El Ayuntamiento de Madrid ha aprobado una propuesta de Vox que obliga a informar a las mujeres que quieran abortar del llamado “síndrome post aborto”, que en realidad no tiene evidencia científica sólida y no está incluido en ningún manual diagnóstico.
- Como expone la psicóloga Raquel Gómez, especializada en derechos reproductivos, este concepto “no tiene ningún tipo de validez científica, ni desde la médica ni desde la psicológica”, pues “los manuales como el CIE-11, o el DSM V, que sirven para clasificar los trastornos de salud mental, no recogen dicho ‘síndrome’”.
El texto aprobado señala que el “síndrome post aborto” aglutinaría sintomatología depresiva y ansiosa, pero también alteraciones del sueño y de la conducta (como consumo de alcohol y drogas o “salir sin parar”). También lo relaciona directamente con la ideación suicida, la esterilidad, la pérdida de placer sexual, los abortos de repetición e incluso el cáncer. Su aplicación supone transmitir esta información “de manera verbal y escrita” a las mujeres que requieran un aborto o que deseen informarse acerca de la interrupción. E implicaría, principalmente, a trabajadores de los centros de Madrid Salud.
La cuestión es que este llamado “síndrome” no es un síndrome como tal: no solo no está reconocido en manuales oficiales, sino que las publicaciones científicas que lo avalan han sido ampliamente cuestionadas. Además, hay muchas otras publicaciones científicas, de mayor solidez, que desmienten que abortar conlleve problemas de salud mental o desarrollar esterilidad o cáncer.
Por qué los estudios sobre el “síndrome post aborto” no son fiables
Este artículo científico de la Harvard Review of Psychiatry (2009) hace una revisión de las publicaciones sobre el llamado “síndrome post aborto”, concluyendo que estos están “marcados por problemas metodológicos” —mala selección de la muestra y del grupo de comparación, errores de interpretación, atribución errónea de efectos causales o mal diseño experimental—.
Los investigadores señalan que revisando otros estudios relevantes sin estos errores metodológicos vieron que el mayor predictor de una mala salud mental tras un aborto es, en realidad, la existencia de problemas de salud mental preexistentes. Y que estos, a su vez, “están fuertemente asociados con la exposición a abusos sexuales y a la violencia en pareja”.
- El estudio cita varias revisiones de la literatura científica sobre las supuestas secuelas psicológicas del aborto, incluido un metaanálisis (aquí, aquí y aquí). La conclusión alcanzada ya en los 90 es la misma: los síntomas adversos clínicamente significativos ocurren en una minoría de mujeres y, cuando ocurren, su predictor más fuerte es una salud mental deteriorada antes del aborto.
Precisamente esto es lo que explica la psicóloga Raquel Gómez, de la Asociación de Derechos Sexuales y Reproductivos, que lleva acompañando a mujeres en el proceso del aborto más de 25 años: “Vemos que el aborto puede ser un catalizador de emociones que ya estaban ahí previamente y que quizá no se habían siquiera identificado. Y esto es porque con el aborto las mujeres se permiten expresar que están mal porque socialmente se acepta la idea de ‘estoy mal porque he abortado’, es algo que cuadra con la idea de que abortar es negativo. Entonces, hay mujeres para las que va a ser más fácil expresar un malestar psicológico en ese momento, pero cuando les ayudas a ordenar el relato ven que esto ya estaba ahí y estaban pasando cosas”.
Uno de los estudios más robustos sobre la relación entre aborto y salud mental es este publicado en la revista JAMA Psychiatry en 2016. Durante cinco años los investigadores siguieron a 1.000 mujeres residentes en Estados Unidos que quisieron abortar en Estados Unidos, descubriendo que aquellas que finalmente sí se sometieron a la intervención no experimentaron más depresión ni ansiedad que aquellas que no se sometieron a la interrupción.
De hecho, lo que sí halló el estudio fue un aumento de malestar psicológico en aquellas mujeres que quisieron abortar pero a las que no se lo permitieron porque habían sobrepasado el plazo para hacerlo.
Cáncer o esterilidad, la evidencia más actualizada indica que no hay relación
Respecto a aseveraciones como que el aborto puede provocar esterilidad o incluso cáncer, como recoge el texto aprobado por PP y Vox en Madrid, esta guía de la organización internacional Planned Parenthood explica que un procedimiento “totalmente seguro”.
En primer lugar, como explica aquí la Sociedad Americana del Cáncer, la relación entre aborto y cáncer de mama se ha estudiado porque “los niveles de ciertas hormonas en el cuerpo de una mujer pueden afectar a su riesgo de padecer algunos tipos de cáncer de mama”, niveles hormonales que podrían cambiar cuando se aborta, pero también en el ciclo menstrual o en el embarazo.
Las conclusiones de la Sociedad Americana del Cáncer son claras:
- Los estudios de mayor calidad no han encontrado ningún vínculo entre el aborto y el riesgo de cáncer de mama
- Los investigadoreshan encontrado fallos en estudios previos que reportaron que el aborto podría aumentar el riesgo de cáncer de mama en una mujer
- La mejor evidencia científica no respalda una conexión entre el aborto y el riesgo de cáncer de mama
Respecto a la esterilidad o infertilidad, lo que señala aquí Planned Parenthood es que la capacidad para gestar se puede ver afectada cuando hay “complicaciones significativas”, que en todo caso ocurren en abortos clandestinos o inseguros. Pero el aborto inducido en condiciones de seguridad no afecta a esta capacidad.
- Una maternidad forzada o no deseada sí conlleva graves secuelas psicológicas y, además, de larga duración, como expone esta publicación científica.
Estigma, culpa y el mandato de género
La psicóloga Raquel Gómez apunta que sí es cierto que en ocasiones aparece la culpa, pero que esta se da precisamente por el “estigma que todavía supone abortar y la propia criminalización de la práctica”: “Si una mujer hace algo sobre lo cual hay una narrativa de que es peligroso, inseguro o malo, entonces es probable que luego tenga sentimientos negativos por haber hecho eso que se considera peligroso, inseguro o malo”.
El estigma del aborto se sostiene precisamente en la maternidad como mandato de género, por lo que interrumpir un embarazo no solo se ha conceptualizado como una práctica peligrosa, sino como una manifestación de que eres una mujer errónea, una que no está dispuesta a cuidar. Como expone Gómez, “abortar va en contra de una norma de género”: “Especialmente a partir de cierta edad, el entorno no entiende que no se desee continuar con un embarazo porque, sobre todo si estás en pareja, se percibe como ‘lo natural’. En ese sentido, hay mujeres que se pueden sentir muy juzgadas y que ahí aparezcan sentimientos de culpa”.
Informar del “síndrome post aborto” podría ser contrario a la ley del aborto estatal
En 2023 se reformó la ley del aborto estatal introduciendo el artículo 24 que en su segundo epígrafe señala que las administraciones públicas garantizarán el derecho al aborto pero también deberán velar “por evitar que la solicitante sea destinataria de prácticas que pretendan alterar, ya sea para afianzar, revocar o para demorar, la formación de su voluntad sobre la interrupción o no de su embarazo”.
De hecho, el artículo 24.2 de la norma explicita que las intervenciones asociadas al aborto deben “basarse en la evidencia científica”.
Como apuntaba el artículo científico publicado en la Harvard Review of Psychiatry, “los estudios publicados que concluyen que el aborto causa una enfermedad psiquiátrica presentan numerosos problemas metodológico”, por lo que “dado que sus conclusiones son cuestionables, no deberían utilizarse como base para políticas públicas”.
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