Me he preguntado cómo se parte de una tesis sobre Química Orgánica para llegar a una solución que está en el software, y luego he visto que Carlos Cobas, además de ser químico, programa desde los 14 años. ¿Crees que falta una mentalidad de entender la tecnología para llevarla a distintos campos? 

Yo creo que la ciencia es cada día más multidisciplinar. Se basa más en la colaboración, hay equipos más amplios con más disciplinas distintas, y es porque hoy en día es muy raro que un problema científico se pueda resolver con una única técnica. Al final la biología cada vez es más matemática. Si no tienes matemática procesada de big data es muy difícil dar pasos en biología, por ejemplo, porque la cantidad de datos es ingente.

La estadística es crítica en la medicina y muchos problemas en ámbitos como la química pueden resolverse con software. En Física hoy en día es lo mismo, se hace muchísima simulación, o modelado que al final es software aplicado al análisis de problemas físicos o químicos. Cada vez la comunidad científica lo entiende más pero esos perfiles, de químico que programa por ejemplo, son raros.

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P: Hablas mucho del equipo que tenéis, ¿qué formación tienen y qué perfiles profesionales son más demandados? 

Para nosotros específicamente es complicado contratar gente que venga aprendida en nuestra técnica, nos interesa gente que programe pero que idealmente tengan también un componente de ciencias, porque les permite entender más el problema.

«Somos un equipo jerárquicamente muy plano, creo que ahí está el quid de la cuestión»

Tenemos una combinación de físicos, matemáticos y químicos. Muchos físicos, porque los físicos programan pero también entienden la química y la física, que es a lo que realmente aplicamos nuestra tecnología; y matemáticos, y luego gente del ámbito específico. Tenemos algún ingeniero de software pero menos porque a lo mejor viene con menos formación en los ámbitos de aplicación. Nuestro mundo ideal sería un químico que programe. 

P: ¿Existen? 

Existen pero hay pocos, tenemos algunos, 3 o 4, de 50. Contratamos físicos que programan y les enseñamos más química. Tenemos que hacer mucha formación informal dentro de la empresa. Hay una curva de aprendizaje bastante significativa. 

Parte del equipo de Mestrelab

P: Vosotros desde 2004 ya lleváis varios años, ¿cómo se siente que te sigan llamando startup? 

Ser startup para mí no depende de cuándo empiezas sino de la filosofía de la empresa. Lo que define a una startup para mí es la manera de trabajar, que es flexibilidad, rapidez, experimentación. Somos un entorno muy experimental en el que estamos muy dispuestos a probar muchas cosas y a fallar rápido, y eso para mí es lo que define la diferencia entre startup y corporates.

Y para nosotros es muy importante mantener esa filosofía. Si llegásemos a 10.000 empleados yo quisiera que sea con una forma de trabajo y filosofía startup, porque creo que es mucho más eficiente. 

P: ¿Cómo hacéis para escalar? Me meto a vuestro Youtube y veo que el propio CEO está dando un curso de formación ¿Cuál es vuestro truco? 

El CEO tiene que trabajar mucho (ríe). Nosotros somos un equipo jerárquicamente muy plano, creo que ahí está el quid de la cuestión, la mentalidad es que cualquiera aporta en el momento que es necesario. Tenemos pocos cargos y no nos fijamos en ellos. Es un entorno muy colaborativo. Creo que todavía tenemos en común la forma en que se trabajaba en el entorno académico investigador, e intentamos mantenerlo. Jerarquías planas muy colaborativas. 

P: En la web ofrecéis productos para gobiernos, ¿cómo trabajáis con administraciones del estado? 

Son los mismos productos, para desarrollos en Ciencias de la Vida, sobre todo, en los que se hace mucha investigación en laboratorios gubernamentales, por ejemplo, el CSIC (Consejo Superior de Investigaciones Científicas), la NASA, la polícía forense alemana, la FDA (la Administración de Medicamentos y Alimentos de EE.UU), el NIH (National Institute of Health, institución gubernamental federal que gestiona la investigación química y bioquímica en EEUU). Tenemos clientes en varios países. 

P: Has dicho que en España “se sigue prefiriendo invertir en un hotel que en una biotech”, ¿qué falta para que eso cambie? 

Falta educación, o comprensión. Falta que el capital entienda estas nuevas tecnologías. Al final es lógico, cada uno invierte en lo que entiende. Si miras el caso Silicon Valley o la industria biotech en Massachusetts, es un círculo virtuoso, porque hay gente que ha ganado mucho dinero en las nuevas tecnologías, como consecuencia las entiende porque ellos tuvieron negocios ahí, y reinvierten en eso porque entienden el valor.

«Si no tenemos inversión privada siempre vamos a ser una silla con dos patas»

¿Qué tenemos en España? Dinero que ha sido generado en negocios tradicionales y por tanto entiende esos negocios tradicionales. Las oportunidades en estas nuevas tecnologías son muchísimo más grandes, y ahí estamos perdiendo, tanto inversores como empresas. Las empresas porque no tenemos capital para desarrollarnos más rápido; los inversores, porque pierden la oportunidad de hacer crecer su capital.

Se haría una diferencia increíble en España si las grandes fortunas empezaran a poner un porcentaje pequeñito de su capital en estos entornos, y una vez que inviertes, entiendes, porque estás metido en el proceso. Y también hace falta un ecosistema más desarrollado, por ejemplo de fondos especializados. 

P: En relación a eso, están por llegar fondos públicos de la UE de los que una gran parte se va a destinar a digitalización, ¿crees que se van a aprovechar? 

Yo creo que sí, por lo menos mi experiencia que es el ecosistema gallego, en España se aprovechan bastante bien estos fondos. Creo que hay proyectos de sobra para aprovecharlos y creo que tenemos que ser muy estratégicos en cómo los utilizamos como sociedad. Es una gran oportunidad, estamos en un momento muy crítico desde el punto de vista que el paradigma de muchas industrias está cambiando completamente cómo se trabaja. Está cambiando en direcciones que vienen apoyadas por la automatización, la robotización, la inteligencia artificial, la ciencia de datos.

Es una oportunidad porque a lo mejor íbamos por detrás en otras industrias ya establecidas, pero aquí está todavía la tarta por repartir. Si utilizamos bien esos fondos pueden ayudarnos a asegurarnos una posición en estas nuevas industrias. Lo que pasa es que los fondos públicos no son suficientes, al final. Para mí los fondos públicos tienen una función que es la de apoyar, apoyar a la inversión privada, pero no financiar toda la trayectoria de financiación de una tecnológica. Los fondos públicos deberían ser hasta mayoritarios en el momento inicial del salto de academia a industria, pero a partir de ahí, función de apoyo del capital privado. Si no tenemos inversión privada siempre vamos a ser una silla con dos patas. Tendremos la pata emprendimiento, la pata capital público pero nos falta la tercera para ser una banqueta. 

Software, farmacéuticas y Mestrelab: Próximos proyectos

Domínguez pone por ejemplo el próximo proyecto de Mestrelab, aclarando que en su caso ya no es un problema la inversión privada porque la empresa se encuentra en un momento en que puede financiar su parte. Se trata de un centro de investigación en Galicia tres veces mayor al actual, que generará 150 puestos de trabajo de alta calidad en Santiago de Compostela. El proyecto, que está preparado a falta de definición, implica que de sus 6,5 millones de euros en facturación, podrían pasar a 30-40 millones en 6 años, según Domínguez, con un impacto muchísimo más grande en la economía gallega por los productos y la tecnología que generará.